Al ritmo del algoritmo: medios públicos en épocas de convergencia

¿Cómo se modificó el ecosistema de medios argentino en esta época de supuesta expansión en el acceso a la información? ¿Cuál es el rol de los medios públicos en el nuevo paisaje comunicacional? En este artículo, santiago marino aborda estas y otras preguntas al calor de la convergencia.

Quienes hemos trabajado en medios y sobre medios podemos identificar con cierta facilidad una serie de requisitos para su análisis. Por un lado, las dificultades que hay en su gestión cotidiana. Por otro lado, los aspectos del proceso de producción y de la puesta en circulación de sus contenidos. Además, sabemos reconocer los desafíos de llevar adelante experiencias comunicacionales no mainstream. Y, por último, conocemos lo específico de los medios estatales. 

Este texto [1]Algunas ideas de este trabajo integran el epílogo intitulado Adonde vamos no necesitamos medios públicos, que el autor escribió para el libro Medios públicos en Argentina. Políticas, democracia … Continue reading tiene como objetivo proponer algunas líneas para pensar los medios públicos [2]Se nombran así en el trabajo de modo operativo, en ocasiones como sinónimo de «medios de propiedad estatal» y sin intención, a su vez, de ingresar en la discusión que la adjetivación habilita, … Continue reading en un contexto definido por la convergencia tecnológica, económica y sociocultural expandida. Es decir, pensar qué sucede con los medios públicos en tiempos donde aparentemente el acceso a la información es mayor y donde los algoritmos tienen una incidencia creciente en el proceso social de construcción de sentidos.  

Para esto proponemos: 

  • señalar algunos aspectos generales del ecosistema de medios argentinos; 
  • identificar algunos rasgos del proceso de convergencia;
  • dejar algunas conclusiones y algunas preguntas abiertas.
Ecosistema de medios argentino 

El sistema de medios argentino tiene una tradición muy relevante de diarios, canales de TV y radios. En rasgos generales se lo puede caracterizar como dominado por una lógica privado-comercial con altos niveles de concentración en la propiedad y con fuerte participación de capitales extranjeros. Además, se distingue por la «porteñización» de sus agendas y sus modos de narrar. Por otro lado, existen los medios de propiedad estatal que tienen un nivel de institucionalidad inestable y dificultades para balancear los intereses de los gobiernos con los del Estado y la ciudadanía. 

Esta caracterización general del sistema de medios nos permite avanzar sobre una serie de ideas y definiciones sobre el contexto temporal de la expansión convergente. 

El de la convergencia móvil —como la llama Martín Becerra— es un escenario en desarrollo. Se trata de la digitalización de todos los sistemas comunicacionales y la expansión de las redes, lo que implica mucho más que Internet. Es un proceso que suele estar acompañado por discursos que despolitizan los debates y los reducen a sus aspectos técnicos, pretendiendo que sólo intervengan en él especialistas en ingeniería, matemática o física. A su vez, es un proceso que se desentiende del modo en que lesiona el derecho a la comunicación, lo que ocurre por la concentración de la propiedad y la configuración de mercados oligopólicos donde unos pocos jugadores poderosos se ubican en el centro, marcan las reglas y reducen la posibilidad de que el Estado administre, ejecute y regule.       

Si hablamos de convergencia, el papel del sector público aún está por definirse. Por ahora, se constata que los medios públicos reducen su accionar a extender su presencia y sus actividades a internet. Es decir, difunden por esos canales lo generado para los medios tradicionales. Pero esta suerte de «presencia en espejo» es insuficiente por donde se la mire.

Hay varias razones para que los medios estatales tengan políticas de convergencia. Una es la migración de las audiencias hacia esos otros soportes, y todos los medios deben ir allí dónde están sus audiencias (sobre todo las jóvenes). Otra razón es que la voz pública no puede estar ausente de ningún ámbito donde se consolide el debate colectivo para que esté pueda ser robusto, diverso y plural. Una más, que sin dudas no agota la lista, es que el de la Web es un lugar de exploración de formatos, tipos, discursos y narrativas. 

Pero las razones no se completan acá. También hay otras razones por las que debe haber medios públicos en la convergencia con una lógica de servicio público. Y aquí aparece uno de los problemas porque esa no es la lógica que prima, justamente, en la sociedad de la información. Entonces los medios públicos están frente a una paradoja: deben ir hacia la convergencia desde una lógica de lo público que, por ahora, no existe en la convergencia móvil.

El deber ser de los medios públicos

Tal como se dijo en esta publicación en una edición reciente, el concepto de televisión pública es complejo. Y su definición difiere según desde donde se lo piense. En general, existen dos formas principales de pensar la televisión teniendo en cuenta sus orígenes: 

  • Por un lado, el modelo estadounidense de radiodifusión, donde el Estado es el que otorga al sector privado las licencias para que lo gestione y administre; 
  • Por otro lado, el modelo europeo, donde el Estado es el actor central que planifica las políticas de los canales gestionados públicamente y sin fines de lucro. 

