Ni guerra ni excesos: cómo contar el terrorismo de Estado a las nuevas generaciones
Pasaron 48 años de aquel 24 de marzo de 1976 en que las Fuerzas Armadas tomaron el poder a través de un golpe de Estado y llevaron adelante una de las épocas más oscuras y sangrientas de la historia nacional, que culminó con una guerra y treinta mil desaparecidos. Bajo esta premisa, ¿cómo se comunica el terrorismo de Estado a las nuevas generaciones? En esta nota, integrantes de la agrupación Hijos, del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y del Centro de Derechos Humanos Emilio Mignone (UNQ) cuentan sus experiencias y estrategias.
Argentina es un país vanguardista en materia de defensa de los derechos humanos, con el juicio a las juntas y a los represores de eslabones menos jerárquicos, la institucionalización de los reclamos de Nunca Más y de Memoria, Verdad y Justicia y el amplio rechazo social y político al 2×1 en 2017 (un fallo de la Corte Suprema que reducía las condenas a represores privados de libertad). No obstante, tras casi cincuenta años de lucha, aparecen nuevas generaciones con otros interrogantes y relecturas de la historia que, en muchos casos, la cuestionan.
«Hijos nació en 1990 y con veinte años íbamos a escuelas y contábamos a nuestros pares lo que nos había pasado. En términos etarios, hoy es como si le habláramos a nuestros hijos por lo que hay que buscar puntos de conexión entre su historia y la nuestra. Hace poco lanzamos el libro Ahora y siempre que recopila más de cincuenta testimonios de hijos e hijas de desaparecidos y volvemos a esa práctica de ir a las escuelas y contar lo que sucedió», relata Lucía García Itzigsohn, hija de desaparecidos e integrante de la agrupación Hijos.
El relato es bien recibido por los jóvenes, los adolescentes e incluso las infancias. García Itzigsohn cuenta que el punto de partida es hablar sobre cuál es la situación actual de los lazos comunitarios y qué rol le corresponde al Estado. «Nos interesa abrir el juego y escucharlos a ellos, qué están pensando, qué les preocupa, cómo viven la realidad, o reflexionar acerca de cómo un Estado puede llegar a atentar contra los jóvenes de su propio país. Desde los niños a veces surgen preguntas que hasta nos resultan difíciles de responder», explica. Y ejemplifica: «Una vez, una nena nos preguntó qué sentimos cuando se llevaron a nuestros padres; uno les quiere transmitir la verdad a la vez que busca que sea un relato con esperanza y no solo de crueldad y miedo».
También, esta agrupación busca llegar a los jóvenes a través de actividades culturales y artísticas. Ana Laura Mercader, hija de Mario Miguel Mercader y de Silvia Anahí Fernández desaparecidos en 1977, señala: «Es absolutamente necesario poder sensibilizarnos y generar vínculos en tiempos donde la crueldad parece estar de moda. Lo que vemos es que lo testimonial siempre nos acerca porque se trata de mostrar una parte de la intimidad y de la cotidianidad de nosotras y nosotros».
«Ahora estamos haciendo una muestra en la que los hijos exhiben objetos de sus padres y cuentan la historia. En nuestros inicios, hicimos la obra de teatro Bla, bla bla que transcurría en una verdulería donde los personajes pertenecían a diferentes sectores de la sociedad. Entre ellos había un genocida que tenía las manos manchadas de sangre y tocaba las frutas y las verduras. La obra finalizaba con la condena social al genocida cuando se enteraban de lo que había hecho. El arte siempre empatiza», detalla Mercader.
Tender lazos, empatizar y dialogar
Por su parte, Matías Penhos, integrante del Centro de Derechos Humanos Emilio Mignone de la UNQ aporta: «Lo ideal sería que, como otros países como Brasil, se baje desde el Estado un plan de educación con perspectiva en derechos humanos. Ahora bien, en este contexto, hay que resistir, no callar las voces, asistir a las marchas como la del 24 de marzo o apoyar eventos que realicen los organismos de derechos humanos».
Penhos lleva adelante Derechos Humanos, Sociedad y Práctica Profesional, una nueva materia de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) que es transversal a todas las carreras y propone evaluar el significado de los derechos humanos en la actualidad. El docente enfatiza la necesidad de establecer vínculos con la comunidad universitaria a través de la solidaridad y lograr que los estudiantes empaticen con las crudas realidad que se vivieron y se están viviendo.
«Las nuevas generaciones tienen poca conexión con lo que fue el terrorismo de Estado. No hay que llevarles un discurso y decirles «esto lo tenés que entender», sino que el vínculo entre las juventudes y lo que sucedió entre 1976 y 1983 debe emerger solo. Para eso, trato de que algunos estudiantes cuenten si tuvieron algún desaparecido en su familia o si les llegó el relato de alguien y que lo compartan o tratamos de poner en contexto qué significa un secuestro o la desaparición de una persona», propone Penhos.
Desde el CELS, lanzaron el libro Más que nunca, que propone debates a lo largo de doce capítulos para fortalecer la democracia, donde se destaca la pregunta «Memoria, ¿para qué?». «Estamos constantemente preocupados y pensando cómo llegar a las nuevas generaciones. Creemos, en primer lugar, que no hay que responsabilizarlos por no tener como prioridad la dictadura, entendemos que crecieron en otro contexto con otras adversidades y en donde las instituciones no les dan respuestas a sus proyectos de vida», dice Marcela Perelman, coordinadora de Investigación del CELS.
Y agrega: «Tratamos de hablar con ellos y escucharlos desde una lógica constructiva y no desde la transferencia. No queremos transferir de padres a hijos lo que pensamos, sino construir un pensamiento entre las preocupaciones que tienen ellos y las que tenemos nosotros y ver a dónde llegamos».
Para ello, se destacan dos estrategias que utiliza el CELS para lograr el diálogo con los jóvenes: el uso de una comunicación que no abarque sobreentendidos y la búsqueda de unir las luchas de las distintas generaciones en una en común. «La enunciación es sin dar por sentado nada. Algunas generaciones saben cosas que otras no, hay que hablar sin estereotipar al otro y de una manera más amigable», plantea Perelman.
A su vez, en la búsqueda por unir las luchas, distintas organizaciones, como el CELS, Hijos y Abuelas de Plaza de Mayo, lanzaron la campaña Memoria, sí de cara al próximo 24 de marzo. Allí se invita a mostrar los pañuelos actuales y del pasado, de distintos colores y diferentes luchas como una forma de unir las demandas.