«Inclinación de derechas»: un macroestudio confirma que la desinformación de Facebook la consumen los conservadores

El 97 % de las noticias falsas las ven usuarios de derechas, según un análisis de 208.000.000 de ciudadanos de EE. UU. en el que Meta se ha abierto a un equipo de académicos, aunque no se establecen vínculos claros con la polarización.

Facebook es una red dominada por noticias conservadoras y sus usuarios de derechas son quienes consumen de manera aplastante la información etiquetada como falsa. Los datos que han permitido confirmar estas dos hipótesis proceden de una investigación académica con un acceso sin precedentes a información interna de Facebook, proporcionada por la red de Meta. Las conclusiones se basan en la actividad agregada de 208.000.000 millones de usuarios estadounidenses durante varios meses alrededor de las elecciones en EE. UU. de 2020. El artículo, liderado por la investigadora española Sandra González-Bailón, de la Universidad de Pensilvania, forma parte de una serie de cuatro trabajos que analizan el impacto de las redes de Meta en la creciente polarización y que fueron publicados el jueves en las revistas Science y Nature.

«No esperaba encontrar algunos de los resultados que hemos hallado, con unos patrones tan radicales», dice González-Bailón por videoconferencia desde Filadelfia a El País. «Pero esto es lo que dicen los datos», añade. El artículo estudia cómo la combinación del comportamiento de los usuarios y el algoritmo segregan el consumo de información entre progresistas y conservadores. Aunque esos dos grupos existen, no son simétricos, como se creía hasta ahora: «Las audiencias que consumen noticias políticas en Facebook tienen, en general, una inclinación de derechas», dice el artículo. Pero la cifra más sorprendente es la diferencia en el alcance de noticias etiquetadas como falsas por los fact-checkers de Meta (que tan solo suponen el tres por ciento del total de enlaces compartidos en la red): el 97 % dentro de ese grupo de piezas circula entre usuarios conservadores.

«Es cierto que es el artículo más controvertido», reconoce el profesor David García, de la Universidad de Konstanz (Alemania), que ha podido leer las piezas embargadas para escribir un breve comentario en Nature. «Pero es muy importante. La evidencia que teníamos no era tan sólida. Había un estudio de 2015 que tenía problemas. Lo han hecho bien, como todos hubiéramos querido hacerlo».

El impacto de toda la investigación va más allá: «No es tanto una sorpresa. Facebook es más conservador, pero lo que impresiona es que alguien haya ido capaz de verificarlo desde fuera de Facebook con acceso a datos internos», explica García. «Aunque los resultados no son muy feos para Facebook», añade, en referencia sobre todo a las otras tres investigaciones publicadas a la vez, que analizan los problemas de las cronologías (feeds) algorítmicas en Instagram y Facebook, los riesgos de la viralidad y el botón de compartir, y el contenido que se recibe de gente afín ideológicamente. Ninguno de los tres ha encontrado unos resultados claros que apunten a soluciones o culpables fáciles.

Una respuesta difícil

Durante años, expertos, tecnólogos y académicos han intentado entender cómo afectan las redes sociales a nuestras sociedades. En poco más de una década ha cambiado el modo en que nos informamos: eso debería tener consecuencias, pero, ¿cuáles? Aunque estos artículos tratan de responder a esa pregunta, no es fácil crear un mundo paralelo para comparar y ver dónde estaríamos hoy sin Facebook, Twitter o YouTube. «Estos hallazgos no pueden decirnos cómo habría sido el mundo si no hubiéramos tenido las redes sociales durante los últimos diez a quince años», admitió Joshua Tucker, profesor de la Universidad de Nueva York y uno de los líderes académicos del proyecto, durante una rueda de prensa virtual.

«La pregunta de si las redes sociales están destrozando la democracia es muy complicada. Es un puzle y cada uno de estos artículos es una pieza», dice González-Bailón. Estos cuatro artículos son solo los primeros de un total de dieciséis, que deben seguir saliendo en los próximos meses y que son futuras piezas de ese rompecabezas enorme. El proyecto nace de un acuerdo de agosto de 2020 entre Meta y dos profesores, que seleccionaron luego al resto de investigadores. «Nunca había formado parte de un proyecto donde los estándares de rigor analítico, de chequeo de datos y código hayan sido tan robustos y, por tanto, de un proyecto de las garantías de calidad y de que los resultados son genuinos», añade González-Bailón. Entre los autores figuran tanto miembros de la academia, completamente independientes de Meta, como empleados de la compañía. El líder interno de Meta para estos trabajos es el investigador español Pablo Barberá.

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