Estúpidos hombres blancos 2.0
Entre recuerdos de un viaje a Mozambique y una reflexión sobre los ecos coloniales del presente, el autor enlaza la inocente ironía de unos niños africanos con la persistencia del racismo cultural occidental. Desde el «bienvenidos, estúpidos hombres blancos» hasta las palabras del vicepresidente estadounidense J.D. Vance, el texto desnuda la continuidad de un mismo prejuicio: el del supuesto civilizador que no reconoce su propia barbarie.

Un atardecer de 1997, descendí de un pequeño barco de madera en una isla del Océano Indico entre Quisanga y Pangane, Mozambique. Iba acompañado por Joseph Hanlon, el célebre autor de Mozambique: The Revolution Under Fire (1984), actualmente jubilado de Open University en Inglaterra. Joe era un estadounidense renegado, autor de varios libros y artículos contra el apartheid de Sudáfrica. Yo lo había conocido en la provincia más inaccesible de Mozambique, Cabo Delgado, gracias a la trotamundos Nevi Castro y luego de compartir algunas cenas con Ntewane Machel, hijo del padre fundador de Mozambique, Samora Machel (muerto en otro de aquellos misteriosos accidentes aéreos de los años ochenta), y de Graça Simbine, meses después esposa de Nelson Mandela.
Luego de cien mudanzas, he perdido mis notas, pero algo quedó en mi segundo libro, Crítica de la pasión pura (1998). También recuerdo los nombres, con la frescura de la juventud: Isla de Ibo, Matembo, Qurimba…
En diferentes islas fuimos recibidos por la alegría explosiva de los niños.
—Que crianças tão simpáticas, me comentó Joe, quien hablaba perfecto portugués.
—Sim —contesté—. Simpáticos e bastante inteligentes. Cumprimentaram-nos com «Bem-vindos, estúpidos homens brancos».
En mis notas, intenté reflexionar sobre el hecho que estas expresiones no significaban (no las sentía) un insulto, como podría significar que nosotros los llamásemos «negros estúpidos», como escribió Theodore Roosevelt. En ese caso sería la confirmación de una opresión racista y colonialista. La conclusión era bastante obvia: había una clara desproporción de poder. El insulto de los niños (que, además, pasaba como broma) era una contranarrativa de resistencia. La expresión «estúpido hombre blanco» (asumo que, por pura coincidencia, fue usada más tarde por Michael Moore en uno de sus documentales Stupid White Men, (2001) apenas calificaba como resistencia cultural. Como individuos, fuimos muy bien recibidos. Actualmente no existe ni traductor ni diccionario del makua (o macúa, variación del bantú) al español, pero de lo que recuerdo de mis obreros del astillero de Pemba, de quien aprendí algo de macúa y maconde, sonaba como nkuña nuku.
Rodeados de campos de marihuana (zuruma) que los nativos no consumían ni traficaban, tuvimos largas conversaciones. Joe sabía de política latinoamericana más que yo, un arquitecto recién recibido y escritor aficionado que, como cualquier escritor, había llegado a Mozambique con mis propios prejuicios. Como casi cualquier uruguayo, detestaba el racismo, pero estaba convencido de que tenía mucho para enseñarle de tecnologías constructivas a los obreros a mi cargo. Algo dejé, historias que no vienen al caso, pero cuando me fui, disimulando lágrimas, había recibido un baño de humildad: los nativos más pobres me habían enseñado que hay algo de la felicidad que los occidentales no conocemos, no podemos, ni queremos conocer.
Saltemos el Atlántico y casi un tercio de siglo. El 29 de octubre de 2025, durante un evento de Turning Point USA (organización política de derecha, fundada por el influencer Charlie Kirk a los dieciocho años para «promover los principios de libre mercado, gobierno limitado y libertad individual»), el vicepresidente de Estados Unidos afirmó: «Cuando los colonos llegaron al Nuevo Mundo, encontraron sacrificios infantiles generalizados». Abolir esta monstruosa práctica fue «uno de los grandes logros de la civilización cristiana». El vicepresidente J.D. Vance fue el mismo que dijo, en otra conferencia, que «los profesores son los enemigos».
No sólo el término Nuevo Mundo es una grosera deformación eurocéntrica, sino que la afirmación sobre los sacrificios humanos en América del Norte es una confusión de rituales de algunos pueblos mesoamericanos, por lo general crónicas de soldados conquistadores como Bernal Díaz del Castillo que buscaban justificar no sólo la conquista sino sus propios métodos basados en la violencia y la crueldad. Del Castillo era un soldado semianalfabeto, autor de Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, publicado en 1632. Las famosas cartas de Hernán Cortés que lo preceden son una confesión histórica del terrorismo aplicado en la conquista de los «pueblos bárbaros». Cuando el padre Bartolomé de las Casas apareció con una contranarrativa, fue desacreditado y diagnosticado con problemas mentales, unos siglos más tarde.
Horror que compite con la brutalidad que, por entonces, se practicaba en Europa con niños y adultos. Torturas como sentar desnudo a un acusado de herejía en una filosa pirámide de madera (Silla de Judas) o torturar y ejecutar en plazas públicas como rituales de poder político-religioso, no sólo eran comunes, sino que están mucho mejor documentados, al mismo tiempo que ignorados. Este fanatismo político-religioso dejó varias decenas de miles de brujas ejecutadas como espectáculo popular. Pero el único horror es siempre el horror ajeno.
Por el contrario, los nativos americanos solían educar a sus niños sin recurrir al castigo físico, método que los americanos heredamos de las culturas europeas y que, hasta no hace mucho en las escuelas, se resumía con «la letra con sangre entra». Por no seguir con el brutal trabajo infantil, hasta que fue abolido en las leyes hace menos de un siglo y gracias a las luchas sindicales y feministas de Estados Unidos, que necesitaron más de medio siglo para convertirse en ley (Fair Labor Standards Act, 1938). Por no seguir por el abuso sexual de menores, que hasta no hace mucho no existía ni como figura legal, ya que la práctica se mantenía en las sombras. Es más, hasta poco antes de entrar el siglo XX, el abuso sexual de menores tuvo que ser cuestionado echando mano a las leyes que prohibían la crueldad animal.
En la producción cultural de los siglos pasados y, sobre todo, en la del siglo XX, como fue el caso de las novelas comerciales y las películas de Hollywood, los conquistados fueron deshumanizados de una forma radical. Incluso en películas decentes como The Mission (1984) que plantean una defensa a los nativos (guaraníes), éstos son representados siempre como ingenuos, como «nobles salvajes», como pasivos actores de reparto sufriendo los conflictos del conquistador, del hombre blanco, de los imperios europeos. Los nativos son representados sin dientes y los europeos con sonrisas blancas, cuando la realidad fue exactamente la contraria, ya que quienes tenían aversión por la higiene eran los civilizados europeos, no los salvajes.
La cultura popular ha fosilizado varios mitos como, por ejemplo: «los nativos eran ingenuos y supersticiosos»; «los nativos seguían a sus caciques de forma ciega»; «hoy tenemos democracia y teléfonos celulares gracias a Occidente». «Si Colón nunca hubiese descubierto América, todavía estaríamos saltando alrededor de una fogata, medio desnudos y con plumas en la cabeza».
Cuando los expropiadores no inventaban fantasías sobre la maldad y la inferioridad ajena, acusaban sin ver la paja en sus propios ojos. Por ejemplo, uno de los jesuitas que describieron sus experiencias en América del Norte con mayor objetividad, escribió: los nativos «se inventan diferentes historias sobre la creación del mundo». (Joseph de Jouvancy. Relations des Jésuites contenant ce qui s’est passé de plus remarquable dans les missions…, Vol. 33, 1610-1791, p. 286.)
Ahora, díganme en qué hemos evolucionado los estúpidos hombres blancos, incluidos aquí escuderos y cipayos que, de blancos, no tienen más que la camiseta. La respuesta suele centrarse en la evolución tecnológica, la cual ha estado basada en su abrumadora mayoría en miles de años de civilizaciones, ahora marginales, de «negros estúpidos».
Jorge Majfud
Escritor, arquitecto, doctor en Filosofía por la Universidad de Georgia y profesor de Literatura Latinoamericana y Pensamiento Hispánico en Jacksonville University, Florida, Estados Unidos. Autor de libros de ensayos y ficción.
LEÉ TAMBIÉN

