Capitalismo de plataformas, músicos y mercado desregulado
Un recorrido crítico por el negocio del streaming musical expone cómo Spotify combina algoritmos, datos y nuevas formas de payola digital para orientar el consumo, recortar regalías y concentrar poder, mientras la irrupción masiva de la inteligencia artificial profundiza la precarización de los músicos y reabre el debate sobre regulación, derechos culturales y el futuro de la música en el capitalismo de plataformas.

El libro El auge de Spotify y los costos de la lista de reproducción perfecta de Liz Pelly demuestra como Spotify, la plataforma de streaming musical, exprime a los músicos y engaña a sus escuchas. La nueva payola[1]Pago que hace un músico a un medio de comunicación para que lo promocione de la industria musical, permite a los artistas ser reconocidos a cambio de una reducción del 30 % de sus pagos periódicos.
Spotify publico Wrapped 2025, un informe sobre el consumo musical en la plataforma, en el que han puesto cifras y nombres propios a lo más escuchado a lo largo del año. De esta manera, la plataforma de audio en streaming más grande del mundo «orienta» los hábitos de escucha de más de setecientos millones de usuarios residentes en más de 180 mercados mundiales. Se trata de una radiografía muy clara de hacia dónde se mueve la música y el audio digital.
Para ello, el sistema de recomendaciones de Spotify requiere de una inteligencia artificial (IA) gracias a la cual los usuarios obtienen recomendaciones y listas de música. Cabe señalar que países como India y China poseen poblaciones con más de 1400.000.000 de habitantes, EE. UU. 340.000.000, Indonesia y Pakistán más de 250.000.000.
En noviembre de 2020, Spotify publicó en su blog corporativo «Amplificando la entrada de los artistas en tus recomendaciones personalizadas». El programa llamado Discovery Mode (Modo descubrimiento) pide a los artistas que acepten tasas de regalías más bajas a cambio de promoción algorítmica propia de la plataforma.
En lugar de cobrar una tarifa por adelantado, «los sellos o los titulares de derechos aceptan que se les pague una tasa de regalías de grabación promocional por las transmisiones en sesiones de escucha personalizadas donde Spotify proporcionó este servicio».
Los antecedentes de este negocio se remontan a principios de la década de 1960, en lo que se conoció como «las audiencias de payola», cuando el gobierno estadounidense ilegalizó la práctica de las estaciones de radio que aceptaban dinero en negro a cambio de difusión de los sellos discográficos. Si bien la ilegalización de la payola no mejoro la justicia en la difusión en la radio convencional, su prohibición envió un mensaje sobre la responsabilidad de los reguladores de tomar en serio el engaño corporativo al público. La payola se prohibió, en parte, porque los reguladores dijeron que aceptar dinero a cambio de reproducciones podría inflar artificialmente la popularidad y engañar a los oyentes.
El funcionamiento interno del Modo Descubrimientose debe, en parte, a la evolución general de las listas de reproducción. Los sistemas de recomendación de Spotify comienzan con un curador que identifica las canciones que pueden incluirse en una lista; un algoritmo de personalización decide cuáles son las cincuenta canciones que se incluirán en la lista del usuario según sus preferencias. De igual forma, en las mezclas automatizadas que se ven afectadas por el Modo Descubrimiento (mezclas específicas para el usuario y las funciones de radio y reproducción automática), un algoritmo de secuenciación reordena las canciones de un grupo relevante antes de su entrega, lo que aumenta las posibilidades que se publiquen.
Spotify ha generado una gran cantidad de dinero con el Modo descubrimiento, y las ganancias también han superado sus objetivos. Entre mayo de 2022 y mayo de 2023, el Modo Descubrimiento generó € 61.400.000. Solo en mayo de 2023, generó € 6.600.000 en beneficios brutos, casi la totalidad de los cuales provino de los sectores independientes. Spotify relacionó con los datos que posee la existencia de una conexión directa entre los músicos que optaban por el Modo Descubrimiento y aquellos que ya se verían afectados por la introducción de las llamadas políticas de regalías «centradas en el artista», que a partir de 2024 desmonetizaron las canciones con menos de mil reproducciones anuales.
