La nueva razón del mundo

Christian Laval, (izquierda) y Pierre Dardot (derecha)
No hay resistencia al neoliberalismo sin entender cómo funciona. Este es el mensaje de La nueva razón del mundo (Barcelona, 2013). Esta obra de Christian Laval (sociólogo) y Pierre Dardot (filósofo) distingue el neoliberalismo del liberalismo clásico («menos Estado») y de una política que viene simplemente «de arriba».

Podría parecer innecesario denunciar una vez más el absurdo de un mercado omnisciente, omnipotente y autorregulador. La presente obra, sin embargo, demuestra que este aparente caos procede de una racionalidad cuya acción es subterránea, difusa y global. Dicha lógica construye y define la esencia del neoliberalismo. Al explorar su génesis doctrinal, los autores despejan numerosos malentendidos: no se trata de un retorno al liberalismo clásico, ni un retorno a un capitalismo «puro», y sostener este contrasentido es no entender sus nuevos rasgos.

El neoliberalismo que irrumpe en los años ochenta incorpora una serie de rasgos del todo novedosos: no es ni un retorno al liberalismo clásico, ni el retorno a un capitalismo «puro». Sostener este contrasentido es no entender lo que tiene de nuevo, precisamente, el neoliberalismo, que lejos de ver en el mercado una especie de fenómeno natural limitador de la acción del Estado, se fija como objetivo construir los mercados y hacer de la empresa el
modelo para el gobierno de los sujetos.

A lo largo de sus páginas, este texto muestra cómo, por múltiples vías, el neoliberalismo se ha impuesto como la nueva razón del mundo, que hace de la competencia la norma universal de los comportamientos, sin dejar intacta ninguna esfera de la existencia humana. Una lógica tan corrosiva erosiona hasta la concepción clásica de la democracia e introduce formas novedosas de sujeción que constituyen, para quienes las rechazan, un desafío político e intelectual inédito. Sólo entendiendo esta racionalidad se le podrá oponer una verdadera resistencia y abrir la puerta a otro porvenir.

¿En qué consiste el neoliberalismo? ¿Se puede aún pensar como aquella ideología que hace del «menos Estado» y «más mercado» su característica principal? ¿Cómo extiende e impone una determinada forma de organizar el mundo y la vida que hace de la competencia la norma universal de los comportamientos? ¿Cómo se puede resistir para salir de sus coordenadas?

La nueva razón del mundo de Laval y Dardot retoma los planteamientos de Michel Foucault y emprende una ambiciosa reconstrucción de la historia y el presente de lo que ellos llaman, precisamente, la nueva razón del mundo.

Este libro se presenta, básicamente, como una obra de clarificación política. La comprensión del neoliberalismo tiene un «alcance estratégico» fundamental para el cambio social.

Laval y Dardot arrancan de la siguiente constatación, a la vez intelectual y política: creemos conocer el neoliberalismo cuando en realidad no sabemos exactamente lo que es ni de dónde viene. Resistir eficazmente, luchar contra una situación intolerable, no sólo requiere una buena organización y una estrategia eficaz, sino también y, sobre todo, una inteligencia colectiva de la situación, que puede lograrse a través de la discusión de trabajos teóricos de profundidad en y por los movimientos. Ahora bien, el análisis y la denuncia del neoliberalismo sobre los que se apoyan los movimientos sociales y las contestaciones políticas desde los años noventa nos parecen incompletos o falsos.

Para los autores el primer error es confundir el liberalismo clásico y el neoliberalismo. ¿Cuál es, a grandes rasgos, la diferencia?

El liberalismo clásico se constituyó en el siglo XVIII en torno a la cuestión de los límites de la intervención gubernamental. Tres principios se postularon, hablando muy esquemáticamente, como principio de esa limitación: el mercado abandonado a su «curso natural» (Adam Smith), el cálculo de utilidad (Jeremy Bentham) y los derechos naturales de los individuos (John Locke). El comienzo del siglo XX vio cómo el liberalismo, en particular el dogma del laissez faire, entraba en una crisis profunda. En el caso del neoliberalismo, una cuestión diferente sustituye a la de los límites: ya no se trata de limitar, sino de extender. Extender la lógica del mercado más allá de la estricta esfera del mercado y con ese fin reformar el funcionamiento interno del Estado de manera que sea la palanca principal de esa extensión. Denunciar el neoliberalismo como si fuera una renovación de la doctrina de Adam Smith es equivocarse de época y de objetivo. El neoliberalismo no es una doctrina económica falsa o arcaica, sino un conjunto de prácticas y de normas construidas política, institucional y jurídicamente.

