Viviana Canosa: de la indignación permanente al abismo de la provocación
La conductora televisiva echó a Jorge Yoma del estudio, luego de haberlo invitado, porque no opinaba como ella. Su programa en A24 difunde noticias falsas y mensajes de odio con total naturalidad. Claves de un modus operandi peligroso que necesita día a día dosis más altas de desbordes.

Viviana Canosa se transformó de hecho y por constancia en la conductora más incendiaria de la televisión. No la sostienen una sucesión de casualidades. Se trata de una construcción marcada por el amarillismo, la búsqueda de la provocación y una indignación crónica. Un cóctel que enciende a propios, a conversos y logra difusión de los incautos.
En el programa del último viernes Canosa echó del estudio a Jorge Yoma, quién había sido invitado para discutir la situación del país con el Dipy, ya un abonado a la tertulia sobre el quehacer político nacional. El episodio perpetrado en su ciclo Viviana con vos (A24) logro , como se esperaba, una repercusión considerable en la vida real, en las redes y especialmente en Twitter, espacio que se llenó de posteos que expresaban indignación, sorna o una mezcla de ambas, los cuales lograron que mucha gente termine viendo el fragmento del programa aún sin quererlo.
Entre las expresiones de condena a la conductora aparecieron varios periodistas que vieron como una falta de respeto a la profesión que alguien invite a una persona para luego expulsarla del envío por —según dijo la conductora mientras lo hacía— no adherir a sus expresiones. Sin embargo, esas condenas parten de un supuesto equivocado: el programa de Canosa no se rige por las convenciones del oficio periodístico. Es una versión extrema del periodismo de agite que antes intentaba hacerse pasar por objetivo.
En el mundo fantástico de Viviana Canosa la verdad no es un límite. Ergo la indignación imaginaria es bienvenida e, incluso, funciona como un combustible vital porque convoca a la simpatía de los propios, pretende establecer una superioridad moral e —incluso— suele ganar la difusión no del todo voluntaria de quienes la rechazan.
Como ocurre con cualquier industria contemporánea: ofrece productos que necesitan superar al anterior. Esta vez echó a un invitado, otra vez le tiró alcohol en gel a otro, aquella otra vez dijo tomar cloro… Como en cualquier adicción, las dosis deberán ser cada vez más altas: ser más grosero, más absurdo, más agresivo. La teleplatea así lo demanda.
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