La Alianza por los Derechos de los Artistas, en un artículo de opinión publicado en la revista Rolling Stone en abril de 2021, calificó el Modo Discovery de «soborno», además de «explotador», «injusto» y un «apropiación de fondos», señalando la posibilidad que el recorte de regalías fuera «tan elevado que los artistas en activo y los sellos independientes ni siquiera pudieran permitirse pagarlo. Abriendo el camino para que las grandes discográficas y las megas estrellas del pop se llevaran aún más del pastel del streaming». La Alianza por los Derechos de los Artistas escribió que los mayores perdedores serían «los artistas activos, los sellos independientes y, sobre todo, los aficionados a la música que buscan ampliar y diversificar su escucha».
El director de la Coalición para el Futuro de la Música de EE. UU., Kevin Erickson, opina que muchos de los problemas que enfrentan los artistas en la era del streaming, incluyendo lo que se ha caracterizado como soborno digital, son cuestiones antimonopolio que tanto la Comisión Federal de Comunicaciones de EE. UU. (FCC) como la Comisión Federal de Comercio de EE. UU. (FTC) tienen la facultad de abordar como métodos de competencia desleal (porque suprimen los salarios y contribuyen a un mercado anticompetitivo) y como prácticas engañosas (porque la gente no sabe si está escuchando una canción debido a una recomendación seleccionada o a una relación comercial). Además, señaló Erickson, la FTC también podría contribuir a un panorama de streaming más equitativo investigando los contratos de las principales discográficas que actualmente están bloqueados por acuerdos de confidencialidad, así como cualquier contrato que los proveedores de servicios digitales tengan con agregadores y proveedores de música de stock.
El su libro Pelly prioriza la investigación sobre las meras conjeturas y desmiente las reiteradas afirmaciones de Spotify de que la compañía se creó para «salvar» a la industria musical de la piratería, detalla su gran dependencia de la vigilancia de usuarios y la recopilación de datos, y señala las innumerables maneras en que ha difuminado activamente las fronteras entre el arte y el comercio, generalmente en un esfuerzo por reducir sus propios costos. El trabajo publicado, es una historia de extracción de riqueza, consolidación corporativa y el despiadado aplanamiento de la cultura musical.
Sin músicos no hay música
El 97 % de las personas en el mundo no sabe distinguir entre una canción hecha por humanos y una con IA. En el reciente estudio elaborado por Deezer en colaboración con Ipsos, la música generada por inteligencia artificial es prácticamente imposible de diferenciar de la compuesta por humanos para la gran mayoría del público.
La investigación, realizada con nueve mil participantes de todo el mundo, evidencia que solo un 3% logró identificar correctamente qué pistas eran creadas por IA y cuáles por artistas reales, lo que plantea un fuerte desafío para la industria musical. La investigación se realizó entre el 6 y el 10 de octubre por medio de una encuesta en línea que abarcó ocho países: Estados Unidos, Canadá, Brasil, Reino Unido, Francia, Países Bajos, Alemania y Japón.
Durante las pruebas, los oyentes debían distinguir entre dos canciones generadas al 100 % por IA y una compuesta por humanos. El 71 % afirmó sentirse sorprendido por los resultados y el 52 % expresó incomodidad ante la imposibilidad de detectar las diferencias. Frente a este escenario, el 80 % de los encuestados exige que el contenido creado mediante IA esté claramente etiquetado, mientras que el 73 % desea que las plataformas informen si sus recomendaciones incluyen pistas artificiales.
El informe también detalla que Deezer recibe más de cincuenta mil pistas generadas por IA cada día, lo que representa un 34 % del total. Esto alimenta el temor de los usuarios a una posible «pérdida de creatividad» o al aumento de música genérica y de baja calidad en los catálogos. Además, el 65 % rechaza el uso de obras protegidas para entrenar modelos de IA sin consentimiento, y el 70 % cree que esta tecnología amenaza el sustento económico de los músicos, sugiriendo que los pagos por contenido artificial deberían ser menores.
El CEO de Deezer, Alexis Lanternier, advirtió que «la música generada por IA puede afectar la vida de los artistas» y remarcó el compromiso de la plataforma con la protección de los creadores. Para garantizar la transparencia, la compañía excluye canciones de IA de las recomendaciones automáticas y desmonetiza o elimina aquellas que presentan usos indebidos. Actualmente, este tipo de música representa solo el 0,5 % de las reproducciones, aunque el 70 % de esas escuchas corresponde a actividades fraudulentas.
