El engaño nuclear de Israel: mentiras flagrantes e hipocresía descarada
Israel, como muchos otros proyectos coloniales, se estableció mediante la violencia y desde entonces ha recurrido al uso de la fuerza para ocupar territorio árabe. La comprensión de que su existencia dependía de contar con un ejército superior en una región hostil impulsó a Israel a iniciar un programa de armas nucleares poco después de su fundación en 1948.
Aunque Israel era una nación joven, a mediados de la década de 1950, con la ayuda de Francia, había comenzado en secreto la construcción de un gran reactor nuclear. Que dos aliados se hubieran unido para lanzar un programa de armas nucleares sin el conocimiento de la administración del presidente Dwight D. Eisenhower resultó ser un colosal (y vergonzoso) fracaso de la inteligencia estadounidense.
No fue hasta junio de 1960, el último año de la presidencia de Eisenhower, que los funcionarios estadounidenses se enteraron de lo que ya se conocía como el proyecto Dimona. Daniel Kimhi, un magnate petrolero israelí, sin duda tras haber bebido demasiados cócteles en una fiesta nocturna en la embajada estadounidense en Tel Aviv, confesó a diplomáticos estadounidenses que Israel estaba construyendo un gran reactor nuclear en el desierto del Néguev: una revelación sorprendente.
«Este proyecto le ha sido descrito a [Kimhi] como un reactor de energía refrigerado por gas capaz de producir aproximadamente 60 megavatios de energía eléctrica», decía un despacho de la embajada dirigido al Departamento de Estado en agosto de 1960. «[Kimhi] dijo que creía que las obras llevaban unos dos años en marcha y que aún faltaban dos años para la fecha de finalización».
Sin embargo, el reactor de Dimona no se estaba construyendo para satisfacer las crecientes necesidades energéticas del país. Como Estados Unidos descubriría más tarde, fue diseñado (con la colaboración de Francia) para producir plutonio para un incipiente programa israelí de armas nucleares. En diciembre de 1960, a medida que las autoridades estadounidenses se preocupaban cada vez más por la simple idea de las aspiraciones nucleares de Israel, el ministro de Asuntos Exteriores francés, Maurice Couve de Murville, admitió ante el secretario de Estado estadounidense, Christian Herter, que Francia, de hecho, había ayudado a Israel a poner en marcha el proyecto y que también proporcionaría las materias primas, como el uranio, que el reactor necesitaba. En consecuencia, Francia recibiría una parte del plutonio que Dimona produjera.
Funcionarios israelíes y franceses aseguraron a Eisenhower que Dimona (ahora conocida como el Centro Nuclear del Néguev) se estaba construyendo únicamente con fines pacíficos. Para desviar aún más la atención, los funcionarios israelíes presentaron varias historias falsas para respaldar dicha afirmación, afirmando que Dimona se convertiría en todo, desde una planta textil hasta una instalación meteorológica; cualquier cosa menos un reactor nuclear capaz de producir plutonio apto para armas.
Negaciones atómicas
En diciembre de 1960, después de recibir un aviso de un científico nuclear británico preocupado de que Israel estaba construyendo una bomba nuclear sucia (es decir, extremadamente radiactiva), el periodista Chapman Pincher escribió en el Daily Express de Londres: «Las autoridades de inteligencia británicas y estadounidenses creen que los israelíes están bien encaminados para construir su primera bomba nuclear experimental».
Funcionarios israelíes emitieron un escueto despacho desde su embajada en Londres: «Israel no está construyendo una bomba atómica y no tiene intención de hacerlo».
Mientras los países árabes estaban cada vez más preocupados de que Washington estuviera ayudando a los esfuerzos nucleares de Israel, el presidente de la Comisión de Energía Atómica, John McCone, filtró un documento clasificado de la CIA a John Finney, del New York Times, afirmando que Estados Unidos tenía evidencia de que Israel, con la ayuda de Francia, estaba construyendo un reactor nuclear, prueba de que Washington no estaba muy contento con las aspiraciones nucleares de ese país.
