El adiós a un economista de bien
El fallecimiento de Eduardo Basualdo deja un vacío inconmensurable, tanto en términos personales, para quienes lo conocieron y trataron, como para la ciencia económica argentina y latinoamericana. Fue un ejemplo de los que no abundan: en él se unían la excelencia profesional, altos valores humanos y un encomiable compromiso político. Basualdo realizó aportes fundamentales sobre el estudio de los modelos de acumulación de la Argentina, el proceso de endeudamiento externo, el comportamiento de sus élites empresarias y la evolución de la propiedad y los modelos de negocios en sectores tan disímiles como el de la electrónica o el agropecuario pampeano.
Era una figura que transmitía calma y a la vez firmeza y disciplina. De cabellera abundante, que los años no habían disminuido, y bigote espeso, su voz tenía una gravedad que trasuntaba profundidad y la cadencia con la que la empleaba, los silencios que distribuía en sus palabras, lejos de conspirar contra la atención que se le debía dispensar, era un llamado sutil y poderoso a concentrarse en lo que expresaba.
Eduardo Basualdo, fallecido pocas semanas antes de haber cumplido los 79 años, el sábado 19 de octubre de 2024 en la Buenos Aires escenario de sus múltiples logros, fue uno de los economistas más importantes de la historia argentina y no sería exageración extrapolar esa aseveración al resto de América Latina.
El valor de Basualdo trascendió con creces el de la disciplina que practicaba con enorme rigurosidad y fecundidad. Una práctica humanista profunda, cultivada al calor de una fe cristiana católica profesada sin caer en los desvíos conservadores que tanto han afectado a dicho credo desde que Constantino I la transformó en la religión oficinal del Imperio Romano en el siglo IV. Basualdo también fue un militante político de fuste, comprometido con una sociedad que avanzase hacia el desarrollo con justicia social.
Ninguno de los rasgos profundos y virtuosos de Basualdo son frecuentes en la economía contemporánea y mucho menos en la Argentina actual. La presencia de su ejemplo y su legado tiene múltiples dimensiones, solapadas y retroalimentadas unas con otras, como suele ocurrir con la vida que no coloca rígidos tabiques divisorios en los planos de su existencia. Y en definitiva, al conmemorar a alguien excepcional que se ha ido, continuamos celebrando su vida, no su partida.
Basualdo fue el líder natural del Área de Economía y Tecnología (AET) de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), sede Argentina. Centro académico de excelencia desde su fundación en 1983, cuya nave insignia ha sido la Maestría y la Especialización en Economía Política, un oasis para quienes han deseado aproximarse, o profundizar, en los estudios de economía pero sospechan, o ya tienen bien en claro, que su corriente hegemónica (mainstream) está plagada de falacias, cuando no de lisas y llanas mentiras interesadas.
Ya el título del área que Basualdo dirigía en Flacso remite a un enfoque distinto a lo habitual en la disciplina. Al sustantivo «economía» se le agrega el de «tecnología», una referencia que, intencionada o no, remite a una concepción de la materia en donde el núcleo de su dinámica no se encuentra en las variables agregadas (PBI, ingreso per capita) o en los indicadores financieros (tasa de interés, tipo de cambio), sino en los procesos de generación de valor, los que, a su vez, son los que realmente pueden modificar aquéllos otros guarismos antes mencionados, cuando ellos resultan adversos.
Basualdo concebía a la economía como una disciplina para la emancipación en un doble sentido: para el país, en tanto patria, respecto de sus múltiples dependencias externas; y en relación a su pueblo, a fin de mejorar la vida cotidiana de las personas. Con esta brújula siempre en mano el AET de Flacso Argentina desarrolló, bajo la conducción y el protagonismo en primera persona de Basualdo, una vasta tarea de investigación y formulación de propuestas de políticas públicas.
El propio Basualdo fue autor de más de veinte libros y trabajos, algunos como responsable único, otros en coautoría, sin incluir papers académicos e intervenciones en la prensa. Licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina (UCA), doctor en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, e investigador de carrera del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina, Basualdo realizó aportes fundamentales sobre el estudio de los modelos de acumulación en su país, el proceso de endeudamiento externo, el comportamiento de sus élites empresarias y la evolución de la propiedad y los modelos de negocios en sectores tan disímiles como el de la electrónica o el agropecuario pampeano.
De pensamiento sólido y con gran apego a la evidencia empírica en su propio quehacer profesional, en la publicación de sus obras y en el involucramiento en las actividades en las que se comprometía, exhibió otra cualidad remarcable: su enorme generosidad. En cada una de esas instancias de trabajo abrió constantemente la puerta para la participación de jóvenes integrantes de nuevas generaciones, no sólo de economistas, sino también de otras disciplinas, que estuvieran dispuestos a adentrarse en la buena Economía que él practicaba.
