La desinformación y la manipulación, otro frente de batalla en la guerra entre Israel y Hamas
Informaciones falsas o sin verificar inundan las redes sociales y los medios de comunicación con objeto de influir en la opinión pública. Promovidas por gobiernos u organizaciones afines a través de tropas cibernéticas, la falta de filtros y regulación, y la inmediatez hacen que se conviertan en armas peligrosas.

La guerra entre Israel y y el grupo palestino Hamas está generando tal cantidad de desinformación en el entorno digital y mediático que contrastar su veracidad se ha convertido en un nuevo frente de batalla intangible y virtual.
Mientras que gran parte de las imágenes y los videos difundidos en las redes sociales muestran evidencia real y creíble de la violencia cometida durante el conflicto, el deseo de los usuarios de encontrar relatos reales, sin filtros y en tiempo real, está siendo aprovechado por ambos bandos —especialmente por el que dispone de más recursos— para reforzar su narrativa como arma de guerra.
«Amplifican la retórica vil que deshumaniza a las personas y difunden desinformación. Es a la vez un arma para los propagandistas y un negocio centrado en obtener ganancias», alertan desde la organización británica Centro para la Lucha contra el Odio Digital (CCDH, por sus siglas en inglés), centrada en la protección de los derechos humanos y las libertades civiles en el mundo digital.
Información no verificada en boca de líderes mundiales
El último ejemplo de esa deshumanización llegaba el miércoles pasado desde la Casa Blanca. Su principal inquilino, Joe Biden, cuestionó la cifra de fallecidos proporcionada por el Ministerio de Sanidad de la Franja de Gaza, controlado por Hamas. «No hay pruebas de que los palestinos estén diciendo la verdad sobre cuántas personas mueren», declaró el presidente estadounidense durante una rueda de prensa sin explicar el porqué de sus afirmaciones o cuáles eran sus fuentes. Únicamente se limitó a decir que «seguro que se ha matado a inocentes» durante la contienda.
En respuesta, el Ministerio de Sanidad de Gaza publicaba un documento de más doscientas páginas que contenía los nombres, la edad, el sexo y los números de identidad de los cerca de siete mil palestinos que habían fallecido hasta entonces —hoy superan los 8300— por los ataques israelíes en el marco de la operación «Espadas de Hierro», lanzada por el Ejército tras el denominado «shabat negro» (el sábado 7 de octubre, cuando Hamas lanzó su brutal ataque sorpresa contra Israel).
Si bien es imposible contrastar los datos de forma independiente —el Gobierno israelí sigue sin permitir la entrada de la prensa internacional a Gaza–, portavoces de Naciones Unidas o de ONG como Human Rights Watch afirmaron que, aunque en el pasado sí habían podido tener pequeñas discrepancias entre la cifra final de víctimas y las reportadas por el departamento de Sanidad inmediatamente después de los ataques, en general confiaban en ellas. «Seguimos incluyendo sus datos en nuestros informes y sus fuentes son claras», afirmó en un comunicado la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), recogido por la agencia Reuters.
Joe Biden ya había protagonizado otro episodio de desinformación pocos días después del ataque de los milicianos palestinos de Hamas y otros grupos contra poblaciones en el sur de Israel. «Nunca pensé que vería y habría confirmado imágenes de terroristas decapitando a niños», dijo el líder demócrata haciéndose eco de una noticia inicialmente difundida desde el canal israelí INews 24, desmentida después por otros periodistas internacionales y nunca confirmada por las autoridades.
Ante las dudas surgidas sobre la veracidad de la información, dos altos funcionarios de la Administración estadounidense terminaron matizando que Biden en realidad se refería a informes llegados de Israel, citando noticias publicadas en sus medios de comunicación. También en España, algunos líderes políticos se hicieron eco de la noticia, como la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a través de la red social X (antes Twitter).