Las milicias digitales de la ultraderecha

La ultraderecha ensaya nuevas formas de violencia paraestatal, que comienzan como ataques virtuales en las redes, pero derraman hacia los domicilios y familiares de sus objetivos. Esta investigación revela quiénes son los integrantes de uno de los grupos más despiadados y describe de manera pormenorizada su modo de operar. También avanza en cuáles son sus terminales con el Poder Ejecutivo. Conocer estos vericuetos es clave para poner en juego estrategias de autodefensa.

La guerra encabezada por el Gobierno nacional contra la población y sus instituciones representativas incluye hasta el momento acciones represivas cada vez más virulentas en las movilizaciones y concentraciones callejeras; encarcelamientos masivos que, a partir de una alianza con lo más rancio del sistema judicial, derivan en acusaciones descabelladas como la de «terroristas» que intentaron perpetrar un «golpe de Estado» contra quienes se animaron a resistir la Ley Bases, una cruzada judicial contra las organizaciones sociales, la retención de alimentos y el ajuste de partidas presupuestarias a costa del hambre de los más castigados.

Pero existe una práctica primigenia de la extrema derecha que vamos a reconstruir de manera minuciosa a raíz de nuevos alcances que ha adquirido desde que el 10 de diciembre La Libertad Avanza (LLA) cruzó un umbral histórico y se hizo de la botonera estatal: los ataques digitales contra opositores, o para dirimir internas del ahora oficialismo, que traspasan las pantallas y se convierten en persecuciones y agresiones físicas.

Las acciones violentas que ya protagonizaban sus variopintas organizaciones —como el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner (CFK)— presentaban conexiones y terminales gubernamentales. La diferencia sustancial es que ahora la condición paraestatal de los ataques depende íntegramente de una fuerza que maneja los fierros del Estado nacional. O, dicho de otra manera, que desde hace seis meses ocupa los dos lados del mostrador.

A continuación, presentaremos los siguientes puntos:

el modo en que los tanques digitales atacan en manada;

la identidad de los máximos miembros de uno de los grupos que encabezan estas persecuciones y sus vínculos políticos;

los destinatarios de esta violencia impiadosa.

El arte de doxear 

La cuenta @Antiponzista había conseguido instalarse masivamente en el universo twittero, incluso con interacciones al interior de los círculos de la derecha radical. Cuando asumió Javier Milei (JM) evaluó que el único modo de enfrentar al flamante Gobierno era golpearlo en su propio terruño: el digital. Rápidamente comenzó a publicar información sensible. El parteaguas se produjo en febrero, cuando junto a otro usuario (@criminaalmambo) realizaron un pedido de Acceso a la Información Pública y se toparon con una data explosiva: la lista de ingresos a la Casa Rosada revelaba que una tropa de twitteros de la ultraderecha, reconocidos por su descarnada agresividad, eran asiduos concurrentes. «En unos días, se les cae la máscara a varios twitteros, no fue por la libertad, fue por la guita», advirtió desde su cuenta como prefacio de una andanada de posteos que pegaron en la línea de flotación del incipiente armado del todopoderoso asesor presidencial Santiago Caputo.

El primero que revelaron fue el caso de Juan Pablo Carreira (@jdoedoe101101), quien sorpresivamente figuraba en las planillas de ingresos como director de Comunicación Digital, un cargo que no se había difundido y que recién se oficializó cinco meses más tarde.

Otro personaje expuesto fue el influyente médico genetista Daniel Parisini, conocido como el Gordo Dan (@gordodan), a quien desnudaron como un asiduo visitante de Balcarce 50 e incluso como quien autorizaba los ingresos de otros twitteros radicalizados.

Parisini acusó recibo a través de una inmediata respuesta que se convirtió en una confesión: «¿Esta era la boludez que tenías? Fui a ayudarlo a Juan [Pablo Carreira, alias Juan Doe] a armar su equipo porque el 19 de noviembre ganamos las elecciones. También fui como invitado el viernes al Congreso a escuchar el discurso de mi Presidente porque ganamos las elecciones, y vos quedaste con el culo ardido. (…) ¿Te dan los huevos para dar la cara o va a haber que doxearte?».

Según la página oficial argentina.gob.ar, doxear «consiste en recopilar y publicar información personal de alguien o de un grupo sin su consentimiento, con el objetivo de dañar su trayectoria pública y profesional». Tiene su origen en la frase «exponer dox», una contracción de «docs»; es decir, documentos. Parisini hablaba de lo que sabe: en junio de 2021 publicó en Twitter las direcciones postales de un grupo de periodistas que expuso vínculos entre agrupaciones e influencers de ultraderecha. Todos esos comunicadores fueron amenazados tras el doxeo.

Pero @Antiponzista y @criminaalmambo no retrocedieron frente a la amenaza y continuaron revelando la estatización de una manada de twitteros que hasta hace poco solían fustigar a la casta política. Tomás Jurado (@ElPelucaMilei) y Lucas Luna (@sagazluna) fueron los siguientes señalados como flamantes miembros del equipo de Comunicación Digital y Pública respectivamente. Se sumó la revelación de un encuentro entre el sobrino de Toto y su amigo Juan Neuss, integrante de una poderosa familia, dueña de un conglomerado empresario principalmente de la rama energética. Hoy los Neuss avanzan con negocios múltiples de la mano del asesor presidencial. También incluyeron los nombres reales de usuarios reconocidos por sus obsesivas persecuciones a opositores.

La gota que rebalsó el vaso fue la publicación de una declaración jurada con la firma de puño y letra del médico Parisini (Gordo Dan) confirmando su trabajo como residente en el Centro Nacional de Genética Médica del Instituto Malbrán entre junio de 2019 y septiembre de 2023, un mes después del triunfo de JM en las PASO.

Ahí se desató la cacería libertaria, desplegando un aceitado modus operandi. El 13 de marzo, una semana después de los posteos en su contra, el Gordo Dan publicó su nombre y apellido, el nombre de la cuenta (@Antiponzista), y agregó: «A partir de ahora tuitea con nombre, apellido y rostro». El doxeo se complementaba con tres fotos en primer plano.

Días más tarde, un repartidor de Mercado Libre tocó el timbre de su casa y le entregó la típica bolsa amarilla de la compañía, en cuyo interior había un bol de plástico y tapa transparente con tierra y gusanos. Horas después le llegó un mensaje advirtiéndole que, en caso de seguirla, él también terminaría en la tierra. La jornada siguiente, un sujeto se mostró sacando fotos en el frente de su domicilio. A continuación publicaron imágenes, nombres, direcciones, patentes del auto y deudas bancarias de toda su familia, a quienes amenazaron.

Finalmente, en grupos de Facebook y de Marketplace, pusieron en marcha una modalidad denominada swatting, surgida en la cultura online estadounidense, que consiste en engañar a un servicio de emergencia dando un aviso de un falso incidente grave para que envíe una respuesta urgente. La versión local implica la publicación de anuncios falsos (ofertas laborales, ventas, donaciones de muebles o electrodomésticos) para que las personas concurran con alguna expectativa de realizar un trabajo o, tal como ocurrió en el caso de @Antiponzista, para retirar una heladera y una cocina que supuestamente ofrecía de manera gratuita. Al llegar a su casa continuaron cebando a los ingenuos que se presentaron con un flete diciéndoles por mensaje que los estaban grabando porque se trataba de una joda. El objetivo era que se desquitaran con el dueño y su morada.

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