Dígalo con memes: los desafíos de la conversación ante la avanzada de un nuevo lenguaje de signos

Según los especialistas, el 80% de la comunicación es no verbal y el uso de la tecnología refuerza esta ecuación. El uso de stickers, emojis y memes en las redes y en el chat cambia, día a día, cómo nos comunicamos. ¿Nos entendemos o habitamos el malentendido? ¿La palabra está amenazada? 
¿Cuál es el futuro de las palabras ante la avanzada de la comunicación no verbal?

Los emojis, los stickers y los memes parecen haber tomado el control de la comunicación en las redes sociales y en los chats para marcar el pulso de los días como parte de una nueva gestualidad que llama a repensar cómo la tecnología impacta en el lenguaje y cuál es la opacidad de las metáforas que creemos compartir. ¿Cuál es el futuro de las palabras ante la avanzada de la comunicación no verbal? ¿Qué pasa cuando se pierde el sentido? ¿Vamos camino a habitar el malentendido?

El emoji de berenjena se conjuga con otras verduras para componer una ensalada pero su uso solitario viene cargado de connotación sexual, los intercambios de stickers en Whatsapp parecieran tener la misma avidez que antes regía el canje de figuritas, mientras que el ingenio de los memes se viraliza en comunidades interpretativas. Según los especialistas, el 80% de la comunicación es no verbal y el uso de la tecnología refuerza esta ecuación porque permite apuntalar las limitaciones del lenguaje escrito.

Cuando en 1992 el programador Neil Papworth le envió -en un experimento informático que era más bien una apuesta nerd- un sencillo «Happy Christmas» a su compañero Richard Javis no se imaginó que ese breve SMS modificaría la forma de comunicarse de los habitantes del planeta por los próximos treinta años. A mediados de la primera década del 2000, el SMS llegó a su apogeo: se mandaban 15 millones de mensajes por minuto en el mundo hasta que el WhatsApp y las redes sociales oficiaron de verdugos. El fin de aquella tecnología dejó una huella que llega hasta el presente: el uso de los emoticones que se formaban combinando signos de puntuación, aquella versión beta de los actuales emojis.

«Cuando aparecieron los SMS, desde la academia, había una suerte de crítica que sostenía que deformaban el lenguaje. El mensaje de texto inauguró una forma más económica de comunicarse y también, la tendencia a pensar que eso empobrecía el lenguaje», recuerda Ingrid Sarchman, licenciada en Comunicación, docente, investigadora y ensayista. Pero advierte, que veinte años después de ese diagnóstico sombrío, el escenario es otro.

Unicode Consortium es la organización sin fines de lucro que se encarga de estandarizar letras y caracteres siguiendo el sistema Unicode. Dentro de esa maquinaria, el Subcomité de Emojis define cómo se representan conceptos relevantes a nivel mundial, busca que sean accesibles, inclusivos y que sigan la conversación coyuntural. Son 3.000 ilustraciones que representan emociones, fenómenos naturales, banderas y personas en diversas etapas de la vida. Así nació un código que compartimos, que cambia y que también da lugar al malentendido: nos acostumbramos a que la jeringa con un poco de sangre goteando corresponde a alguien que recibió la vacuna de coronavirus, a que las manos juntas en posición de orar sirven para dar las gracias y a que cada uno de nuestros interlocutores «ría» con la intensidad del emoji que elija.

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