Es dentro de este segundo modelo en el que se ubica la Televisión de Servicio Público. Las definiciones también varían cuando se avanza en complejizar los conceptos que conforman este modelo: Televisión, Servicio, Público y Estado. Las discusiones que abren estas nociones resultan centrales en el contexto convergente. Propongo darla sin omisión de su contextualización geográfica y simbólica. Pero, también, sin miedo al “deber ser”. Porque son (deben ser, si se me permite el chascarrillo) elementos claves para la democracia. 

Como definía Nicholas Garnham hace más de 30 años: 

«La televisión pública constituye uno de los intentos más serios de llevar adelante una redistribución más igualitaria de los intercambios simbólicos. Para ello se crearon corporaciones garantizadas por estructuras de regulación y control públicas, que mantenían lazos formales entre la institución y el Estado. Su justificación radica en la superioridad para ofrecer a todos los ciudadanos, cualquiera sea su localización geográfica, igual posibilidad de acceso a una amplia gama de entretenimiento, información y educación de alta calidad, y en posibilidad que otorga al programador de satisfacer los diversos gustos de la audiencia.»

Así como es necesario recuperar estas definiciones de hace más de treinta años, en el contexto de la tercera década del siglo XXI, condicionado por las dinámicas tecnológicas, políticas, económicas y socioculturales, podemos retomar algunas preguntas que siguen siendo necesarias para pensar los medios públicos. Una punzante: ¿Por qué la situación de los medios públicos integra de modo permanente los reclamos y los debates en los ámbitos académicos pero en muy contadas ocasiones aparece como agenda de los sectores políticos? ¿Por qué cuesta que sea una demanda consolidada en la ciudadanía? ¿Es por la falta de tradición de lo público en América Latina y Argentina? ¿O por otras razones? 

Para avanzar con estas preguntas, tenemos que seguir ahondando en las definiciones de los medios públicos, que son conceptuales y políticas. Entonces, pensar a los medios de propiedad estatal, definidos por otros, pero también autodefinidos como medios «públicos», demanda un abordaje integral y complementario, que debe reconocer, entre otros elementos, tres aspectos que pueden, de alguna manera, ayudarnos avanzar con nuestro interrogante: 

1- Qué sucede con las industrias culturales, específicamente con las del sector audiovisual y en concreto con las de propiedad estatal.

El conjunto de ramas y segmentos dedicados a la producción, distribución, puesta en circulación y consumo de bienes y servicios simbólicos se pueden clasificar en distintos tipos de acuerdo a sus ciclos productivos, cadenas de valor y soportes. Esta categorización debe ser actualizada a partir del proceso convergencia. En esa línea, es que hablamos de audiovisual ampliado, lo que incluye a la televisión (abierta y de pago, por cable y satélites, analógica y digital), el cine (en todas sus ventanas y pantallas) y la radio. 

2- Cuáles son las características del sistema de medios.

Como ya hemos dicho en este artículo, el ecosistema de medios argentino está dominado por el objetivo de renta, la concentración de la propiedad, la concentración también geográfica, la alta incidencia de los capitales extranjeros y la desigualdad en las capacidades de acceso y participación ciudadana de acuerdo a las capacidades económicas y a las regiones donde se reside. Es además un mercado pequeño y protocapitalista, como lo define Martín Becerra.

3- Qué sucede con la tríada Estado-Gobierno-Nación

Los medios públicos deben cumplir con su misión de informar, educar y entretener y cumplir las obligaciones que el Estado determina, «con un interés social, político y cultural»Deben brindar un servicio universal que cubra todo el país, con balance en sus contenidos, apertura a la participación, de acuerdo a los gustos y necesidades de los destinatarios, con especial protección de las minorías.

Sin embargo, (y a pesar de lo significativo de muchas experiencias de televisoras públicas en el continente) todavía sigue siendo un desafío intermitente el planteo que Guillermo Mastrini hacía en 1995 de que la televisión estatal debe convertirse en un modelo de producción de calidad que desafíe los patrones estéticos y culturales impuestos por la competencia. 

A su vez, los medios públicos deben tener una agenda de debate que no sea exactamente la misma que hay en torno a las políticas públicas de comunicación. Las acciones a implementar en torno a los medios públicos no se agotan en el conjunto articulado de planes, programas, proyectos, leyes, decretos y resoluciones que pueda haber para el sector en su conjunto.