Aunque distinguir música humana de música generada por IA es cada vez más difícil, existen ciertos indicios. Las composiciones creadas por personas suelen presentar matices emocionales, variaciones rítmicas e incluso pequeñas imperfecciones que reflejan sensibilidad e intención artística. En cambio, la música producida por algoritmos tiende a ser extremadamente precisa, con estructuras más repetitivas y transiciones menos naturales, evidenciando una falta de profundidad expresiva.
Si bien la inteligencia artificial continúa avanzando en la imitación de estilos y emociones, aún persisten diferencias sutiles que permiten al oyente atento detectar cierta linealidad y falta de espontaneidad propias de los sistemas automatizados. La discusión queda abierta, pero el estudio confirma que la frontera entre creatividad humana y generación algorítmica es cada vez más delgada.
Alexis Lanternier, director general de Deezer, subrayó en un comunicado que estos resultados «demuestran claramente que a la gente le importa la música y que quiere saber si está escuchando una canción creada por un humano o por una IA». La plataforma francesa se ha posicionado como la única en el sector que señala de manera sistemática los títulos generados completamente por inteligencia artificial, notificando a los usuarios cuando reproducen este tipo de pistas.
Streaming de música
El Análisis del mercado de streaming de música estima que el tamaño del mercado de transmisión de música superará los veintitrés mil millones de dólares en 2025 y se prevé que alcance los u$s 34.870.000.000 para 2030, lo que refleja una tasa de crecimiento del 8.51 % durante 2025-2030.
El total de suscriptores superó los 752.000.000 en 2024, y el streaming ya representa el 69 % de todos los ingresos por música grabada, lo que subraya el papel central del canal en la economía musical mundial.
La intensidad competitiva aumenta a medida que el descubrimiento con inteligencia artificial, el audio premium sin pérdidas y los paquetes de telecomunicaciones redefinen las expectativas de los usuarios y reducen los costos de cambio. Los patrones de crecimiento divergen: Norteamérica conserva la mayor porción regional, mientras que territorios emergentes como Oriente Medio y África se expanden a tasas de dos dígitos gracias al acceso prioritario a dispositivos móviles y a planes más económicos. Al mismo tiempo, el aumento de las tarifas de licencias y la creciente presión de los artistas por modelos de regalías centrados en los fans están reduciendo los márgenes y obligando a las plataformas a explorar nuevas fuentes de ingresos.
Conclusiones clave del informe
Por servicio, el streaming bajo demanda lideró con el 80 % de la participación de mercado de música en 2024, mientras que el streaming en vivo avanza a una tasa anual del 15.7 % hasta 2030.
Por modelo de ingresos, el nivel de suscripción representó el 65 % del tamaño del mercado de transmisión de música en 2024; se proyecta que las opciones con publicidad se expandirán a una tasa del nueve por ciento entre 2025 y 2030.
Por plataforma, la escucha basada en aplicaciones representó el 82 % del tamaño del mercado de transmisión de música en 2024, mientras que se prevé que el acceso basado en navegador crezca a una tasa del 10.2 %.
Por tipo de contenido, el audio dominó con una participación del 75% del mercado de transmisión de música en 2024, mientras que se prevé que el uso de video aumente a una tasa del 12%.
Por usuario final, los oyentes individuales representaron el 63 % de la participación en 2024; el segmento comercial es el que avanza más rápido, con una tasa del 14 % hasta 2030.
Por geografía, América del Norte capturó el 34% de la participación del mercado de transmisión de música en 2024, pero la región de Medio Oriente y África está en camino de lograr una tasa del 17.5%.
Spotify, Apple Music, Amazon Music, Tencent Music Entertainment y YouTube Music poseían colectivamente el 72 % de los ingresos globales en 2024.
Capitalismo de plataformas, ¿qué hacer?
Lo cierto es que estas corporaciones de la distracción nos facilitan la vida y nos enajenan el pensamiento crítico. Las plataformas son un tipo de empresa que se caracteriza por proporcionar infraestructura tecnológica (centros de datos o Data Centers) para intermediar entre productores y diferentes grupos de clientes que llaman usuarios. Al mismo tiempo, en su desarrollo, despliegan tendencias monopólicas impulsadas por efectos de red internet. Una de las características de estas empresas es que hacen uso de subvenciones cruzadas para captar diferentes grupos de usuarios. Para ello tienen una arquitectura central establecida que controla las posibilidades de interacción. Todas esas características hacen de las plataformas modelos de negocios claves para extraer y monopolizar datos.
