El espectáculo
Para el filósofo francés Guy Debord vivimos en una sociedad que ha convertido la vida de las personas en un espectáculo. Para Debord, que no conoció las redes sociales, vivimos en una pantalla global donde hay que ser visible a cualquier precio, pues si no te muestras no existes. Por tanto, solo cuenta lo que proyectamos de nosotros mismos en una imagen. Proyectado este enfoque a la actualidad, nuestra existencia depende de publicar nuestras imágenes en las redes sociales. En otras palabras, la realidad no es vivida directamente; vivimos a través de sus representaciones.
«A medida que la necesidad es soñada socialmente el sueño se hace necesario. El espectáculo es la pesadilla de la sociedad moderna encadenada que no expresa finalmente más que su deseo de dormir. El espectáculo es el guardián de este sueño.»
Guy Debord
Hace un tiempo, hice referencia a la influencia que, en la manipulación de la opinión pública, tenía el libro Propaganda, Cómo manipular la opinión en la democracia; escrito por Edward Bernays, publicado por primera vez en 1928 y que tiene una vigencia apabullante. Bernays tuvo un parentesco doble con Sigmund Freud: su padre era hermano de la mujer del fundador del psicoanálisis, mientras que su madre Ana, era hermana de Freud. En la contratapa de la edición hecha por Los libros del Zorzal se hace una referencia a esa doble condición y cómo fue utilizada por Bernays, de manera inteligente, para ofrecer los servicios de consultor político durante su larga vida.
Más acá en el tiempo, el filósofo francés, Guy Debord, escribió La sociedad del espectáculo, un libro ciertamente profético, publicado el 14 de noviembre de 1967 por la editorial Buchet/Chastel, cuya actualidad acerca de la descripción de la sociedad también sigue vigente y asombra por su capacidad de anticipar nuestro presente.
Guy Debord, nacido en París el 28 de diciembre de 1931, se quitó la vida el 30 de noviembre de 1994, tenía diagnosticada polineuritis alcohólica y su existencia era cada vez peor. Fundador de La Internacional Letrista y La Internacional Situacionista, organización «cuyo principal objetivo era el de liquidar la sociedad de clases en tanto que sistema opresivo y el de combatir el sistema ideológico contemporáneo de la civilización occidental: la llamada dominación capitalista y la dictadura de la mercancía».
Desde la publicación de La sociedad del espectáculo, la sociedad contemporánea ha experimentado una serie de transformaciones significativas con el uso de diversas tecnologías de la información y comunicación, donde las plataformas sociodigitales y otras herramientas de comunicación han adquirido un papel central en nuestras vidas. Estas plataformas han posibilitado la existencia de nuevas prácticas y formas de expresión entre sus usuarios. Uno de estos múltiples usos refiere a la muestra de gran parte de nuestras actividades cotidianas, a la puesta en escena de nuestra vida diaria.
En función de lo anterior, cobra relevancia la noción de sociedad del espectáculo acuñada por Debord como una categoría analítica que permita pensar las formas de autorrepresentación y autoexhibición de las personas en la sociedad contemporánea, dado que muchos de estos ejercicios de representación en los entornos sociodigitales se centran en aspectos superficiales convirtiendo con ello estas imágenes en un espectáculo en donde la popularidad, el éxito y la apariencia cobran relevancia frente a otros. De acuerdo con Debord, en la sociedad del espectáculo se privilegian la imagen y la representación, y estos dominan los aspectos sociales y políticos; en ese mismo sentido, esta autoexhibición en tales entornos supone una extensión de la sociedad espectacular donde la economía de la atención se vincula con la búsqueda de la validación, el reconocimiento y la preocupación constante por la aprobación basada en la imagen.
Es por ello que la obra de Debord es considerada como una de las obras fundamentales de la teoría crítica en relación a los medios de comunicación y ha tenido un gran impacto en la comprensión de la cultura y la sociedad contemporáneas. En su análisis, Debord sostiene que nuestra sociedad moderna se ha transformado de manera paulatina en una sociedad dominada por la imagen y la representación, donde la organización social se desprende de la primacía del espectáculo. El argumento del autor galo descansa sobre la idea que vivimos en mundo donde la realidad se ha desvanecido debido a una sucesión continúa de imágenes, símbolos y representaciones que son impuestos desde el exterior. La exacerbación de estos elementos no constituye por sí mismo la idea de la sociedad del espectáculo, sino que es la relación social desprendida de lo anterior lo que constituye la sociedad del espectáculo. El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas, mediatizada por imágenes.
Para Debord el espectáculo no se limita a la secuencia de imágenes y representaciones, sino que la sociedad del espectáculo remite principalmente a una forma de interacción mediada por dichas imágenes. A partir de esta idea es necesario entender que el espectáculo, y la sociedad que se encuentra inmersa en él, no es un acto de contemplación y consumo pasivo, más bien se relaciona con la forma en la cual la sociedad se relaciona y se percibe a sí misma. Si la realidad en la sociedad espectacular se convierte en un collage de imágenes inconexas y superpuestas, esta lógica se convierte en la forma predominante en el flujo social. La sociedad espectacular, en palabras de Debord, es «una sociedad en la que la imagen y la representación han llegado a dominar la vida social y económica».
