Una lupa en la semana crítica de Facebook
La repercusión de este caso pone en evidencia uno de los problemas centrales del desempeño de Facebook en sus distintas redes: su opacidad, su insuficiente respeto por los datos personales de los usuarios (lo que ya había sido criticado en escándalos anteriores protagonizados por la compañía, como el de Cambridge Analytica), la falta de auditorías externas y la deficiente rendición de cuentas sobre sus algoritmos.
La caída de las plataformas propiedad de Facebook (Instagram, WhatsApp y Facebook), que para muchos de sus 2800 millones de usuarios mundiales equivalen a conectarse a Internet, el pasado lunes agudizó los problemas de una semana crítica para el conglomerado de Mark Zuckerberg. Sobre la caída, que según la empresa obedeció a problemas técnicos, se ha escrito bastante, así como los efectos del nivel de concentración alcanzado a fuerza de compras como las de Instagram en 2012 y WhatsApp en 2014. Pero la caída no es el único tropezón que magulla la reputación de la dominante entre las redes sociales digitales.
El domingo, la ex empleada de Facebook Frances Haugen se presentó en las pantallas del programa televisivo 60 minutos (CBS) como la fuente de una serie de artículos que viene publicando The Wall Street Journal (del grupo News Corp) y que acusan a Facebook de promover desinformación y contenido extremista en lo político y dañino para adolescentes en lo social, priorizando las ganancias por sobre la seguridad de los usuarios.
Haugen denunció el martes 5 ante el Senado de EEUU las malas prácticas de «engaño repetido» sobre los efectos nocivos de sus plataformas y acusó a Facebook de aumentar la polarización en línea y el odio, socavando la convivencia democrática e incentivando asesinatos masivos en Myanmar o la toma del Capitolio en Washington.
Facebook contraatacó señalando que se tergiversa la información sobre sus empresas y que es un chivo expiatorio muy conveniente para que instituciones como la política y los medios tradicionales descarguen sus propias responsabilidades en la diseminación de desinformación. Con la información que la compañía y sus acusadores han publicado, el laborioso ejercicio de despejar las consignas de los hechos permite avanzar en algunas conclusiones preliminares.
Facebook sí tenía información acerca de la escalada radicalizada del activismo ultraderechista que instaba a tomar el Capitolio el 6 de enero de este año: había advertencias internas documentadas por personal de la compañía que fueron ignoradas por la conducción. En particular, el crecimiento de la comunidad conspirativa QAnon y grupos afines fue consentido por decisión de Facebook a pesar de las propuestas de moderación elevadas en sucesivos informes internos que hubiesen atenuado la influencia extremista (como por ejemplo, limitar la cantidad de invitaciones a estos grupos del mismo modo que Facebook, tras la manipulación de WhatsApp en las elecciones brasileñas de 2018, limitó reenvíos y reprogramó el funcionamiento de los grupos en el servicio de mensajería).
Facebook también tuvo conocimiento directo de cuentas antivacunas que pusieron y ponen en riesgo la salud pública y la vida de millones de personas en plena pandemia covid-19: esa documentación le fue provista a la compañía de Zuckerberg por parte del gobierno estadounidense, pese a lo cual su respuesta fue indolente. En palabras del presidente Joe Biden, «las plataformas como Facebook están matando a la gente» por diseminar campañas de desinformación sobre la efectividad de las vacunas como prevención del coronavirus.
Aunque en el último año y medio Facebook fue reforzando la moderación de contenidos para atenuar la diseminación de operaciones de desinformación sobre la pandemia al tiempo que promovió su herramienta de búsqueda de vacunas y mejoró la visualización de fuentes auténticas y oficiales sobre COVID_19, para el gobierno estadounidense esos esfuerzos son insuficientes.