Ahora bien, qué significa que el neoliberalismo sea «la nueva razón del mundo».

Laval y Dardot hablan de «razón» precisamente en el sentido de una «racionalidad»; es decir, de una lógica que dirige las prácticas desde su propio interior y no de una simple motivación ideológica o intelectual. El neoliberalismo no gobierna principalmente por medio de la ideología, sino por la presión ejercida sobre los individuos a causa de las situaciones de competencia que crea. Esa «razón» es mundial por su escala y «hace mundo» en el sentido de que atraviesa todas las esferas de la existencia humana sin reducirse a la propiamente económica. No es la esfera económica la que tiende a absorber las demás esferas, sino la lógica de mercado la que se extiende a todas las otras esferas de la vida social sin destruir sin embargo las diferencias entre ellas.

Quizá, una de las ideas más potentes del libro es la caracterización del neoliberalismo como «forma de vida» y no como algo puramente exterior a los sujetos. ¿Qué significa que el neoliberalismo sea una forma de vida? ¿Y qué forma de vida en concreto?

Para los autores de La nueva… el neoliberalismo es mucho más que un tipo de capitalismo. Es una forma de sociedad e, incluso, una forma de existencia. Lo que se pone en juego es nuestra manera de vivir, las relaciones con los otros y la manera en que nos representamos a nosotros mismos. No sólo tenemos que vérnoslas con una doctrina ideológica y con una política económica, sino también con un verdadero proyecto de sociedad (en construcción) y una cierta fabricación del ser humano. «La economía es el método, el objetivo es cambiar el alma», decía Margaret Thatcher.

En tal sentido, afirman que en el neoliberalismo la competencia y el modelo empresarial se convierten en un modo general de gobierno de las conductas e incluso también en una especie de forma de vida, de forma de gobierno de sí. No sólo son los salarios de los diferentes países los que entran en lucha económica, sino que todos los individuos establecen relaciones «naturales» de competición entre ellos. Este proceso se produce muy concretamente mediante mecanismos muy variados, como por ejemplo la destrucción de las protecciones sociales, el debilitamiento del derecho al trabajo, el desarrollo deliberado de la precariedad masiva o el endeudamiento generalizado de los estudiantes y las familias. Se trata de hundir al máximo de gente posible en un universo de competición y decirles: «¡que gane el mejor!»

Desde esta perspectiva el interrogante entonces es qué novedad introduce el «individuo competitivo» neoliberal con respecto al «homo economicus» del liberalismo clásico.

Ciertamente —responden—, se puede ver en el neoliberalismo una extensión de la figura del «homo economicus». Pero la concepción clásica del «homo economicus» en el siglo XVIII se basaba aún en virtudes personales reconvertidas por el utilitarismo en facultades de cálculo, prudencia y ponderación: equilibrio en los intercambios, balanza de los placeres y los esfuerzos, búsqueda de la felicidad sin excesos. Ya no estamos ahí. Ahora cada cual está llamado en adelante a concebirse y conducirse como una empresa, una «empresa de sí mismo» como decía Foucault.

Ser «empresa de sí» significa vivir por completo en el riesgo, compartir un estilo de existencia económica hasta ahora reservado exclusivamente a los empresarios. Se trata de una conminación constante a ir más allá de uno mismo, lo que supone asumir en la propia vida un desequilibrio permanente, no descansar o pararse jamás, superarse siempre y encontrar el disfrute en esa misma superación de toda situación dada. Es como si la lógica de acumulación indefinida del capital se hubiese convertido en una modalidad subjetiva. Ese es el infierno social e íntimo al que el neoliberalismo nos conduce.

Para Laval y Dardot, lejos de entrañar un debilitamiento de las políticas neoliberales, como creyeron muchos como Stiglitz en 2008, la crisis ha conducido a su reforzamiento bajo la forma de planes de austeridad destructores. Lo que muestra el desarrollo de esta crisis es la potencia del marco institucional que han instalado las políticas neoliberales, un marco que se impone a los actores actuales exactamente como lo desearon los grandes promotores de la racionalidad neoliberal desde los años treinta. Al no poder ni querer romper ese marco, los actores políticos se ven arrastrados en una fuga hacia adelante para adaptarse más y más a los efectos de su propia política anterior.

