Martín Becerra: «Preocupa ver periodistas que no asumen la defensa democrática en esta elección»
Por qué Clarín salió beneficiado luego de la Ley Audiovisual. El estilo rabioso de LN+. El sector que ocupó C5N. Y la oportunidad de TN. Libertad de expresión frente a Google, Facebook y Twitter. El mapa de medios con Massa y con Milei. Y los comunicadores frente al balotaje.

Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona, licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires (UBA), investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicet), director del Centro de Industrias Culturales, Políticas de Comunicación y Espacio Público (ICEP) de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), Martín Becerra se especializa en medios de comunicación, plataformas digitales e industrias culturales y procesos de concentración de la comunicación y esta semana participó de la Agenda Académica de Perfil Educación. «Puedo entender que hay periodistas que no reconozcan esa contradicción entre democracia y autoritarismo como principal en esta elección, pero no entiendo que nieguen de plano que el riesgo autoritario está muy presente con un candidato violento que, incluso, reivindica el terrorismo de Estado y que, de llegar a la presidencia, llevará la polarización a una fase maníaca. Preocupa ver periodistas que no asumen la defensa democrática en esta elección. Eso habla de un estado de cosas notorio del periodismo y de los medios», aseguró.
Docente de Introducción al Procesamiento de Datos, Telemática e Informática, en la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y de Políticas de Comunicación en la UNQ, Becerra es autor de una gran producción académica, con trabajos como La vida digital de los medios y la comunicación: ensayos sobre las audiencias, el contenido y los negocios en internet; Grupo Clarín contra el Estado: el fallo por la ley audiovisual; La televisión se demuestra andando. Semblanza de la TV en la Argentina; y La necesidad de repensar la ortodoxia de la libertad de expresión en la comunicación digital, entre otros. «Una década después de ese histórico fallo de la Corte Suprema, validando la constitucionalidad de la ley audiovisual, podemos afirmar que el Grupo Clarín salió fortalecido. Sobre todo, porque en términos de posicionamiento táctico y político, logró capitalizar el enfrentamiento abierto que tuvo con los dos gobiernos de Cristina Fernández. En el sistema mediático quedó como el primus inter pares, que ya lo era en términos de negocios, pero quedó claramente como la voz autorizada del sistema de medios, contra lo que definieron como la arbitrariedad o la discrecionalidad del poder político», sostuvo.
—En La vida digital de los medios y la comunicación: ensayos sobre las audiencias, el contenido y los negocios en internet usted analiza las características estructurales de esta transformación mediática, del cambio del ecosistema y la aparición de actores emergentes y su relación con las políticas públicas en la Argentina. El trabajo muestra la cada vez más difícil tarea de lograr que los medios puedan subsistir comercialmente. Si esta tendencia persiste, ¿cómo imagina usted el futuro de los medios dentro de diez años?
—Esa es la pregunta de los medios y de quiénes nos dedicamos a su análisis. Primero, la pregunta es: ¿hay futuro para los medios de acá a diez años? Yo creo que el ecosistema de medios como lo conocemos hoy es improbable que se mantenga con estas características. Pero pienso que los medios tienen futuro si en algunos casos comienzan, y en otros casos continúan, con una adaptación que inevitablemente tiene que tener discusiones con las plataformas digitales porque son y van a seguir siendo, el espacio de distribución de los contenidos de información, opinión y entretenimiento que producen los medios. Y también tienen que tener interlocución con los Estados para reclamar un tipo de regulaciones sobre financiamiento, tratamiento de datos personales y privacidad y —esto ya es más un deseo que una proyección sobre lo que tienen que hacer los medios— sobre la libertad de expresión. Debe ser sobre políticas en estas áreas distintas de la que existen hoy. Porque existe hoy un marco legal que tiene como referencia el siglo veinte, aunque Europa viene adaptando la protección de datos personales y las políticas sobre distribución y financiamento del sistema plataformizado y también viene adaptando temas de libertad de expresión. Si los medios quieren tener futuro tienen que encarar esa discusión porque de lo contrario su futuro es complicado. Me consta que en muchos casos lo hacen, pero muchas veces son esfuerzos