Martín Becerra: «Internet pasó de la promesa democrática a un modelo de concentración y opacidad»
En la cuarta entrega de Polarizados, el nuevo podcast de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), Iván Schuliaquer mantuvo una extensa entrevista con Martín Becerra en la que repasan los grandes dilemas que atraviesa la comunicación contemporánea, desde la frustrada promesa democrática de internet hasta la irrupción de la inteligencia artificial. Becerra es profesor universitario, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y referente en estudios sobre medios y plataformas.
«Se pinchó totalmente», respondió a la pregunta sobre los orígenes de la red, cuando en los años noventa se instaló la idea de que la digitalización traería un escenario de mayor pluralismo. Esa utopía tecnológica —dijo— se sostenía en el «solucionismo tecnológico», la creencia que la tecnología resolvería los problemas sociales, económicos o políticos irresueltos. Sin embargo, el resultado fue el opuesto: «La profecía democrática no se cumplió. Hoy estamos en un escenario de mayor concentración que el de todas las viejas generaciones de tecnologías de información y comunicación».
Becerra subrayó que la concentración actual está en manos de las grandes tecnológicas estadounidenses, a las que ahora se suman competidores chinos. A diferencia de las telecomunicaciones tradicionales, explicó, estas compañías operan con un nivel de opacidad aún mayor, lo que constituye «un problemón democrático». Aunque la tecnología permitiría mayor transparencia, el modelo de negocios vigente se basa en la extracción de datos en beneficio corporativo. «Lo único que se logró fue que un puñado de personas —los CEO de las big tech que acumulan poder y riqueza sin precedentes— esté completamente disociado de las condiciones de vida de la mayoría», afirmó.
A propósito de la relación entre plataformas y Estados, señaló que los gobiernos reaccionan de manera lenta y generalmente empujados por escándalos como el de Snowden o el de Cambridge Analytica. Europa, por ejemplo, avanzó con leyes de protección de datos y multas contra los gigantes digitales, mientras que Brasil protagonizó un pulso judicial con Elon Musk. En contraste, los países periféricos muestran escasa capacidad regulatoria, con casos como Uruguay, que retrocedió en su reforma de propiedad intelectual ante la amenaza de Spotify, o Argentina, donde sólo iniciativas provinciales han conseguido imponer cambios menores. En su opinión, en estos países falta voluntad política para regular.
En este marco, Becerra dedicó un pasaje a la situación argentina bajo Javier Milei. «El presidente se muestra como un fan adolescente de Elon Musk, pero al mismo tiempo su gestión viene reforzando un proceso de nacionalización de capitales en el sector de telecomunicaciones y medios», dijo. La paradoja, sostuvo, es que mientras Milei proclama la superioridad de las big tech y promete hubs.[1]Este término inglés puede traducirse al español como intercambiador, centro logístico o punto de conexión, concentrador o nodo, según los casos. de inteligencia artificial, en la práctica el control de empresas como Telefónica o Telefe pasó a manos de capitales locales. «Es un juego entre propaganda y realidades económicas que merece una reflexión más profunda de los sectores democráticos y progresistas», planteó.
El diálogo derivó luego en la crisis del periodismo. Para Becerra, los medios tradicionales mantienen influencia política, especialmente la televisión, aunque su modelo económico está en crisis. Las redacciones padecen una precarización creciente: «Ser periodista hoy implica tener cuatro o cinco trabajos para sobrevivir», graficó. En paralelo, las grandes plataformas acaparan la publicidad gracias a la explotación masiva de datos personales. «El sostenimiento económico de los medios depende cada vez más de negocios ajenos al periodismo», señaló, lo que agrava la subordinación de las agendas informativas a intereses empresariales.
La precariedad laboral se combina con un discurso oficialista de hostilidad hacia la prensa. Becerra advirtió que Milei, al igual que Trump o Bolsonaro, se ampara en una noción maximalista de libertad de expresión para justificar campañas de odio y estigmatización, pero al mismo tiempo recurre a denuncias judiciales contra periodistas críticos. «El absolutismo discursivo termina en censura y autocensura, porque quienes no tienen recursos para resistir ataques organizados callan. La libertad de expresión, en la práctica, se concentra en las élites», explicó. Una elite de opinadores que es percibida como «el periodismo» y genera resentimiento en amplios sectores de la sociedad.
«Creo que Milei aprovecha mucho el resentimiento, el clasismo que tiene esa minoría, que es percibida por la sociedad argentina como el periodismo, pero que en realidad son una minúscula parte de los periodistas. Y entonces creo que le deja picando a un gobierno de ultraderecha el pretexto perfecto para encarar una ofensiva contra la libertad de expresión y contra todo el periodismo.»
A la pregunta de Schuliaquer acerca de la situación de la libertad de expresión hoy, Becerra responde retomando ideas de un artículo académico que escribió junto a Silvio Waisbord sobre la «ortodoxia» del concepto, explica que la creencia de que “más comunicación” equivale a «mejor comunicación» o que en el libre mercado de ideas triunfa la verdad se ha demostrado falsa: en los entornos digitales, la desproporción de recursos y la proliferación de discursos de odio generan autocensura y silenciamiento de voces sin poder.
En segundo lugar, recuerda la teoría de Owen Fiss, según la cual en sociedades desiguales —como las latinoamericanas— la capacidad de expresarse está concentrada en las élites. Por eso, sostiene Becerra, son necesarias políticas públicas que corrijan esas asimetrías y protejan a quienes se expresan de ataques coordinados provenientes del poder político, económico o mediático.
Finalmente, señala la contradicción de los líderes que se declaran «absolutistas» de la libertad de expresión —como Milei, Trump o Bolsonaro— pero reaccionan judicializando o hostigando a periodistas y críticos. En esos casos, afirma, la defensa de la libre expresión funciona solo mientras no se cuestione al poder, revelando una concepción instrumental y desigual del derecho a expresarse.
En este terreno, remarcó el papel de los algoritmos como motores de radicalización. «El modelo de negocios de las big tech es extremar el contenido porque aumenta el morbo y retiene más tiempo a los usuarios. Eso se traduce en más datos y más ganancias», indicó. Recordó que el propio Zuckerberg, con el regreso de Trump al poder, eliminó instancias de verificación y moderación de contenidos en Meta. Sin regulaciones públicas el sistema seguirá estimulando la polarización social, subrayo.
El tramo final estuvo dedicado a la inteligencia artificial. Becerra consideró que su despliegue masivo constituye «una amenaza enorme» por la concentración de datos en manos de unas pocas empresas. No obstante, señaló que existen posibilidades de acción a través de iniciativas abiertas y colaborativas, así como experiencias de trabajadores y organizaciones que entrenan herramientas a escala local. «No todo está clausurado, pero la tendencia dominante es hacia mayor concentración y dependencia de corporaciones globales», concluyó.
La entrevista deja en claro que la comunicación contemporánea se juega en un cruce entre poder tecnológico, concentración económica y desafíos democráticos. Frente a ese escenario, la pregunta central sigue abierta: ¿cómo construir un espacio público plural en un ecosistema controlado por algoritmos y corporaciones?
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Notas
↑1 | Este término inglés puede traducirse al español como intercambiador, centro logístico o punto de conexión, concentrador o nodo, según los casos. |
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