Zohran Mamdani y la izquierda que vuelve a hablar del futuro
Ruth Ferrero-Turrión, profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), afirma que la victoria de Zohran Mamdani en las elecciones a la alcaldía de Nueva York no solo es un hito simbólico —al convertirse en el primer alcalde musulmán y del sur de Asia de la ciudad— sino también la prueba de que las campañas enraizadas en el territorio, con discurso transformador y organización comunitaria, pueden desafiar al establishment y ganar.
La reciente victoria de Zohran Mamdani en las elecciones a la alcaldía de Nueva York ha sacudido el panorama político estadounidense. El joven dirigente, militante de los Democratic Socialists of America (DSA), logró lo que parecía imposible: arrebatar la conducción de la ciudad al aparato tradicional del Partido Demócrata. Pero, como señala la profesora Ruth Ferrero-Turrión en su análisis publicado por el diario Público de Madrid, lo relevante no es solo el hecho simbólico de que sea el primer alcalde musulmán y del sur de Asia, sino el modo en que su triunfo redefine el horizonte de la izquierda en Estados Unidos.
Mamdani construyó su liderazgo desde abajo, sin grandes donantes ni respaldo mediático. Su fuerza emergió del trabajo sostenido en los barrios, de la conversación directa con los vecinos, de la escucha y la presencia constante en asambleas, sindicatos y colectivos comunitarios. Su campaña fue el resultado de años de militancia territorial, más que una operación de marketing. Esa coherencia entre discurso y práctica le permitió articular una narrativa auténtica, conectada con las preocupaciones reales de quienes viven la desigualdad, el desempleo o el aumento del costo de la vivienda en una ciudad cada vez más expulsiva.
Frente al lenguaje tecnocrático de la gestión y la eficiencia, Mamdani propuso una visión de ciudad para quienes la habitan, no para quienes la especulan. Su programa incluía medidas que, lejos de complacer a los mercados, buscaban mejorar la vida cotidiana: congelamiento de alquileres, transporte público gratuito, impuestos a las grandes fortunas y expansión de la vivienda pública. Estas ideas, tildadas de utópicas por sus adversarios, demostraron ser electoralmente eficaces cuando se acompañan de organización y claridad política.
Ferrero-Turrión subraya que el éxito de Mamdani radica en haber comprendido algo esencial: no se gana defendiendo lo existente, sino ofreciendo una alternativa deseable. En tiempos de miedo y resignación, cuando gran parte de la socialdemocracia global ha optado por campañas defensivas centradas en «frenar a la extrema derecha», Mamdani eligió una estrategia propositiva, orientada al futuro. Su victoria confirma que las campañas que movilizan no son las que se limitan a contener, sino las que invitan a transformar.
Otro factor decisivo fue su conocimiento del territorio. Lejos de basarse en algoritmos o consultoras, su equipo estudió la vida real de los barrios: jóvenes endeudados, familias migrantes, trabajadores precarizados, inquilinos ahogados por la renta. A cada uno se le habló en su propio lenguaje, con empatía y cercanía. Esta política de contacto directo, en una era dominada por la comunicación digital y despersonalizada, fue una apuesta contracultural y, a la vez, una de las claves de su éxito.
La politóloga sostiene que, con esta victoria, la izquierda del Partido Demócrata alcanza su mayor conquista hasta la fecha, consolidando un nuevo laboratorio político en la ciudad de Nueva York. Mamdani se suma a figuras como Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar y Jamaal Bowman, representantes de una generación que impulsa un progresismo urbano, multirracial y transformador. Su ascenso demuestra que las ideas de redistribución, justicia racial y transición ecológica ya no pertenecen a los márgenes, sino al corazón de la agenda política estadounidense.
Desde Europa, el fenómeno Mamdani también ofrece lecciones. Las izquierdas del continente enfrentan dilemas similares: entre la gestión pragmática y la necesidad de volver a plantear proyectos transformadores. En un contexto de avance de las derechas, las estrategias defensivas se revelan insuficientes. Lo que sugiere la experiencia neoyorquina es que la izquierda necesita recuperar la iniciativa política, disputar el sentido común y reconstruir su capacidad de imaginar futuros posibles.
La victoria de Mamdani sintetiza una enseñanza que trasciende fronteras: audacia, organización de base y conocimiento del territorio son las claves del éxito progresista en el siglo XXI. Nueva York se convierte así en el epicentro de un nuevo ciclo, donde las propuestas rupturistas dejan de ser marginales para convertirse en plataforma de mayorías. Porque, como concluye Ferrero-Turrión, cuando la política vuelve a hablar del futuro, la gente vuelve a escuchar. Y cuando la izquierda deja de tener miedo a ganar, gana.
Sin embargo, señala que queda por ver cómo interpreta el Partido Demócrata esta victoria: como una anomalía o como señal de un cambio estructural. En tal sentido, advierte que si el aparato del partido opta por replegarse en su lógica conservadora corre el riesgo de desperdiciar una oportunidad histórica para recomponer su vínculo con la ciudadanía.
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