En la sociedad espectacular las imágenes se superponen y compiten entre ellas para demandar atención, de esta manera el espectáculo en el sentido propuesto por Debord se extiende a todos los aspectos de la vida social, incluyendo la política, la economía y las relaciones personales. La lógica del espectáculo se basa en la producción y consumo de imágenes y representaciones que alienan a los individuos y los separan de la experiencia directa de la realidad.
Usando un prefacio que Ludwig Feuerbach hace a la segunda edición de La esencia del cristianismo, el libro de Debord dice: «Y sin duda nuestro tiempo… prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser… lo que es “sagrado” para él no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado».
A lo largo de sus páginas, La sociedad del espectáculo describe, cómo la sociedad va mutando en su condición de protagonista de los cambios sociales a ser un mero espectador.
«El espectáculo, comprendido en su totalidad, es a la vez el resultado y el proyecto del modo de producción existente. No es un suplemento al mundo real, su decoración añadida. Es el corazón del irrealismo de la sociedad real. Bajo todas sus formas particulares, información o propaganda, publicidad o consumo directo de diversiones, el espectáculo constituye el modelo presente de la vida socialmente dominante. Es la afirmación omnipresente de la elección ya hecha en la producción y su consumo corolario. Forma y contenido del espectáculo son de modo idéntico la justificación total de las condiciones y de los fines del sistema existente. El espectáculo es también la presencia permanente de esta justificación, como ocupación de la parte principal del tiempo vivido fuera de la producción moderna.»
La aparición de las redes sociales, herramienta básica en la construcción de la sociedad del espectáculo, es relativamente reciente. Corría el año 1997 cuando Andrew Weinreich creó la que podría considerarse la primera red social del mundo llamada SixDegrees, en la que se permitía crear perfiles, localizar a otros miembros de la red y crear listas de amigos. Debord se adelanta en el tiempo, describiendo situaciones que solo ocurrirían varias décadas después.
«Para describir el espectáculo, su formación, sus funciones, y las fuerzas que tienden a disolverlo, hay que distinguir artificialmente elementos inseparables. Al analizar el espectáculo hablamos en cierta medida el mismo lenguaje de lo espectacular, puesto que nos movemos en el terreno metodológico de esta sociedad que se manifiesta en el espectáculo. Pero el espectáculo no es nada más que el sentido de la práctica total de una formación socio-económica, su empleo del tiempo. Es el momento histórico que nos contiene.»
Leerlo sirve como material de aporte para la discusión sobre la urgente necesidad de construir contenidos que permitan romper la lógica del espectador que, impávido, observa cómo son golpeados los jubilados que reclaman a que se los tengan en cuenta. Para que el festejo de un grupo de personas que apoyaron la negación al buen vivir de los jubilados y que son elegidas democráticamente para llevar adelante la concreción de metas de desarrollo social, no quede en los comentarios de los programas «de interés general». Estas son dos puntuaciones sobre los muchos casos en los que la sociedad no puede ser solo un espectador.
Dice Debord: «El carácter fundamentalmente tautológico del espectáculo se deriva del simple hecho de que sus medios son a la vez sus fines. Es el sol que no se pone nunca sobre el imperio de la pasividad moderna. Recubre toda la superficie del mundo y se baña indefinidamente en su propia gloria».
Frente a la justificación de lo que sucede usando número incomprobables por los afectados de la aplicación de esas ecuaciones y que arrojan cifras inverosímiles, se puede leer lo siguiente: «La primera fase de la dominación de la economía sobre la vida social había implicado en la definición de toda realización humana una evidente degradación del ser en el tener. La fase presente de la ocupación total de la vida social por los resultados acumulados de la economía conduce a un deslizamiento generalizado del tener al parecer, donde todo «tener» efectivo debe extraer su prestigio inmediato y su función última. Al mismo tiempo toda realidad individual se ha transformado en social, dependiente directamente del poder social, conformada por él. Solo se permite aparecer a aquello que no existe».
El rol de la comunicación y sus participantes es fundamental en la recuperación del sentido humano de esta sociedad que va hacia él fatal destino de convertirse en una jungla despiadada.
Dejo por acá, para cerrar, lo expresado por Debord sobre el espectador «… cuanto más contempla menos vive; cuánto más acepta reconocerse en las imágenes dominantes de la necesidad menos comprende su propia existencia y su propio deseo. La exterioridad del espectáculo respecto del hombre activo se manifiesta en que sus propios gestos ya no son suyos, sino de otro que lo representa. Por eso el espectador no encuentra su lugar en ninguna parte, porque el espectáculo está en todas».
SERGIO PERALTA
Integrante de Esfera Comunicacional. Periodista y docente. Fundador del Canal 3 de Televisión Comunitaria de San Martín, Mendoza. Exdirector del LV8 Radio Libertador. Militante de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en la Coalición por una Comunicación Democrática. Publica en distintos medios de comunicación del país y del exterior.
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