Es la política, estúpido

Frente a cierto sentido común que sostiene que el gobierno comunica mal, es necesario advertir que el problema radica en la falta de decisiones políticas que sitúen el lugar de la comunicación en la agenda del gobierno y eso impide la construcción de una representación acorde a los intereses del frente gobernante.

Una de las frases que mayor revuelo internacional ha tenido fue, sin dudas, la utilizada por el expresidente de los EE. UU. Bill Clinton, cuando durante la campaña electoral contra George Bush (padre) sentenció que «es la economía, estúpido». Eslogan de campaña que lo llevó a ganar las elecciones. Más allá de las distancias, hoy muchos consideran que la génesis de todos los males del gobierno del Frente de Todos radica en los problemas de comunicación que posee por no haberle podido transmitir —en su debido momento— al ciudadano de a pie la herencia recibida, por el fracaso en la elaboración de una comunicación que de cuenta de los logros de la economía, la salud y la ciencia durante la peor pandemia de los últimos cien años y en la fuerte dificultad para homogeneizar hacia adentro un conjunto de categorías discursivas que le sirva a la militancia de base y semibase a tener un norte acerca de lo que debe decir frente a las constantes campañas de desgaste de la oposición.

«El gobierno comunica mal» es un lugar común que escuchamos a diario en las reuniones en las unidades básicas, repetir a los intelectuales o en los medios opositores. Las críticas son siempre las mismas, «los mensajes no son claros», »no hay un perro comisario que ordene la tropa», «nadie le habla a la militancia», «no tienen en cuenta a las redes sociales».

Las estrategias de comunicación basadas en el monopolio de la palabra del presidente, el no uso de los medios públicos para la propaganda política y el de solo comunicar a través de la prensa opositora han demostrado su fracaso. Todos estamos de acuerdo con este diagnóstico, no se necesita ser un especialista para darse cuenta de lo que sucede porque, de hecho, ya hay un sentido común instalado de que el gobierno comunica mal.

Ahora bien, lo que intentaremos explicar en las próximas líneas es que si hay problemas es porque están fallando las decisiones políticas acerca del lugar que debe tener la comunicación en la agenda del gobierno, la que impide la construcción de una representación acorde a los intereses del gobierno y responsable de convertir a la comunicación en el chivo expiatorio y primer fusible cuando, en realidad, el problema aquí siempre fue otro.

Como para muestra basta un botón —nos recuerda el refrán popular— pondremos de ejemplo algo que quizá usted no sabe. ¿Estaba al tanto de que durante la pandemia de covid-19 las Fuerzas Armadas llevaron a cabo el despliegue militar más importante después de la guerra de Malvinas, o que el paquete covid significó una inversión por parte del gobierno nacional equivalente a más del siete por ciento del PIB? y, que se logró reestructurar el 99 % de la deuda elegible con las comisiones más bajas de la historia argentina?

Si esto no lo sabía es porque el gobierno tomó la decisión política de que lo que usted sepa sea otra cosa, como por ejemplo: Ley de cupo Trans, Ley de Acceso a la Interrupción Voluntaria del Embarazo o el lanzamiento del DNI no binario. No estamos sosteniendo que estén mal estas medidas. Al contrario, sabemos que son un paso más hacia la ampliación de derechos. Lo que intentamos decir es que existió una voluntad para que usted lo sepa, otorgándole a estas políticas públicas los primeros lugares en la agenda de comunicación del gobierno. Tenemos un gobierno que aún no ha comprendido el rol de la comunicación institucional, política y militante; no ha podido diferenciarlas ni hacia dentro ni hacia afuera. El mismo problema que tuvo el gobierno de Cristina Fernández y Néstor Kirchner, un problema que al parecer es intrínseco al peronismo.

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