Las plataformas dependen de los «efectos de red» o «bola de nieve»; es decir, mientras más numerosos sean los usuarios que hacen uso de una plataforma, más valiosa se vuelve esa plataforma y concentra más poder en la negociación contractual con los artistas productores de contenidos.
Por el efecto «bola de nieve» tienen una tendencia intrínseca hacia la monopolización del sector en el que operan y a vincularse cada vez más estrechamente con el sector financiero.
Las grandes tecnológicas (big tech ) aprovechan las fuerzas combinadas de conectividad a Internet y las capacidades crecientes de procesamiento computacional y almacenamiento de datos para utilizar métodos de la inteligencia algorítmica y obtener ventajas competitivas derivadas del aprendizaje que realizan los algoritmos en base a datos externos a través de modelos de computación cognitiva. Los datos y los algoritmos son el motor de las economías de plataformas.
Está «energía limpia» que enciende el motor de la economía digital, es universalmente reconocida por las corporaciones en los encuentros globales de negocios como el Foro Económico Mundial. El problema es que los datos como recurso económico casi nunca figuran en las discusiones de políticas a nivel global. A nivel nacional, sus menciones siguen siendo en su mayoría muy generales o incipientes.
El valor surge una vez que los datos se transforman en inteligencia digital y toman un valor económico a través de su utilización comercial. Para la Argentina y Latinoamérica el problema más importante está en los derechos económicos sobre los datos que fluyen internamente y en la regulación de las plataformas de OTT aún pendiente. Estos no son derechos de propiedad intelectual de los recolectores de datos de las plataformas, sino son derechos de las personas, los grupos sociales, las comunidades, los pequeños y medianos actores económicos.
No debemos renunciar a las políticas económicas en torno a los datos. Los flujos de datos globales con confianza y protección de los derechos económicos y culturales nos interpelan a debatir y proponer modelos alternativos centrados en el productor y el ciudadano consumidor.
Podemos proponer el almacenamiento de los contenidos (datos) en territorio local. Es decir, cada una Nube de almacenamiento cuya infraestructura de servidores físicos deberán estar alojados en territorios nacionales o comunidad de naciones no alineadas digitalmente con los grandes centros del poder tecnológico.
Podemos declarar que macrodatos personales que obran en manos de las plataformas de la economía y de la vigilancia fueron robados aprovechando la radical asimetría entre capitalistas y usuarios, con desprecio de la consciencia individual y social y en la total alegalidad (no regulado por leyes).
Para los datos ya legítimamente tratados después de la economía de la vigilancia es necesario implementar deberes fiduciarios. Se trata de que cualquiera que quiera recolectar o guardar datos personales adquiera un deber de cuidado con los sujetos de los datos. Es lo que ocurre, por ejemplo, con una relación como la del médico con el paciente.
Socializar las plataformas por considerarlas estructuras críticas de la sociedad de la información y el conocimiento. Esto hace desaparecer el problema del modelo de negocio, pero las dificultades de esta solución parecen insalvables al darse un desplazamiento de un dominio privado (que desprecia las consecuencias sociales en busca del lucro efectivo), por un dominio público que busca determinados resultados sociales.
Claro estamos en una disyuntiva muy compleja. En Argentina tenemos un presidente que piensa y acciona en sentido contrario. Sus políticas públicas son destruir el Estado y por ende desproteger al pueblo. Todo el poder al mercado y libertad de acción…. Esto ya lo conocemos es para muy pocos, aún podemos reaccionar.
El libro publicado por Caja Negra editora, Capitalismo de plataformas, Nick Srnicek su autor puntualiza: «En tanto y en cuanto Amazon o Mercado Libre se convierta en el comercio electrónico donde se compra y vende todo, Google en la forma básica de entrar a Internet y Facebook/Meta en el mecanismo más simple para comunicarte con el resto de la sociedad, son argumentos más que suficientes para considerarlas servicios públicos. O bien las regulamos mucho, o las convertimos en elementos de titularidad pública. Hay que regularlos más allá de la empresa privada. Son bienes públicos. O regulamos más a las grandes tecnológicas o las convertimos en empresas públicas».
Alfredo Moreno
Computador Científico. Director de Sistemas de la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav) y Profesor TIC en la Universidad Nacional de Moreno (UNM). Integrante de la Red de Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Sociedad (Placts).
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Notas
| ↑1 | Pago que hace un músico a un medio de comunicación para que lo promocione |
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