El presidente Eisenhower estaba atónito. No solo su administración había quedado a oscuras, sino que sus funcionarios temían que un futuro Israel con armas nucleares solo desestabilizaría aún más una región ya de por sí inestable. «Informes de países árabes confirman la gravedad con la que muchos ven esta posibilidad [de armas nucleares en Israel]», decía un telegrama del Departamento de Estado enviado a su embajada en París en enero de 1961.
A medida que el proyecto nuclear comenzaba a generar revuelo en la prensa, el primer ministro israelí, David Ben-Gurión, actuó rápidamente para restarle importancia a la revelación. Pronunció un discurso ante la Knéset, el parlamento israelí, admitiendo que el país estaba desarrollando un programa nuclear. «Las informaciones publicadas en los medios son falsas», añadió. «El reactor de investigación que estamos construyendo en el Néguev se construye bajo la dirección de expertos israelíes y está diseñado con fines pacíficos. Cuando esté terminado, estará abierto a científicos de otros países».
Por supuesto, mentía y los estadounidenses lo sabían. No había nada pacífico en ello. Peor aún, existía un creciente consenso entre los aliados de Estados Unidos de que Eisenhower había participado en la artimaña y que su administración había proporcionado los conocimientos necesarios para poner en marcha el programa. No fue así, pero los funcionarios estadounidenses ahora estaban ansiosos por impedir las inspecciones de las Naciones Unidas en Dimona, temerosos de lo que pudieran descubrir.
Para mayo de 1961, con John F. Kennedy en la Casa Blanca, la situación estaba cambiando. JFK incluso envió a dos científicos de la Comisión de Energía Atómica a inspeccionar el sitio de Dimona. Aunque llegó a creer gran parte de la propaganda israelí, los expertos señalaron que el reactor de la planta podría producir plutonio «apta para armas». La CIA, menos convencida ante las afirmaciones de Israel, escribió en una Estimación Nacional de Inteligencia, ahora desclasificada, que la construcción del reactor indicaba que «Israel podría haber decidido emprender un programa de armas nucleares. Como mínimo, creemos que ha decidido desarrollar sus instalaciones nucleares de tal manera que esté en condiciones de desarrollar armas nucleares con prontitud si así lo decide».
Y, por supuesto, eso fue precisamente lo que ocurrió. En enero de 1967, NBC News confirmó que Israel estaba a punto de desarrollar una capacidad nuclear. Para entonces, las autoridades estadounidenses sabían que estaba cerca de desarrollar un arma nuclear y que Dimona producía plutonio apto para bombas. Décadas más tarde, en un informe de 2013 que citaba cifras de la Agencia de Inteligencia de Defensa de EE. UU., el Boletín de los Científicos Atómicos reveló que Israel poseía al menos 80 armas atómicas y era la única potencia nuclear de Oriente Medio. Pakistán no adquiriría armas nucleares hasta 1976 y, en cualquier caso, normalmente se considera parte del sur de Asia.
Hasta la fecha, Israel nunca ha admitido abiertamente la posesión de dicho armamento y, sin embargo, se ha negado sistemáticamente a que los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica visiten el sitio secreto. No obstante, la evidencia sugiere que un «gran proyecto» en Dimona estaba en marcha en 2021 y que, para entonces, Israel estaba expandiendo activamente sus instalaciones de producción nuclear. La ausencia de inspecciones de la ONU u otras autoridades en Dimona ha resultado en que Israel no haya reconocido públicamente sus ojivas nucleares, lo que ha llevado a una falta de rendición de cuentas.[1]N. del E.: Israel nunca firmó el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), como sí lo hicieron otros países como el propio Irán, Estados Unidos o Rusia. Esto implica que no se … Continue reading
Esta historia de mentiras y engaños atroces hace que el bombardeo ilegal por parte de Israel de Irán por su supuesto programa nuclear sea aún más hipócrita.
Joshua Frank
Periodista de investigación, autor y editor estadounidense que cubre temas políticos y ambientales de actualidad. Junto con Jeffrey St. Clair es editor de la revista y sitio web de política alternativa CounterPunch.
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Notas
↑1 | N. del E.: Israel nunca firmó el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), como sí lo hicieron otros países como el propio Irán, Estados Unidos o Rusia. Esto implica que no se somete, como el resto de firmantes, a inspecciones periódicas de sus posibles instalaciones nucleares. |
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