Su celo por dar cuenta de la realidad con fidelidad, y la propia riqueza cultural de su pensamiento, lo llevó a trascender en sus estudios, ideas y propuestas, las concepciones meramente económicas para integrar, en sus propias palabras:
“…conceptos y categorías de otras ciencias sociales, fundamentales para aprehender los procesos económicos y sociales; sin ellos el comportamiento de las variables que conforman la economía se vuelven una incógnita o –también bastante frecuentemente – da lugar a interpretaciones antojadizas basadas en supuestos adoptados arbitrariamente, sin sustento en la realidad económica y social” (Basualdo, E. [2019], Fundamentos de economía política, Buenos Aires: Siglo XXI Editores, p. 11)
En una intersección entre su compromiso académico y el político, fue fundador y activo participante de iniciativas como el Instituto de Estudios sobre Estado y Participación (IDEP) de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), de Argentina; y más recientemente del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA) de la Central de Trabajadores de Argentina (CTA). Además, fue consultor de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Política y compromiso
El involucramiento de Basualdo con la construcción de una sociedad desarrollada e inclusiva, en la tradición de los movimientos nacionales y populares, de la Argentina y América Latina, fue intenso y coherente. Ese compromiso lo llevó al exilio durante la dictadura cívico-militar-eclesiástica que gobernó la Argentina entre 1976 y 1983 para luego retornar al país al reabrirse el ciclo democrático.
En ese espectro de compromiso incluía también la cuestión de los derechos humanos. Durante años y hasta 2019 fue miembro de la junta directiva del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), una de las organizaciones no gubernamentales argentinas más prestigiosa e influyentes de América Latina.
Su apego a la democracia y la justicia se manifestaba, asimismo, en oportunas acciones coyunturales. Muchos recuerdan la dispensa a asistir a las clases de los martes o los jueves en la Maestría en Economía Política para acompañar alguna movilización puntual en defensa del orden constitucional durante el prolongado conflicto que las patronales agropecuarias, fervientes militantes de cuanto golpe de Estado y régimen violatorio de los derechos humanos hubo en Argentina durante el siglo XX, desataron contra el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en la primer mitad de 2008 a raíz de un cambio en el régimen de los derechos de exportación (El famoso conflicto por la Resolución Mecon N° 125/2008 por las retenciones agropecuarias).
Pero el compromiso de Basualdo era, por sobre todas las cosas, con la institucionalidad, la justicia social y el interés nacional, más allá de una administración gubernamental específica. Luego de la estatización del paquete accionario mayoritario de la petrolera YPF, en abril de 2012, el gobierno de Cristina Fernández designó a Basualdo como uno de los directores de la compañía. Sin embargo, en junio de 2013 renunció a ese cargo en protesta porque la Secretaría General de la Presidencia se negaba a hacer público el contrato firmado por YPF y la norteamericana Chevrón para la futura explotación del yacimiento no convencional de Vaca Muerta, en la Patagonia argentina. Consideraba que cuando las cosas están mal, lo están sin importar quien las haga.
Camino y legado
Las vidas de las grandes personalidades suele estar acompañada y nutrida por semejantes. Basualdo fue parte de una generación de titanes de la economía argentina como Hugo Notcheff, Daniel Azpiazu y Enrique Arceo. La mayoría de ellos, también fallecidos. El hecho de que sus nombres no hayan sido los habituales protagonistas de recurrentes reportajes y titulares en la prensa de las grandes corporaciones mediáticas locales oficia de alegato adicional sobre la importancia que han tenido para develar los ocultos mecanismos que han atenazado reiteradamente las capacidades de uno de los países más prometedores de América Latina hasta llevarlo al actual abismo en el que se encuentra.
Pero el pasado no se va con sus grandes hacedores. Ahora una generación nueva, dentro y fuera de Flacso Argentina, forjada en el crisol de aquellos maestros viene tomando la antorcha desde hace tiempo. Nombres como Pablo Manzanelli, Mariano Barrera, Nicolás Arceo, Lavih Abraham, Guillermo Peinado, Julia Strada y Victoria Basualdo, hija de Eduardo, por citar solo a algunos y algunas, garantizan que aquel legado continúe.
El calificativo «de bien», atribuible a una persona, ha sido secuestrado por lo más vil de la presente dirigencia política y empresarial argentina. No es la primera vez. Y en algo esa gente tiene razón, la «madre de todas las batallas» es la cultural. Y en esta tesitura no se puede permitir la inversión moral de los buenos términos. Debe recuperarse «de bien», como otras expresiones perdidas. Y para concretar esa recuperación hay pocas estrategias mejores que comenzar a asignárselas a lo que verdaderamente se lo merece.En ese afán, Eduardo calificaba más allá de toda duda razonable, como un economista de bien. Queda en que quienes recibieron de él algo de su saber y ejemplo puedan perseverar en la senda para que el «adiós» no sea tanto.
Fuente: Agencia TSS