Por ello, la socialdemocracia europea está pagando caro (véase el caso de los socialistas franceses hoy). Para Laval y Dardot es importante comprender que la constitucionalización del capitalismo, tal y como ha sido realizada por la Unión Europea, no es una contingencia más o menos accidental, sino el corazón mismo del neoliberalismo europeo. Desde la misma fundación de Europa, la lógica de mercado, y sus principales condiciones monetarias, sociales y presupuestarias, se ha colocado fuera del alcance de toda voluntad democrática. Y ello sea cual sea la catástrofe a la que conducen estas políticas.

La Unión Europea, tal y como ha sido concebida, es una máquina construida para transformar la sociedad sobre el modelo de la competencia capitalista generalizada. El impulso y fomento de la competencia entre los países miembros favorece a los más fuertes y obliga a los menos competitivos a emprender «reformas estructurales» que introducen la lógica de mercado en el corazón mismo de los Estados y de las relaciones sociales. El imperativo de la competitividad que anima a cada país miembro a hacer uso del dumping fiscal y salarial para atraer capitales es en realidad un principio autodestructor de la democracia y de Europa.

Al respecto, los autores de La nueva… afirman que no se sale de una racionalidad o de un dispositivo mediante un simple cambio de política, al igual que no se inventa otra forma de gobernar a los hombres cambiando de gobierno.

En efecto, hacen una diferencia entre «gobierno como institución» y «gobierno como actividad». El gobierno como «institución» nos reenvía inmediatamente al Estado y sus dirigentes, mientras que el gobierno como «actividad» designa la manera en que las personas, sean o no gobernantes, es decir miembros de un gobierno, conducen a otras personas esforzándose en orientar y estimular sus conductas. En este segundo caso, el gobierno es la forma en que unas personas «conducen la conducta» (por retomar la expresión de Foucault) de otras.

Un simple cambio de equipo gubernamental, como efecto de una alternancia electoral entre partidos, no basta ni mucho menos para cambiar el modo de gobierno de los seres humanos. El ejemplo de la alternancia en Francia lo muestra muy claramente: la política de Hollande prolonga en perfecta continuidad la que desarrolló antes Sarkozy y ahora Emmanuel Macron, no hay en este sentido la menor ruptura, sino la prosecución del modo de gobierno neoliberal bajo otras envolturas retóricas.

Lo esencial para Laval y Dardot es comprender que ningún gobierno, por muy progresista que sea, puede emancipar al pueblo. No puede más que ayudarle a su propia emancipación, lo cual ya es mucho. Para ello debe favorecer a todos los niveles (del local al nacional) la participación de los ciudadanos en la actividad del gobierno mismo.

En este libro, dedicado a desentrañar la historia, las estrategias y la potencia hegemónica del neoliberalismo, Laval y Dardot se detienen en el análisis minucioso de la dimensión cultural-simbólica, en las estrategias que sigue el capitalismo en su actual fase depredadora y expansiva para fabricar un individuo que pueda adaptarse a la vertiginosidad y a la potencia desestructurante que emanan de esa colosal mutación de la vida, en todos sus aspectos, que es la máquina neoliberal.

El neoliberalismo se basa en la doble constatación de que el capitalismo ha abierto un período de revolución permanente en el orden económico, pero que los hombres no se han adaptado espontáneamente a este orden de mercado cambiante, porque fueron formados en un mundo diferente. Esta es la justificación —sostienen Laval y Dardot en La nueva razón del mundo— de una política que debe tener como objetivo la vida individual y social en su conjunto.

BIO

Christian Laval es profesor de Sociología en la Universidad de París X Nanterre y director del programa en el Collège International de Philosophie. También es miembro del Centro Bentham e investigador asociado del Instituto de la Fédération Syndicale Unitaire. Está especializado en la filosofía utilitarista de Jeremy Bentham, sobre el cual ha publicado varias obras, como La escuela no es una empresa (2004), y en el análisis de las políticas educativas de inspiración neoliberal. Actualmente participa en las revistas Revue du Mauss y Cités et La Pensée. Entre sus trabajos recientes destacan: L’Homme économique, Essai sur les racines du néolibéralisme (2007), La nouvelle école capitaliste (2011) y  Marxau combat (2012). Pierre Dardot es docente y filósofo especializado en la obra de Marx y Hegel. Junto con Christian Laval, fundó en 2004 el grupo Question Marx. En colaboración con  este autor ha publicado varios libros sobre Marx y su obra, como Sauver Marx? (2007) y Marx, Prénom: Karl (2012), que han despertado el interés de los grupos de izquierdas en diversos países.  También escribieron juntos El ser neoliberal y Común.

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