Natalia Aruguete: «La polarización no es solo política, también es una preferencia afectiva que exacerba y explica gran parte de nuestras posiciones políticas»

Ilustración: Pine Watt | Unsplash

Natalia Aruguete, destacada experta en política y comunicación, analiza en esta entrevista cómo las emociones, la polarización y el framing influyen en la percepción y toma de decisiones.

¿Cómo se forma la opinión pública en un mundo cada vez más digital y polarizado? ¿Qué papel juegan las emociones, los medios de comunicación y las redes sociales en la construcción de la realidad política? ¿Qué desafíos y oportunidades se presentan para la democracia y la participación ciudadana en este contexto? Estas son algunas de las preguntas que abordamos en esta entrevista con Natalia Aruguete, reconocida investigadora, que nos ofrece una visión esclarecedora y crítica sobre los factores que influyen en la percepción y toma de decisiones de la sociedad. 

—¿Cómo se puede explicar el vínculo de la polarización política con las emociones y cómo estas conexiones entran en las personas que reafirman sus posiciones partidarias?

—Uno tiene preferencias, posiciones ideológicas y sentimientos con relación a las cosas. Digamos que, en momentos de campaña, todo esto se exacerba, como si el espectro de la política o el espectro ideológico se ensanchara. Entonces, lo que ocurre es que las distintas posiciones tienden a alejarse mucho más. Es donde nosotros planteamos que la polarización no sólo es política, sino que es afectiva, porque lo que cambia es la distancia relativa entre las posiciones, que se profundiza y exacerba por la intensidad de las emociones de lo que tenemos. Entonces, como estamos polarizados, muchas veces tendemos a reafirmar ciertas posiciones alrededor de la realidad política, rechazamos aquellas con las que no acordamos, entre otras cosas, también porque hay un sentimiento de amenaza.

En una de las encuestas que hicimos, preguntamos: «¿Cuán cómodo se sentiría si su nuera o yerno es del mismo partido y cuán cómodo se sentiría si su nuera o yerno es del partido contrario?» Los niveles de incomodidad, tanto de los que se sentían peronistas como los que se sentían cambiemitas, eran profundamente altos, casi del 50 %. Entonces, ¿qué quiero decir con esto? En los aspectos en los que las preferencias políticas y las emociones convergen, esas preferencias políticas se vuelven mucho más intensas, incluso a la hora de aceptar nuevos miembros en la familia. La polarización no es solo una polarización alrededor de preferencias políticas, sino que además es una preferencia afectiva que exacerba y explica gran parte de nuestras posiciones políticas.

—Cuando se pone en juego lo emocional en qué lugar queda la parte racional…

—Estoy profundamente en desacuerdo con pensar que lo emocional solapa, elimina y excluye lo racional. Yo creo que la gente atraviesa emociones muy fuertes, pero profundamente racionales. El sentimiento de la gente no es un sentimiento irracional. De la misma forma, que quienes estamos enojados con la gente que votó a Milei tampoco tenemos un sentimiento irracional. Yo me siento muy enojada con el resultado de las elecciones y no es un sentimiento irracional. Además, me parece que otro inconveniente que hay que resolver es el hecho de pensar que lo emocional en el voto comienza con Milei. Y lo emocional en el voto siempre existió. El tema es que ahora comenzamos a pensarlo como objeto de estudio.

El espacio de la política, el espectro que ocupa la política, se ensancha. Eso que se ensancha hace que los espacios donde cada uno está ubicado se vuelven más distantes. No es que nosotros cambiamos el lugar en el que nos ubicamos, pero se vuelven más distantes. Ese ensanchamiento del espectro de la política, en algún punto, tiene que ver con el aspecto afectivo y la intensidad con la cual confirmamos nuestras preferencias. Eso también se explica por una cuestión emocional que empieza a penetrar.

—¿Se puede explicar porque hay una distancia tan grande entre las demandas de la sociedad y las propuestas políticas?

—Hay un cambio en la agenda social. Cuando hablo de agenda, me refiero al ranking de preocupaciones. En este momento, es otro, es distinto. Y lo que me parece que pasa con ese sentimiento negativo con respecto a ese ranking de preocupaciones, es que mucha gente está sintiendo que no hay una respuesta a eso. Entonces, hay como una suerte de desacople entre la agenda de preocupaciones que circulan en la sociedad y la agenda política.

Entonces, todo lo que emerge puede ser una posible buena alternativa de la cual tampoco hay una confirmación de que esa es una alternativa que va a garantizar soluciones. Cuando uno piensa en el votante que votó por una alternativa distinta, no es un votante que necesariamente esté sintiendo que va a haber una respuesta definitiva a su solución. 

—Milei supo entender esa brecha que habia entre ambas partes para decirle a la gente lo que nadie le estaba diciendo

—Vamos a suponer que despejamos, por un momento, la idea de dolarización, que probablemente sea la más difícil de concretar. Ahora, la reducción del gasto en ciertos sectores es absolutamente posible, y es probable que esa propuesta de eliminar ciertos gastos sea aceptada por una parte importante de la población. Porque en una parte de la población, hay ciertos gastos que están pensados como un despilfarro. Hay una asociación del lugar del Estado con ese tipo de gastos. Eso es una construcción de la que tenemos que hacernos cargo. Esa construcción está muy instalada desde hace tiempo en la sociedad y cada vez se va consolidando más. Además, una parte de la sociedad ve eso como un posible despilfarro muy asociado a la idea construida sobre la «corrupción política». Eso cierra perfectamente sus ideas, sus percepciones, en ocasiones, sus prejuicios de que el Estado no está jugando para ellos, sino que el Estado solo está para despilfarrar y hacer un gasto desproporcionado para favorecer a la casta política, una construcción que Milei capturó y le dio fuerza, pero que ya viene circulando hace un tiempo largo en la percepción social, sobre todo en aquellos que sienten que no están teniendo la posibilidad de una realización mínima.