Estos son, entonces, a grandes rasgos los ejes que podrían contribuir a desandar la pregunta planteada para que los medios públicos, en tiempos de convergencia, sean objeto del debate político y ciudadano. Porque, además, como veremos siguen siendo vistos, leídos, escuchados.

Como sostiene Martín Becerra, «la TV no ha muerto. Al cierre de 2021, según Nielsen, la TV (abierta y de cable) seguía liderando el tiempo diario de consumo audiovisual en EE. UU.». En ese marco, además, los medios de propiedad pública mantienen altos niveles de prestigio y confianza por parte de las audiencias. Según una reciente consulta publicada por el medio estadounidense The Economist, el servicio público del Reino Unido BBC tiene una aprobación del 39 % y el sistema público de EE. UU., la PBS, de alrededor del 41 %, lo que los ubica en segundo y tercer lugar —respectivamente— entre los medios más confiables para sus audiencias, detrás del Weather Channel, líder con 52 %. Apenas un botón de muestra que ayuda a responder algunas preguntas a nivel global.

Pronto deberían conocerse los resultados de la Encuesta de Consumos Culturales 2021 de Argentina, que permitirá cotejar datos locales. En países con niveles de cobertura de internet tan desiguales como Argentina que, resulta fundamental que la política de comunicación combine apuestas a la TV —el sistema más extendido de distribución de contenidos audiovisuales—  con desarrollos propios de y para Internet. 

El escenario de convergencia plena podría profundizar las diferencias preexistentes en términos de acceso y participación de la ciudadanía en el proceso social de construcción de sentidos mediados. Por eso es que a ese futuro al que vamos necesitamos medios públicos y todavía necesitamos de los medios tradicionales.

Para ese escenario imaginamos que hay que diseñar mecanismos de financiamiento sostenidos y cruzados, que adapten las mejores prácticas conocidas —como el Fondo de Fomento al Cine, por ejemplo— y garanticen autonomía del poder político y de la necesidad comercial. Prácticas de acceso y difusión expandidas para múltiples dispositivos, que se pongan en relación con otras directrices de las políticas consolidadas, como el plan Conectar Igualdad. El Estado garantizando acceso de dispositivos, conectividad y una voz pública que se sume a todo este ruido que hay en la web. 

Conclusiones

Como sostiene Alejandro Linares «en el inicio del siglo se planteaba la necesaria reforma de los medios públicos de América Latina para evitar su privatización. Dos décadas después se torna impostergable su ampliación digital y su distinción para evitar su mera subsistencia insustancial».

Los medios de propiedad estatal, aunque, desde nuestra visión, nunca se hayan consolidado de modo público en sentido estricto en términos integrales en el país, en éste contexto son más urgentes que nunca. «La función democrática y la legitimidad social de los medios estatales argentinos deben plasmarse ya no sólo en un mapa audiovisual nacional concentrado sino también en un entorno digital, aún más concentrado y dominado por actores globales». Esa idea contundente de Linares puede ser una guía para las discusiones futuras. 

Pensar qué hacer con la TV de propiedad estatal en la convergencia es pensar, ante todo, dos cosas: cómo usar las herramientas de lo público para aportar a la democracia en la comunicación y cómo queremos que sean nuestras industrias culturales en esta época convergente. Si la discusión no va por ahí, parafraseando a Stuart Hall, este debate importa poco.

Fuente: Razón Plebeya 

Bibliografía

  • Becerra, M. (2015) De la concentración a la convergencia. Política de medios en Argentina, Bs. As.
  • Garnham, N. (1990) Capitalism and Communication: Global Culture and the Econoimics of Information Age.
  • Linares, A (en prensa) Medios públicos en Argentina. Políticas, democracia y comunicación (2003-2019), Ediciones UNGS
  • Marino, S. (2021) El audiovisual ampliado II. Tradiciones, estrategias, dinámicas y big data en Argentina, Ediciones Usal
  • Zallo, R. (1998) Economía de la comunicación y la cultura, Ediciones Akal
Notas
Notas
1 Algunas ideas de este trabajo integran el epílogo intitulado Adonde vamos no necesitamos medios públicos, que el autor escribió para el libro Medios públicos en Argentina. Políticas, democracia y comunicación de Alejandro Linares. de pronta aparición
2 Se nombran así en el trabajo de modo operativo, en ocasiones como sinónimo de «medios de propiedad estatal» y sin intención, a su vez, de ingresar en la discusión que la adjetivación habilita, si no demanda.
Foto del avatar

Santiago Marino

Doctor en Ciencias Sociales, Magister en Comunicación y Cultura y licenciado en Comunicación por la UBA. Investigador asociado de Observacom (https://www.observacom.org/), sitio donde se publicó originalmente esta nota bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional (https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/).

También te podría gustar...

Deja un comentario