Logro cooperativo contra el Grupo Clarín
POR MIGUEL RODRÍGUEZ VILLAFAÑE | La fusión de Telecom y Telefónica bajo el control del Grupo Clarín, por u$s 1.250.000.000, concentra más del 70 % de los servicios de telecomunicaciones del país y pone en riesgo la competencia y la pluralidad informativa. Pese a las advertencias de la Secretaría de Comercio, el conglomerado avanzó en obras irregulares en La Pampa, generando la reacción del movimiento cooperativo y del municipio local, que intimó a la empresa Telefónica, integrante del Grupo Clarín, a levantar la colocación de postes para el tendido de red de fibra óptica por no contar con la autorización de la comuna.

Voto conservador y consolidación libertaria: el nuevo mapa electoral argentino
POR MARCELO VALENTE | Según los análisis de Alfredo Serrano Mansilla del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) y del Área de Política Subnacional y Relaciones Intergubernamentales de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), las elecciones del domingo 26 de octubre muestran dos fenómenos complementarios: por un lado, la persistencia de un 40 % del electorado que sostiene opciones conservadoras históricas, independientemente de las crisis económicas o los escándalos políticos; por otro, la consolidación territorial y legislativa de Javier Milei y La Libertad Avanza, que amplían su influencia nacional mientras los gobernadores de distintos partidos pierden peso electoral. Juntos, estos procesos configuran un mapa político donde la polarización se intensifica y la gobernabilidad futura se negociará entre bloques claramente definidos, con un electorado que combina fidelidad ideológica y búsqueda de alternativas rupturistas.

