Télam y un nuevo botín de guerra
La agencia estatal de noticias es parte de la historia del periodismo argentino. A pesar de los intentos por cerrarla, achicarla o manipularla políticamente, sigue siendo un insumo indispensable para los medios de comunicación. Su cierre provocará el despido de más de setecientos trabajadores y un agujero en todas las redacciones que cada día utilizan sus cables de noticias.

Trabajadoras y trabajadores de Télam realizarán este mediodía un abrazo simbólico al edificio donde funciona la agencia estatal de noticias para protestar contra el cierre anunciado por el presidente Javier Milei el viernes pasado.
En Télam, fundada hace 78 años, hay empleados que no trabajan. También hay quienes trabajan de periodistas y aun, estando a punto de jubilarse, siguen sin saber nociones básicas del periodismo. En Télam hay empleados que ingresaron por militancia política —de todos los colores— o por amiguismo.
Negarlo es faltarle el respeto a la inmensa mayoría de sus trabajadores que con profesionalismo hacen de su trabajo un insumo imprescindible para el resto de los medios. Incluso para aquellos que piden a gritos su cierre. Reducir la función de la agencia estatal de noticias a ese puñado de empleados que no trabajan no sólo es injusto con el resto de los profesionales que sí lo hacen, y de manera impecable, es sobre todo obtuso. Télam es parte de la historia del periodismo argentino.

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En el año 2016, Rodolfo Pousá era quien ejercía la presidencia de la Télam. Su intención era transformarla en una agencia internacional. Imaginaba una redacción capaz de competirle mano a mano a la española EFE y se preguntaba por qué razón, si la mayor cantidad de personas de habla hispana se encuentran en América, la agencia de noticias en español más importante estaba en el continente europeo.
Tenía lógica, pero sus planes se toparon con su torpeza para llevarlos a cabo. A la necesaria reestructuración de la agencia le sobrevino un sorpresivo despido que dejó a más de trescientos trabajadores en la calle y provocó un conflicto de meses. Además de la crueldad con que se produjeron esos despidos, la medida sólo trajo más gastos y descontrol: fueron desvinculados profesionales excelentes sin ningún tipo de justificación, se pagaron indemnizaciones millonarias incluso a personas a las que le faltaban meses para jubilarse, y se montó una redacción paralela en un galpón de Tecnópolis a pesar de que la agencia contaba con dos edificios en pleno microcentro porteño.
La justicia falló a favor de los trabajadores, los despidos estaban mal hechos, y la gestión de Pousá —con el aval de Hernán Lombardi, por entonces secretario de Medios Públicos— terminó sin que nadie diera explicación por el dinero gastado en indemnizaciones y redacciones paralelas.
La falta de un proyecto serio para mejorar la agencia es una constante en todas las administraciones que ven en Télam algo más parecido a un botín de guerra que a una empresa que brinda servicios informativos a todos los medios del país. La gestión de Bernarda Llorente no tuvo mejor suerte. La empresa siguió generando pérdidas, continuó aumentando el plantel de empleados y, contando con todos los recursos disponibles, no hubo un plan para transformarla en una agencia moderna. Los comisarios políticos llegaron al absurdo de prohibir notas sobre abusos en la Iglesia, en su creencia de que un cable sobre un pedófilo podría generar un conflicto con el Vaticano.
Pero debajo de todo esto están los que todos los días hacen Télam y los que todos los días usamos sus noticias que nos llegan a través de la “cablera”.
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¿Cómo los medios occidentales distorsionan los hechos sobre Gaza?
Desde el 7 de octubre, cuando el régimen israelí emprendió una brutal agresión contra los palestinos en la asediada Franja de Gaza, los Estados occidentales hacen todo lo posible para encubrir el genocidio en curso.
Los principales medios de comunicación occidentales, que son una extensión de sus propios gobiernos, han seguido esta misma línea.
Los titulares de los principales periódicos y canales de noticias de Occidente, particularmente de Estados Unidos y el Reino Unido, han tratado deliberadamente de distorsionar los hechos sobre la guerra israelí en Gaza.
Intentan deshumanizar a los palestinos y menospreciar su tragedia, mientras que el régimen israelí y los colonos que viven en los territorios palestinos ocupados son retratados como víctimas.
Ya son cerca de 30 000 palestinos muertos en Gaza, incluidos más de 13 000 niños y un número igual de mujeres. Sin embargo, los medios de comunicación occidentales quitan el carácter humano de los palestinos y los reducen a frías estadísticas.
En un análisis de los titulares de las noticias de la prensa occidental de los últimos meses sobre la guerra israelí en Gaza queda muy claro que los reportes han estado muy sesgados y plagados de distorsiones.
Un titular del New York Times del 15 de febrero mostraba cómo los medios de comunicación occidentales han recurrido a manipulaciones indirectas al informar sobre los acontecimientos que se desarrollan en Gaza. No se menciona lo que hizo el régimen israelí en Rafah, en el sur de Gaza, ni por qué 1,4 millones de palestinos están haciendo sus maletas y moviéndose constantemente.