La otra cara de Tomás Méndez

El anuncio de la «desvinculación» de Tomás Méndez de C5N desató una ola de reacciones entre quienes no conocen su forma de «hacer periodismo», que llevó a que sus propios compañeros exigieran que lo echaran del Canal 10 de la Universidad de Córdoba.

Los dos hechos se sucedieron casi con la velocidad de un rayo: la transmisión por la pantalla de C5N del “escrache” organizado por el conductor de ADN, Tomás Méndez, frente al domicilio de Patricia Bullrich, y la lectura al aire por otro integrante del staff de la emisora de un comunicado donde se anunciaba “la desvinculación” de Méndez debido a ese escrache.

Conviene empezar por lo último, para dejarlo rápidamente e ir al tema de esta nota. Es lamentable que un periodista (Iván Schargrodsky) se preste a la lectura del anuncio del despido de alguien con quien comparte la tarea de informar en un medio. Es cierto que los tiempos de los shows periodísticos son vertiginosos, pero ante determinadas situaciones hay que tomarse el tiempo necesario para parar la pelota. Lo correcto hubiera sido que el periodista anunciara la presencia de un directivo del canal y que éste leyera el comunicado que anuncia el despido de otro periodista (Tomás Méndez). Punto y aparte.

El primer hecho fue bochornoso desde el punto de vista periodístico. Una cosa es que un medio envíe periodistas a cubrir un escrache si lo considera noticia, pero otra muy diferente es que el conductor de un programa lo organice para producir «una noticia». No sólo no es su función sino una grave violación de la ética que requiere el oficio.

Vistas las reacciones que se produjeron desde ayer hasta el momento de escribir estás líneas, queda claro a mucha gente le resulta difícil percibir esa diferencia. Esto tiene que ver, parafraseando a Discepolín, con que algunos referentes políticos y algunos comunicadores se andan revolcando en el mismo lodo.

Y de tantas revolcadas ante las cámaras, buena parte del público identifica a algunos periodistas como si fueran referentes políticos. Desgracias del llamado “periodismo militante”, uno de los cánceres del oficio.

Y aparecen las justificaciones e, incluso, los festejos: Si Wiñazki, Leuco, Feinmann y tantos otros que están «del otro lado de la grieta» lo hacen, por qué no lo van a hacer «los de nuestro lado». La respuesta es simple: porque una cosa no justifica a la otra y porque organizar un «escrache» va contra el buen ejercicio del periodismo. O dicho directamente: eso no es periodismo.

Ahora bien, ¿es realmente Tomás Méndez un periodista o es otra cosa?

Como comunicador deja bastante que desear: prepara informes rápidos y confusos pero efectistas sobre cualquier tema, muchas veces sin elementos que los sustenten; ha tenido que disculparse por posiciones discriminatorias y antisemitas expresadas livianamente frente a las cámaras; suele apelar al amarillismo y el sensacionalismo para capturar a la audiencia. Sobre este último punto, al principio de la pandemia escribí una nota en Socompa titulada “Tomás Méndez, un caso de periodismo basura”, que se puede leer aquí.

Bueno, podrán decir, si «los otros» lo hacen, hay que pagarles con la misma moneda. La respuesta vuelve a ser «No». Eso podrá correr entre dirigentes políticos, pero no entre periodistas, por la sencilla razón que no es periodismo.

Pero, además, ¿quién es Tomás Méndez?

Seguir leyendo esta nota en: Socompa

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