¿Cómo no vimos venir la motosierra?
Una propuesta para reflexionar sobre la incidencia del sistema de medios sobre las decisiones ciudadanas a la hora de sufragar, teniendo en cuenta el impacto de internet y las formas nuevas de la comunicación social contemporánea que modifican el escenario comunicacional y el político y en que los usuarios son parte de la arquitectura del sistema.
Esta nota tenía otro título. Se iba a llamar El pueblo elige. Y comenzaba parafraseando el trabajo del sociólogo Paul Lazarsfeld que demostró, allá por los años cuarenta, que los medios tenían poca influencia en el voto de la gente. Según probó luego de seis meses de entrevistas a más de tres mil pobladores del condado de Erie, en Ohio, el voto surgía más que del consumo de la radio o los medios gráficos, de las tradiciones familiares, de la pertenencia a los grupos, de su formación religiosa y su arraigada costumbre. Así, los republicanos votaban republicanos y los demócratas a los demócratas. Unos eran más conservadores, los otros más cosmopolitas; unos eran en general protestantes, los otros católicos; unos vivían en los suburbios más cerca del medio rural, los otros preferentemente en el pueblo. Por supuesto ésta probada hipótesis sociológica (piensen que Lazarsfeld entrevistó a toda esa gente solo para relevar el voto de un poblado de 79.000 habitantes) no desmiente la existencia de posiciones dominantes de los medios de comunicación, porque, finalmente, los medios también son parte de esos amplios dispositivos culturales que refuerzan las narrativas de los grupos humanos.
Pero cuando leí ese primer borrador recordé que todo había cambiado. Que el paisaje sobre el que trabajó Lazarsfeld en los años cuarenta era el de los medios de masas (la radio, el cine, la prensa periódica) y que hoy, gracias al impacto de internet y las formas nuevas de la comunicación social contemporánea, todo es distinto. Por debajo de los todavía existentes medios de comunicación tradicionales (las señales de noticias, los periódicos online) corre un río infinito y apabullante de comunicación por redes, aplicaciones, streaming, que muchos no vemos. ¿De dónde salió ese tsunami revulsivo que votó por Javier Milei quebrando la tranquilidad de muchos al grito «la casta tiene miedo»? ¿Cómo fue que no vimos venir la motosierra? ¿Cómo es posible que una figura con menos de dos años de conocimiento público pudiera armar un partido político y salir primero en las PASO desafiando todas las encuestas?
Uno de los conceptos más relevantes en el campo de los estudios de la comunicación contemporánea dice que asistimos a la cultura de la conectividad. Que la diferencia central entre el viejo sistema de medios, el broadcasting, y el actual, es que los usuarios son parte fundamental de la arquitectura del sistema. No son sólo consumidores o lectores, son actores del dispositivo. No es difícil, así, comprender que mientras los otros partidos políticos se gastaban millones imprimiendo carteles, folletos, publicidad en avenidas y autopistas, militantes recorriendo las calles o con puestos en las esquinas, este señor de pelos revueltos construía un partido político «virtual» con los contactos de su Instagram. Así nacía una memética política. ¿Qué es eso? La traducción al mundo digital de la estrategia comunicacional del siglo XXI. Mientras los dirigentes políticos de la oposición y el oficialismo recorrían los sets televisivos con «la langue de bois» (la lengua de madera), ese discurso acartonado que abunda de palabras vacías (cambio, Estado, trabajo, inclusión), Milei se mostraba con la motosierra. Unión por la Patria sólo pudo sortear el encierro en el que estaba cuando logró dejar de hablar pavadas y pasó a los hechos. Siguiendo el axioma peronista («la única verdad es la realidad») pasó a las efectividades conducentes: bajar el impuesto a las ganancias, descontar el IVA al consumo masivo, devolverles a los trabajadores informales lo que la estampida del dólar les sacaba a diario. Pero, además, la más certera fue aquella que puso blanco sobre negro la movilidad de las masas. ¿Saben a cuánto se irá el pasaje de tren o micro si Milei saca los subsidios?
Ahora se trata de no olvidar lo aprendido. Nada hay que sustituya la realidad. Y en el mundo de las fake news y la sobrevaluación comunicacional y el vértigo de la inteligencia artificial, la verdad se impone siempre que se corresponda con los hechos. Verum ipsum factum, decía Vicco. Lo verdadero es lo hecho. El 19 el pueblo elige.
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