Ilusión mediática para octubre, de la mano de Tío Sam
La cobertura de Clarín, La Nación e Infobae durante septiembre exhibe contradicciones entre la celebración de la ayuda norteamericana y el señalamiento de sus exigencias: reformas estructurales, ruptura con China y reordenamiento político interno. El discurso editorial oscila entre la esperanza de recuperación electoral y el temor a un poder presidencial atrapado en sus propios límites.
La promesa estadounidense de ayuda a Javier Milei, no exenta de una serie de condiciones, es asumida por Clarín, La Nación e Infobae como oportunidad oficialista de recuperación electoral en octubre, dentro de una deriva de líneas editoriales que a veces se contradicen, aunque se mantenga la prioridad de luchar contra el peronismo.
El vértigo ya clásico de la vida política y económica argentina lleva a estos medios del entusiasmo prooficialista a una pesadumbre indisimulable, que incluyó tras los comicios bonaerenses el lanzamiento de la hipótesis de sucesión en caso de acefalía, como lo hizo Morales Solá en La Nación apelando al cordobés Schiaretti, si bien pronto corrigió el discurso y, claro, recurrió a la muletilla del «kirchnerismo destituyente».
El 16 de septiembre, Clarín y La Nación coincidieron en su título principal sobre el mensaje en cadena de la noche anterior: «Giro de Milei», en un acuerdo inocultable para presentar a un presidente que tomó nota de la derrota electoral y decidió adoptar correcciones. Pero cinco días después, el editor general de Clarín, Kirschbaum, tildó a ese supuesto «giro» como mera «cosmética electoral». Parece que las internas en la conducción del grupo tienen poco que envidiarle a las del mileísmo y del peronismo, lo que no es poco decir.
En cambio, fue compacto el enfoque del resultado del 7 de septiembre: perdió Milei, sí; pero no ganó Kicillof ni ganó el peronismo. Esto fue acompañado por opiniones a veces desopilantes: fue una «elección menor», como tipeó Miri en Clarín; Kicillof «tuvo suerte y Milei no», soltó Bilotta en La Nación. Hasta el extremo de desazón de otro editor de Clarín, Abascal: resultado electoral «en gran parte inexplicable».
La promesa de ayuda de Estados Unidos a Javier Milei es leída por Clarín, La Nación e Infobae como un salvavidas electoral, aunque bajo condiciones que revelan tensiones y contradicciones en sus propias líneas editoriales.»
El mismo diario incluyó en una lista de «epidemias políticas argentinas» al veredicto de las urnas, gracias a las cuales «quieren volver los que tanto destruyeron». Este rencor por el voto popular exhibe coincidencias de fondo con la postura oligárquica tradicional, sintetizada con desparpajo por el jefe de gabinete, Francos. Este sujeto, a quien los tres medios presentan como la cabeza pensante y dialoguista del régimen, exhibió su estado de putrefacción al preguntar: qué pensarán los que votaron por el peronismo tras el triple femicidio narco cometido en Florencio Varela.
Cuando empezó a instalarse el viaje de Milei a Nueva York y el contacto con Trump, Clarín, La Nación e Infobae se las arreglaron para entremezclar las necesidades urgentes del régimen local con la acción geopolítica de la Casa Blanca y con la figura del gobernador bonaerense.
Kirschbaum escribió que China iba a ser parte del diálogo: el fantasma de que se quedará con el país si Kicillof llega a la presidencia en 2027. Letjman, en Infobae, escribió que Milei es el principal aliado de Trump para frenar el «avance» chino en América Latina. La Nación se sumó y puso la frutilla al postre, el 22 de septiembre: «La tropa de Kicillof paseó triunfal por el festejo de la revolución china». En la versión digital, incluyó una caricatura con el gobernador vestido con un traje típico de Mao Tse Tung, con la bandera china detrás. Un Kicillof de la Larga Marcha.
Tras la reunión de Nueva York vino el brote de optimismo mediático del mes. Gran cantidad de títulos en tono favorable, sobre la «ayuda», la baja automática del dólar, el descenso del riesgo país, suba de títulos y de la bolsa. Ofensiva eufórica, que incluyó las cifras oficialistas sobre baja de la pobreza, con la magia de Marco Lavagna, que en cualquier momento se juega con un «pobreza cero».
Esto fue acompañado por rumores y trascendidos sobre las condiciones puestas por Trump, en lo que otra vez afloraron diferencias pequeñas y grandes. Según qué día y cuál redactor, incluyen una base militar en Tierra del Fuego; cancelación del swap con China; interrupción de inversiones chinas en el país, en especial las mineras; modificación de la política cambiaria; las denominadas «reformas» previsional, laboral e impositiva, en tono ultraliberal y aperturista. Pero no faltó algún columnista que dijera que «no hay condiciones», mientras Pagni escribió que son «misteriosas».
Más allá de los vaivenes, la prioridad que unifica a los grandes medios sigue siendo la misma: sostener al oficialismo en su enfrentamiento con el peronismo.»
Hubo bastante coincidencia en apuntar que entre las órdenes de Washington figuró la obtención y recuperación de aliados políticos, justamente para las «reformas». Aquí se reflotaron reproches llenos de amargura por los «errores políticos» de la pareja presidencial, en especial por «maltratar» a Macri y a sectores que, en su momento, apoyaron la Ley Bases y otras iniciativas oficiales, aunque ahora quieran cambiar de traje —como lo hacen varios gobernadores— y vestirse de opositores.
Pero el mileísmo no da descanso. Parece que asoma una posibilidad de recuperación y aparecen los narcoamigos. Milei los defiende, pero la Pata Bullrich se hace la enojada. Y se hace un anuncio muy aplaudido, como la eliminación de retenciones, y al rato se ve que es un tremendo negociado, para favorecer a un grupo minúsculo de cerealeras, algunas de las cuales, al decir de Felipe Solá, recibieron avisos previos.
Un panorama laberíntico al que Roa, el segundo de la redacción de Clarín, sumó señales crípticas en una nota del 27 de septiembre. La Casa Blanca le dio «una vida más» a Milei, escribió, tras gestiones de amigos trumpistas de Leonardo Scatturice, el dueño de aquel avión cuyos pasajeros pasaron los más campantes por el costado de los controles de Aeroparque, con sus valijas, gracias a la ayuda de funcionarios de alto rango.
Tras este toque quirúrgico de malicia, el subcapo dice que Estados Unidos le exige a Milei que «se aleje de gente que le causa problemas». Entonces: «Milei está obligado a preguntarse qué tiene que dejar atrás. Es difícil: tal vez le estemos pidiendo a Milei que sea la persona que no puede ser». Es inquietante este pesimismo, tratándose de alguien que, dos párrafos después, transparenta su odio a los peronistas, porque ni siquiera «saben hablar inglés». E igualmente preocupante esa primera persona del plural, ese «nosotros» propio de un dispositivo de poder que se siente en condiciones de controlar la puerta de entrada (y de salida).
Hugo Muleiro
Periodista y escritor
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