Comunicación y cultura ¡afuera!

El argumento siempre es el mismo: motosierra y licuadora para generar un ajuste que permita llegar al déficit cero. La explicación sirve para todos los rubros y se aplica a cualquier tipo de espacios. Desde el mismo día que asumió la presidencia Javier Milei inició su campaña contra la cultura, la comunicación y, en particular, los medios públicos. Primero fue Télam. Detrás siguieron el resto de los medios públicos en particular la Televisión Pública y radio Nacional. Nuevamente, argumentos económicos. Lo que sigue en pie es gracias a la resistencia organizada de trabajadoras y trabajadores.

Una de las últimas medidas fue el «apagón digital» de todas las redes del sistema público de medios. «Los Medios Públicos se encuentran en un proceso de reorganización que tiene como objetivo mejorar la producción, realización y difusión de los contenidos que se generan», se puede leer en una disposición firmada por Diego Martín Chaher, interventor de Radio y Televisión Argentina Sociedad del Estado. La medida silenció las redes digitales y los sitios web de Televisión Pública, Radio Nacional, las emisoras del interior, FM Clásica, FM Rock, FM Folclórica, Paka Paka y Canal Encuentro. Ni pudor hubo en la comunicación de la decisión: para describir lo decidido se apeló a la imagen de «proceso de reorganización», los mismos términos usados por la dictadura militar para adjetivar el golpe de Estado perpetrado en 1976.

No hubo mayores explicaciones que las que surgen del comunicado. Tampoco aquí hay razones fundadas de orden económico o presupuestario. No es difícil concluir que lo decidido tiene que ver con una cuestión de índole ideológica y política, la misma por la cual se ataca a instituciones y organismos de la cultura cuyo funcionamiento no afecta de manera sustancial al presupuesto y, en algunos casos, ni siquiera incide en fondos que provienen del Estado.

Dicho esto no es difícil concluir que las medidas que se están adoptando en este campo tienen mucho más que ver con la pretendida «batalla cultural» encarada por Javier Milei y el gobierno de LLA como parte de su estrategia de gobierno que en motivaciones de tipo económico o presupuestario.

¿Por qué avanzar contra la comunicación y la cultura? ¿Por qué silenciar los medios públicos hasta en sus redes sociales digitales?

En primer lugar, porque el mileismo parte del supuesto de que esos espacios son ámbitos de operación de «el zurdaje», para utilizar palabras del propio presidente. En consecuencia, y como parte también de la estratégica de generación de conflicto permanente, la comunicación y la cultura son una suerte de trinchera —dicen en el oficialismo— de los enemigos del gobierno. Argumento suficiente para proponer su aniquilamiento. Comunicación y cultura…¡afuera!!!

Un párrafo aparte cabe agregar sobre las medidas tomadas con los fondos destinados a la publicidad oficial y a lo asignado por ley a medios comunitarios y alternativos. Aquí sí hay un argumento económico, aunque lo que se destine a este fin no es significativo para las arcas del Estado. La razón de fondo es la misma: acallar voces diferentes.

Pero sumado a ello existe otra razón: los medios públicos, pero también por extensión la comunicación y la cultura en general, constituyen un componente sustancial de la vida democrática. Son un sostén informativo, comunicacional, pero también un ámbito crítico de la vida social y política. Quizás el único que —aún sin hacer oposición directa al oficialismo— puede generar espacios de pluralismo y ámbitos circulación de diversidad de ideas, de intercambio de perspectivas. Es una posibilidad que no agrada a los habitantes de la Casa Rosada.

Lo anterior queda de manifestó también con la conducta comunicacional de Javier Milei: solo otorga entrevistas a medios y periodistas dóciles y alineados con su pensamiento, no acepta (o por acuerdo no se le formulan) repreguntas que lo puedan incomodar. Hasta las puestas en escena son controladas por sus asesores de imagen.

Todo esto es posible —vale la acotación a pesar de la evidencia— dado que en la Argentina existe un escenario comunicacional con gran concentración mediática en pocos grupos que poseen los medios de mayor impacto y que actúan en tándem con el poder económico. Esos grupos son hoy los voceros oficiosos de Milei y de LLA.

En consecuencia, el avance contra la comunicación y la cultura es parte integral del ajuste. Pero más allá de ello la ofensiva en ese frente también es pieza fundamental de la «batalla cultural» de LLA contra las bases de la democracia que se pretende sustituir. Lo saben: sin medios públicos, sin comunicación y cultura plural y diversa no hay verdadera y legítima democracia. Por eso… comunicación y cultura…¡afuera!!!

Periodista, docente e investigador de la comunicación. Su campo de especialización son los temas de comunicación vinculados con la ciudadanía, la participación, las políticas públicas y la planificación de procesos comunicacionales. Dicta cursos en grado y posgrado y asesora a organizaciones sociales, entidades públicas y gobiernos.


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POR ARAM AHARONIAN | En América Latina llevamos 532 años en resistencia. Hemos resistido a todo y nos acostumbramos a su lógica. Cuando tuvimos gobiernos progresistas no cambiamos la agenda y nos olvidamos de la construcción. La construcción de nuevo pensamiento crítico, de nuevos cuadros políticos, económicos, administrativos, la construcción de una nueva comunicación popular. Quedamos anclados en el pasado, en la mera resistencia. Y hoy lo estamos pagando.

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