Euforia editorial por el «nuevo país»
Tras la victoria electoral que consolida el poder del oficialismo, los grandes medios celebran la ofensiva regresiva del nuevo ciclo político mientras suavizan sus críticas y reescriben el relato. Clarín, La Nación e Infobae acompañan el relanzamiento del programa ultraliberal de Milei con un giro editorial que combina euforia económica, justificación ideológica y el viejo sueño de borrar al peronismo de la escena.
El relanzamiento de los cambios estructurales que el oficialismo puso en marcha a partir de su formidable triunfo electoral, y que más allá del relato mileísta busca una regresión profunda de los derechos laborales y ventajas impositivas para que los empresarios incrementen ganancias, convive en Clarín, La Nación e Infobae con la ilusión renovada de empujar al peronismo a bajar sus banderas históricas.
El resultado del domingo 26 de octubre impuso, sobre todo en los dos diarios, un brusco e indecente cambio del tono político hacia la pareja presidencial, después de cierta desaprobación previa a la votación, cuando se publicaban unas críticas que sin embargo nunca incluyeron al modelo económico, muy celebrado en sus líneas principales. A la vez, esas críticas desperdigadas jamás abandonaron el objetivo de invalidar cualquier forma de oposición real.
Evidencia cabal de esta orientación editorial es la nota del editor de Clarín del 31 de octubre, Miri, que escribió que ahora el desafío de Milei es imponer un sistema político en el que «todos estén adentro» con excepción de «los K», figura retórica que demoniza las expresiones políticas que reivindiquen la búsqueda de justicia en la distribución de la riqueza, el cumplimiento del Estado de sus obligaciones básicas, el pluralismo informativo y el derecho a reclamar.
La nota le recomienda al régimen ser algo más tolerante, no enojarse por ejemplo con Macri, gran aportante de votos al triunfo ultraderechista, por haber preanunciado una supuesta candidatura del PRO para 2027. En suma, que permita un partidito entre amigos, un amistoso que se corone con un asado en el que los cocinados sean los peronistas, con excepción de aquellos que, en los hechos, se vuelven antiperonistas, como el derrotado cordobés Schiaretti.
El servicio mediático para estos objetivos se expresa de formas múltiples. Por ejemplo, son unánimente llamados «dialoguistas» aquellos gobernadores y sectores que corrieron a dar el «consenso» reclamado por Trump y que no levantan la voz contra las «reformas» ultraliberales. Por consecuencia, los otros, con Kicillof a la cabeza, caen en el estigma de no dialoguistas, para lo cual las crónicas y notas deben eludir olímpicamente la paradoja de no haber sido invitados al mentado «consenso».
Antes de la votación hubo en algunos títulos y notas una ocasional aproximación a los hechos, como cuando Clarín y La Nación —jamás Infobae, tildado «InfoEmba» e «InfoMiami»- llamaron «amenaza» a la declaración de Trump que buscó extorsionar al electorado. A la vez se multiplicaron títulos sobre el temor al triunfo opositor de los empresarios y de los «mercados».
Fueron profundas las acciones coordinadas de ayuda, como los títulos principales de los tres medios entre el 23 y 25 de octubre, «cayó el dólar», obviamente gracias a la ayuda estadounidense que finalizaría automáticamente el lunes 27. Es que «los argentinos quieren ser salvados por Trump», había tipeado tres días antes Morales Solá, en La Nación. Otra ayudita de Clarín fue bautizar la aceleración inflacionaria como un «rebote».
Asimismo, los espacios destinados a las operaciones de la famiglia judicial contra la «corrupción k» ocuparon, en promedio, el triple del espacio destinado a la corrupción mileísta y a sus nexos con el narcotráfico, que está muy lejos de limitarse a Espert ya que por empezar incluye a Bullrich, la ministra que goza con la represión de los miércoles a jubilados y jubiladas, acción respaldada por más de la mitad de las y los votantes capitalinos.
Para interpretar a fondo el respaldo del electorado al régimen ultraderechista faltó voluntad, además de capacidades periodísticas. Hubo más bien ánimo de sentenciar, pasar la página y, como dijo Clarín el 31, ir de una buena vez a otro sistema político. Kirschbaum, el editor general, dictaminó el lunes 28 que se terminó la crisis política. El mismo día, Van der Kooy saboreó la perspectiva de derrumbe definitivo del peronismo, al proyectar que el choque entre Cristina Kirchner y Axel Kicillof es «imposible de ser saldado». Luego, los hechos parecen darle la razón. Clarín y La Nación se nutren todos los días con vocerías que en La Plata y San José 1111 despliegan la interna en sus páginas.
En Clarín, Santoro sorprendió al público porque, contrariamente a su costumbre, prescindió de operar y manipular e incluyó un razonamiento que se puede admitir a consideración: $Libra, el tres por ciento de Karina Milei, Espert y sus narcos son temas que no pesaron en el electorado. Aunque, infalible, rotuló a esos casos como «impulsados por los K».
Morales Solá escribió que otro resultado, es decir un triunfo de la oposición, «habría sido vergonzoso». Hasta hace poco bastante crítico de Milei, al punto de publicitar a Schiaretti en la línea de sucesión para el caso de acefalía, ahora tipeó en tono cauteloso, y le aconsejó que busque amigos y aliados, tal como lo impone Trump. Nada muy lejos de un título de Infobae el 29: «Argentina vuelve a decir basta».
El «estreno del nuevo gobierno», como engalanó La Nación el 31, ofrece a la alianza ultraderechista el goce de un poder que parece no encontrar más obstáculos que sus disputas internas por pura codicia política y económica, evidenciadas en la renuncia de Francos. Van der Kooy escribió muy campante en Clarín que el caso $Libra irá a «vía muerta». En las mismas horas, la justicia independiente acompañó con una aberración difícil de equiparar, al sobreseer a Macri por el espionaje a los familiares de las víctimas del submarino ARA San Juan, noticia que no ascendió en estos medios a lugares preponderantes.
Hugo Muleiro
Periodista y escritor
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