Milei y el uso político de los discursos del odio y las «fake news»

Cabe preguntarse si los explícitos discursos del odio de Milei y sus errores discursivos son yerros groseros o se trata de una estrategia comunicacional destinada a reforzar el apoyo incondicional de sus seguidores, así como a distraer la atención de la opinión pública de los reales problemas que nos aquejan y enfrentar a quienes se oponen a sus propósitos.

Me pregunto y les pregunto: ¿se trata de errores groseros o de una muy refinada estrategia comunicacional destinada a reforzar el apoyo acrítico de sus seguidores y dividir a sus opositores?

Algunos hechos sobre las noticias falsas y los discursos del odio
  • Velocidad de transmisión y alcance: en tiempo de medios digitales y de redes sociales, una verdad necesita seis veces más tiempo que una mentira para llegar a 1.500 personas y 20 veces más tiempo para que se replique 10 veces.
  • En qué se basan: aprovechan dos características propias de los seres humanos para que nos resulten más atractivas que las noticias verdaderas, y una característica de nuestra época:
    • El sesgo confirmatorio nos hace filtrar la información, quedándonos con las que refuerzan nuestras creencias previas y descartando las que nos desafían;
    • El razonamiento motivado nos hace buscar argumentos y conclusiones que concuerdan con nuestras creencias y a no buscar argumentos que las contradicen;
    • También aprovechan la polarización extrema de las opiniones y las grietas que generan, característica de nuestra época, tanto en la Argentina como en el resto mundo.
  • Aspectos, características y consecuencias de las fake news y los discursos del odio
    • Temáticas que tratan:
      • Política nacional: 78,1%
      • Economía: 43,5 %
      • Política internacional: 37,4 %
      • Noticias del espectáculo: 37,2 %
      • Noticias de carácter social: 21,7 %
      • Salud: 19,3 %
      • Sucesos y catástrofes: 10,4 %
      • Deportes: 6,9 %
      • Ciencia y tecnología: 4,7 %
    • Aspectos negativos identificados:
      • Desinformación: 52,4 %;
      • Delitos y estafas: 50,6 %
      • Expresiones de odio y discriminación: 40,5 %
      • Acoso: 31,6 %
      • Sensacionalismo: 12, 2%
      • Polarización: 10,8 %
      • Otros: 20,3 %
  • Aspectos que focalizan:
    • Género: 15,2 %
    • Aspecto físico: 11,7 %
    • Orientación política: 10,7 %
    • Orientación sexual: 4,8 %
    • Nacionalidad: 3,1 %
    • Lugar de residencia: 2,7 %
    • Religión: 1,8 %
    • Otros: 34,6 %
    • No sabe / no contesta: 15,5 %
  • Situaciones experimentadas:
    • Fueron mencionados ofensivamente: 51 %
    • Recibieron mensajes sexuales indeseados: 49,2 %
    • Fueron estafados o engañados: 47,5 %
    • Fueron acosados: 29 %
    • Fueron avergonzados: 24 %
    • Fueron discriminados: 23,3 %
    • Fueron amenazados físicamente: 23,1 %
    • Otros: 2,4%
  • Consecuencias:
    • Menor confianza hacia otras personas: 64 %
    • Menor participación en redes: 25,3 %
    • Sensación de tristeza: 16,4 %
    • Pérdida de dinero: 15,6 %
    • Sensación de intimidación o amenaza: 12,7 %
    • Intento de no ofender: 10,3 %
    • Pérdida de amigos o contactos: 9,8 %
    • Sensación de pérdida de reputación: 7 %
    • Mayor nivel de estrés: 6,1 %
    • Sensación de aislamiento: 5,9 %
    • Empeoró el desempeño escolar: 2,2 %
    • Empeoró el desempeño laboral: 1,3 %
    • Otros: 4,8 %
Conclusiones preliminares

Las fake news se originan con la intencionalidad política de acallar al otro y de imponer ideas destinadas a establecer o reforzar discursos hegemónicos.

Los discursos de odio tienen como finalidad imponer formas únicas de interpretación sobre los acontecimientos, así como discursos ordenadores que por lo general están dirigidos contra grupos disidentes, vulnerables, migrantes o cualquier persona o grupo de personas que los poderes fácticos visualicen como una amenaza a sus fines o para el orden político y social que impera para sostenes esos fines.

La difusión de contenidos falsos mediante la circulación por diferentes plataformas, así como el uso de seudónimos, el anonimato, y la transnacionalidad son otras particularidades del espacio virtual que agrega potencia al empleo de los discursos del odio.