dispersos. Lo vemos en países en los que estas discusiones ya están más avanzadas: pienso en Europa, en Australia, en Canadá, en el estado de California dentro de Estados Unidos. Esas discusiones son sobre el futuro. La pregunta de cómo se va a financiar el periodismo tiene otro importante interrogante adentro, que es: si vamos a discutir cómo se financia el sistema de medios de comunicación, la contribución de ese sistema de comunicación a la sociedad también tiene que estar más clara y la rendición de cuentas también tiene que estar más clara. Si, como ocurre en Europa, Australia y Canadá, se pide que el Estado actúe para su financiamiento, ¿cuál es la contraprestación? Siempre me acuerdo de Carlos Ares y del propio Fontevecchia, que plantean qué tipo de periodismo y de información de intereses público justifican la intervención estatal en pos de equilibrar la balanza entre medios y plataformas digitales para que el mercado publicitario no sea tan tóxico, es decir, tan personalizado con publicidad conductual en plataformas que condicionan toda la producción, edición, distribución y comercialización de contenidos. Eso habilita la pregunta de cuáles son los criterios con los cuales evaluamos qué es interés público en materia periodística. Porque si el sistema de medios, como ocurre en muchos casos en empresas de medios de América Latina, se excusa y sostiene que la mirada pública constituye una acción indebida, pero al mismo tiempo le pide al espacio público que colabore en una pelea muy desigual que están enfrentando, entonces hay una posición dogmática y poco operativa a futuro.
—En Grupo Clarín contra el Estado: el fallo por la ley audiovisual usted analiza la Ley 26.522 y sus principales ejes, presenta los artículos que fueron objeto de litigio por parte del Grupo Clarín, hace una referencia a la tramitación de la causa que incluyó la convocatoria a audiencias públicas que alcanzaron gran repercusión y comenta la estructura de la sentencia de la Corte Suprema de Justicia en relación a este tema. Ha pasado más de una década desde la discusión de lo que se conoció como La Ley de Medios, ¿el Grupo Clarín salió más fortalecido o más debilitado de ese enfrentamiento que tuvo con el kirchnerismo en esta puja política, judicial y mediática?
—Una década después de ese histórico fallo de la Corte Suprema, validando la constitucionalidad de la ley audiovisual, podemos afirmar que el Grupo Clarín salió fortalecido. Sobre todo, porque en términos de posicionamiento táctico y político, logró capitalizar el enfrentamiento abierto que tuvo con los dos gobiernos de Cristina Fernández. En el sistema mediático quedó como el primus inter pares, que ya lo era en términos de negocios, pero quedó claramente como la voz autorizada del sistema de medios, contra lo que definieron como la arbitrariedad o la discrecionalidad del poder político. Además, porque frente a todos los actores del sistema político que eran opositores a Cristina Fernández también quedó como una víctima y por lo tanto capitalizó esa situación y cuando hubo un cambio de gobierno con la asunción de Mauricio Macri le reclamó al Estado una suerte de compensación. Una nueva compensación, podríamos decir, ya que en la historia del Grupo Clarín es algo que está repetido. Entonces le pidió al Estado que, en este caso, repare cierta ralentización de su crecimiento desde la sanción de la ley audiovisual en adelante, y que fue muy distinta a su experiencia de consolidación durante el gobierno de Néstor Kirchner. Entonces creció y le fue autorizada la fusión de Multicanal y Cablevisión. Y con Macri obtuvo el premio mayor, concedido de manera muy irregular por el elenco de gobierno, que fue la fusión de Telecom y Cablevisión. Irregular por el dictamen del Enacom, creado por decreto por Macri, que contradice toda la teoría de la defensa de la competencia, desde la Ley Sherman de 1890 hasta hoy. Y también muy irregular por parte de la intervención de Defensa de la Competencia, porque dos de sus directivos habían sido consultores del Grupo Clarín y ahí hubo un claro conflicto de intereses. Por lo tanto, Clarín obtuvo muchos beneficios y en términos de crecimiento corporativo ganó. No obstante, salió esmerilado en su credibilidad y confianza, perdió una parte importante de su audiencia. Ni hablar de la que está identificada con el peronismo, o con su versión kirchnerista, pero también perdió una parte importante de audiencia que rechaza ese estilo faccioso de periodismo, ese estilo que Julio Blanck llamaba “periodismo de guerra”. Una parte de la audiencia interpreta que esa estrategia es antagónica con la idea misma de periodismo.