Vacunarse contra las fake news

Es imprescindible un periodismo responsable para que la sociedad abandone la costumbre de consumir excrementos.
Carrió: de la campaña contra las vacunas a la crítica por la escasez de vacunas.

En este momento de la historia de la humanidad existe una cultura que quiere que se le presente la información de manera rápida, breve, de fácil comprensión y entretenida, que apele principalmente a las sensaciones y los sentimientos por sobre la razón, y si es posible con más imágenes que texto.

Tampoco se destaca necesariamente lo bueno o el accionar debido, a eso no se lo considera noticiable. La notica se trabaja sobre lo irregular. En este aspecto, el proceder valioso de tantas personas pasa inadvertido y no es valorado adecuadamente. El cuadro es aún más grave si tenemos presente que la realidad que se conoce es la que los medios de difusión o algunas redes sociales muestran, por lo que pareciera que no existen actitudes positivas, mientras que las hay y muchas en los diversos ámbitos de la sociedad, tanto públicos como privados. En definitiva, la sensación que queda es que todo es malo, al no mostrarse en la misma proporción lo valioso. Esto último se ha potenciado en una perspectiva negativa que se da respecto de lo que implica la vida en democracia.

A su vez, se ha comprobado que en las redes sociales las personas valoran y confían más en quién le envió la información, con independencia del autor de la misma y aunque el remitente no haya chequeado la noticia en su veracidad. Todo lo cual configura el caldo de cultivo ideal para que fructifiquen eficazmente, se difundan y vuelvan virales las noticias falsas, rumores tóxicos, posverdades o mentiras emotivas (fake news).

Verdades, mentiras y sensaciones

La “verdad” queda subordinada a sentimientos y emociones, y hay que significar que no siempre gusta la verdad. Así, se ha comprobado que las falsedades en Twitter tienen un 70% más posibilidades de ser compartidas que las informaciones verídicas.

Hay que agregar que existe un accionar casi instintivo y propio de la cultura que se vive, por el cual se busca compartir lo que se recibe de manera veloz, llevados por el título o el copete de la noticia, sin haber leído y meditado el contenido. A lo que se suma, además, que el enojo de lo que se considera negativo parece motivar mucho más los reenvíos.

El momento y las lógicas de la era digital también permiten situaciones casi desde un absurdo mentiroso. Al respecto, baste referir que hay personas, como “los terraplanistas”, que creen que la Tierra no es una esfera achatada por los polos sino un disco; consideran que la Tierra es plana. No es necesariamente analfabetismo, porque muchos de los que predican dicha afirmación estudiaron el sistema solar y sus planetas, pero en los últimos años han decidido que todo eso es una gigantesca manipulación, incentivados por grupos en redes sociales que se retroalimentan entre sí en dichas creencias infundadas.

Desde esas realidades y sentimientos se fundan las noticias falsas, maliciosas o manipuladas que potencian las emociones positivas o negativas, sembradas adrede y aumentadas por las dinámicas de velocidad de Internet y demás tecnologías asociadas para diseminarlas. Ello agravado en su influencia distributiva de la información con la utilización de trolls, entre otros métodos, que pueden crear o difundir mensajes falsos en Internet, con contenidos diferentes como mentiras difíciles de detectar, cuya intención es provocar confusión y sentimientos encontrados en los demás, generando discusiones inconducentes, irresponsables e interminables.

Mentiras secuenciales de Carrió

A lo dicho hay que agregar que muchas mentiras se presentan con una estrategia secuencial, en virtud de la cual, cuando se la descubre el juicio crítico no se exige porque dicho tema ya no es noticia y se pasó a otra mentira y así, sucesivamente.

Baste como ejemplo las actitudes de Elisa Carrió, quien a fines de 2020 sostuvo que la vacuna Sputnik V era “una gran estafa nacional” y “un negocio entre Cristina Fernández de Kirchner y los rusos”. Esas afirmaciones las remató con una denuncia penal contra el Presidente de la Nación Alberto Fernández y su ministro de salud por envenenamiento, defraudación a la administración pública e incumplimiento de los deberes de funcionario público. La misma dirigente, sin arrepentimiento, siempre con apoyo mediático y luego de haberse demostrado que la referida vacuna ha sido la más efectiva contra el Codiv-19, afirmó que ella no produjo ningún daño ya que su oposición a la vacuna rusa se justificaba “para defender la democracia en el mundo” en contra del Presidente Vladimir Putin, a quien considera un dictador.

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