Apelando a un oportunismo que aprovecha contextos o eventos específicos, como atentados terroristas, decisiones políticas o crisis sanitarias, los discursos de odio constituyen mecanismos fundamentales para deshumanizar a los colectivos a los que se pretende negar pertenencia ciudadana y juegan un rol importante para perpetuar estereotipos discriminatorios y para estigmatizarlos, fomentando el extremismo, la polarización y la fragmentación de la sociedad.

Los discursos del odio político operan haciendo que el acusado de enemigo sea el origen de todos los males y simplificando la política a ese único problema. Con ello, los discursos de odio son la precondición necesaria para el ejercicio de violencias de todo tipo que dañan la posibilidad de la convivencia democrática.

No podemos perder de vista que lo que estamos tratando de comprender es el modo en que los discursos circulan mediante una ingeniería comunicacional construida por y para el mercado mediante algoritmos, técnicas de inteligencia artificial y bots, con la finalidad de ordenar la atención del público, generando además un alcance desigual de cada mensaje.

En los últimos años se verifica una estrategia muy deliberada de producir odio hacia Cristina Fernández de Kirchner, al kirchnerismo y por extensión hacia el conjunto del peronismo. Esto no se hace sólo desde las redes sociales, también impulsan cotidianamente La Nación, Clarín y otros medios radiales y televisivos, con la complicidad de parte del Poder Judicial, como modo de derrotarla sin un debate político, sino colocándola como objeto del odio social.

Sobre la base de todo lo expuesto, y con la esperanza de generar un debate que nos permita arribar a algunas conclusiones y cursos de acción sobre la cuestión, vuelvo a la pregunta original: los muy explícitos discursos del odio de Milei y sus presuntos errores discursivos, ¿son errores groseros o se trata de una estrategia comunicacional destinada a reforzar el apoyo incondicional de sus seguidores, así como a distraer la atención de la opinión pública de los reales problemas que nos aquejan y enfrentar a quienes nos oponemos a sus propósitos?

Ingeniero Químico (UBA). Vicepresidente de la Asociación Argentina de Ingenieros Químicos. Por más de veinte años fue director ejecutivo de la Cámara de la Industria Química y Petroquímica de Argentina. Consultor en el asesoramiento integral a las industrias químicas, petroquímicas, de procesos y de energía. Integrante del Instituto Patria.


MIRÁ TAMBIÉN

Google, Netflix y Clarín: se acaba el tiempo para la discusión atrasada

POR JUAN DELÚ | América Latina se encuentra en una encrucijada: la falta de soberanía digital y la concentración mediática son una amenaza real que nos deja a merced de las corporaciones. La última gran discusión fue la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual hace quince años. Sin reglamentaciones efectivas, las plataformas digitales alimentan la polarización y juegan con nuestras opiniones. Es hora de volver a discutir normativas que no solo garanticen la diversidad, sino que también nos devuelvan el poder de nuestras voces.


A quince años de la ley 26.522: Una herramienta en disputa para la batalla cultural

POR LUIS LÁZZARO | Mirando el camino recorrido, debemos celebrar como parte del capital democrático que una normativa con arraigo en la sociedad haya hecho posible modernizar y diversificar la escena comunicacional en nuestro país. Sin embargo, su legado reclama hoy una fuerte reflexión sobre las graves violaciones a su mandato a manos de gobiernos cómplices y al silencio del parlamento, que hicieron posible la circulación unidireccional de discursos de odio y autoritarismo sin el debido contrapeso democrático.


El costo ambiental de entrenar inteligencia artificial generativa

POR ALFREDO MORENO | El desarrollo de la inteligencia artificial (IA) demanda ingentes cantidades de energía eléctrica y supone un aumento considerable en el consumo de agua para refrigerar los centros de datos. Así, esta combinación de factores tiene el potencial de acelerar la crisis climática global al incrementar las emisiones de gases causantes del efecto invernadero.


El espectáculo

POR SERGIO PERALTA | Para el filósofo francés Guy Debord vivimos en una sociedad que ha convertido la vida de las personas en un espectáculo. Para Debord, que no conoció las redes sociales, vivimos en una pantalla global donde hay que ser visible a cualquier precio, pues si no te muestras no existes. Por tanto, solo cuenta lo que proyectamos de nosotros mismos en una imagen. Proyectado este enfoque a la actualidad, nuestra existencia depende de publicar nuestras imágenes en las redes sociales. En otras palabras, la realidad no es vivida directamente; vivimos a través de sus representaciones.


También te podría gustar...

Deja un comentario