—Los que fueron rápidamente interpelados fueron los jóvenes 

—Los jóvenes son los que menos respuesta están teniendo por parte del Estado, son los que están sin salida. Eso uno no puede perderlo de vista porque, además, las respuestas que está dando el Estado, tanto las de largo plazo como las de corto plazo, a ellos no les alcanza ninguna.

—¿En este escenario cómo podemos definir el rol de los medios de comunicación y de las redes sociales?

—Hay que pensar en el escenario digital donde todo converge y que los medios de comunicación están en un escenario digital donde pujan por una agenda con otros actores. En ese escenario, el consumo de medios es un consumo muy selectivo. Los medios no solamente son consumidos desde el punto de masa, sino que son consumidos de manera segmentada, de manera personalizada, fundamentalmente por las plataformas digitales y las redes sociales. Uno lo que observa es que los medios, si los miramos en términos particulares, le están hablando a sus audiencias más activas y más intensas. Mucha gente no se siente representada por las agendas mediáticas. Eso también genera mucho rechazo, porque no se siente representada por los dirigentes políticos, no se siente representada por los medios de comunicación que consume, que no sabe muy bien cuáles son los medios de comunicación que consume, porque consume aleatoriamente e incidentalmente en sus dispositivos móviles o en las redes sociales. Me parece que las exaltaciones editorialistas están más dirigidas a activar a los propios que a instalar una visión generalizada de la sociedad.

—Es muy interesante el concepto que manejas del «Framing» y del cual escribiste varios artículos. ¿Podes explicarnos como este concepto se pone en juego a la hora de la construcción de noticias y cómo impacta en las audiencias?

—El framing es traducido como un encuadre. Es como si uno tratara de pensar los límites de un cuadro. Nosotros, la realidad, la podemos ver desde distintos puntos de vista. Es como si la noticia desde la cual contamos esa realidad fuera una ventana. Si nosotros nos acercamos a la ventana, vemos una realidad; si nos alejamos, vemos otra; si nos ponemos por encima de la ventana, también vamos a ver una realidad distinta. Esto quiere decir que quienes relatan una realidad a través de las noticias tienen una perspectiva determinada, tienen un punto de vista determinado, y ese punto de vista les permite contar algunas cosas y no otras, independientemente de lo que quieran contar. Se pueden contar algunas cosas y otras no se logran contar porque no se logran entender, porque no las pueden observar, porque no las interpela. Esto es desde el lugar de quienes relatan esa realidad. Lo mismo pasa desde quienes recepcionamos esa realidad e interactuamos. Tenemos una ventana determinada desde la cual vemos esa realidad e interactuamos con quien nos la está contando. 

Entonces, quien nos relata la realidad nos impacta a nosotros en algunas percepciones y en otras no, porque no las tenemos predispuestas para que nos impacten. Cuando nosotros tenemos cierta historia personal, cultural y territorial en términos de militancia, si querés pensarlo, hay ciertas cuestiones de nuestra formación individual, cultural y política que nos van a dejar preparados y preparadas para recepcionar ciertos encuadres, ciertas percepciones de la realidad desde el cual se puede hablar, la cuestión es desde qué lugar, desde qué encuadre, desde qué perspectiva yo propongo hablar de algo y cuánto logro que el otro se sienta interpelado por lo que yo estoy diciendo. Ahí hay una relación y un choque de realidades. Ese choque de realidades también está armado por esos encuadres, que es la traducción del framing. Todos estamos atravesados por determinados encuadres y por determinadas perspectivas a la hora de mirar la realidad. La cuestión es en qué medida nos sentimos representados por lo que el otro nos está contando o si sentimos que el otro me está hablando en otro lenguaje que no tiene nada que ver con mi realidad.     

NATALIA ARUGUETE

Es doctora con mención en Ciencias Sociales y Humanidades por la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) —donde también es profesora—, magíster en Sociología Económica (Idaes-Unsam), e investigadora del Conicet, institución en la que ha sido becaria. Asimismo, ha realizado una estancia de investigación en la Universidad de Salamanca, España (2006). Su investigación se centra en el estudio de las agendas política, mediática y pública, desde las teorías de la agenda setting, el framing y el indexing. Posee experiencia docente en los niveles medio, terciario, universitario y posuniversitario. Se desempeña como colaboradora periodística especializada en Página 12 y Le Monde Diplomatique. Entre sus libros publicados se destaca El poder de la agenda. Política, medios y público (Biblos, 2015), Fake news, trolls y otros encantos. Cómo funcionan (para bien y para mal) las redes sociales (2020) y Nosotros contra ellos. Cómo trabajan las redes para confirmar nuestras creencias y rechazar las de los otros (2023), estos dos últimos en colaboración con Ernesto Calvo.


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Mariano Quiroga

Este artículo se publica gracias a un acuerdo de colaboración entre Esfera Comunicacional con Multiviral.(https://multiviralok.net), que produce contenidos sobre tecnología, geopolítica y poder.

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