El Premio Nobel de la Pus
Entre conspiraciones, golpes fallidos y viejas ambiciones imperiales, la historia reciente de Venezuela se reescribe con ironías que rozan lo absurdo: una protagonista del golpe de Estado de 2002, aliada de empresarios, del New York Times y de la CIA, es la ganadora del Premio Nobel de la Paz 2025. Corina Machado, de ella se trata, firmó en su momento la disolución de las instituciones democráticas y luego pidió abiertamente una invasión estadounidense. Este personaje encarna el doble estándar de una política global que premia la sumisión y criminaliza la soberanía.
En 2002, el presidente democráticamente electo de Venezuela, Hugo Chávez, fue secuestrado y recluido en la isla La Orchila. Corina Machado, varios empresarios y el New York Times apoyaron el golpe. La oposición proclamó a Pedro Carmona (empresario y miembro del Opus Dei) como nuevo presidente. Carmona decretó la disolución de la Asamblea Nacional, la Corte Suprema y otras instituciones. Machado firmó la declaración de apoyo a esas medidas.
El New York Times saludó el golpe encabezado por «un respetado hombre de negocios», el que tenía como propósito acabar con la dictadura electa en Venezuela. Según documentos desclasificados, la CIA sabía que George Bush sabía. El 25 de abril, el Times informó que este dinero para la agitación social previa al golpe había sido canalizado por terceros, como el National Endowment for Democracy,con u$s 877.000. Según un cable del 13 de julio de 2004, organizaciones como la Usaid habían enviado casi medio millón de dólares para proveer «entrenamiento para los partidos políticos». El cubano Otto Reich (uno de los organizadores del acoso de los Contras en Nicaragua y parte de la maniobra Irán-Contras) fue otro encargado de contribuir al golpe.
Devuelto al poder por las protestas populares, Chávez indultó a varios responsables del golpe de Estado. Entre ellos, los opositores Henrique Capriles y Leopoldo López, quienes continuarán su actividad política «denunciando la dictadura». El 14 de agosto, el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela absolverá a los militares Efraín Vásquez, Pedro Pereira, Héctor Ramírez y Daniel Comisso, también participantes del golpe de Estado «contra la dictadura».
Frustrado por el fracasado, el 23 de agosto de 2005 el influyente televangelista Pat Robertson, frente a las cámaras de televisión de su poderoso Club700, se dirigió a un millón de fieles para proponer asesinar a Hugo Chávez «por destruir la economía de Venezuela, por permitir la infiltración de los comunistas y de los islámicos en su gabinete». No importa que nada de esto sea cierto.«La opción de un asesinato es claramente más económica que lanzar una guerra… no creo que con esto vayamos a interrumpir el suministro de petróleo desde Venezuela… tenemos la doctrina Monroe y otras doctrinas para aplicar». El influyente pastor, amigo del dictador Efraín Ríos Montt de Guatemala y de otros genocidas cristianos como Roberto D’Aubuisson de El Salvador o Mobutu Sese Seko de Zaire, quería asesinar a un presidente legítimo elegido por el pueblo que, además, era un ferviente cristiano.
Sin contar la participación de Corina Machado en el golpe del 2002 (se podría decir que eso ocurrió hace dos décadas y todos pueden corregir en la marcha), una sus últimas peticiones públicas —en 2025— fue una invasión militar de Estados Unidos a Venezuela, petición que la inhabilitaba para cualquier Nobel de la Paz.
La tan deseada invasión de Venezuela, vieja brutalidad imperialista apoyada por el clásico cipayismo del colonizado con privilegios, dejaría miles de muertos, sino una guerra civil o una nueva Palestina a la cual desangrar con sucesivos bombardeos y estratégicos «acuerdos de paz».
Hasta Henrique Capriles se opuso a esa petición. Al mismo tiempo que Corina Machado golpeaba las puertas del Pentágono, a finales de agosto Capriles reconocía algo de mero sentido común: «La mayor parte de las personas que quieren una invasión de Estados Unidos no viven en Venezuela». No así Juan Guaidó que, como todos saben, es un mercenario barato y ni los venezolanos de Florida lo quieren.
Si querían premiar a alguien de la oposición en Venezuela, es bastante obvio que había muchos otros venezolanos de a pie que están allá luchando, legítimamente, por sus convicciones y sin dinero extranjero o de grandes capitales. Si querían intervenir en la política venezolana de una forma menos obscena, podrían haber considerado que el dinero del Nóbel los hubiese financiado por un tiempo. Pero no, tenía que ser Corina Machado.
Parece bastante obvio que el petróleo, la «malbendición» de Venezuela, es el factor central en todo esto. Justo cuando Trump asesina a desconocidos venezolanos en el Caribe, buscando distraer al pueblo estadounidense y una excusa para invadir Venezuela, premian a una figura conocida que llama a una invasión. No la premian con el Nobel del business sino con el Nobel de la Paz. Esas ejecuciones sumarias a piacere, sin juicio debido, fueron aplaudidas por Corina Machado. En Fox News, las calificó de «valentía y claridad ante una empresa criminal que trae miseria a nuestro pueblo y desestabiliza la región para dañar a los Estados Unidos».
Claro, qué se puede esperar de un galardón, más famoso que prestigioso, que distinguió a genocidas históricos como Henry Kissinger y a «ángeles» como Obama quien, mientras sonreía, bombardeaba todo lo que se movía en el Medio Oriente, récord que incluye desde niños masacrados por drones hasta la destrucción de Libia, un país con un desarrollo remarcable y con un independentismo peligroso. Siempre en nombre de la democracia y la libertad que, en Estados Unidos hoy, ya ni siquiera se respeta en los discursos.
Es todo muy surrealista, pero lógico en el fondo.
Jorge Majfud
Escritor, arquitecto, doctor en Filosofía por la Universidad de Georgia y profesor de Literatura Latinoamericana y Pensamiento Hispánico en Jacksonville University, Florida, Estados Unidos. Autor de libros de ensayos y ficción.
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