Estaba en un error, me equivoqué
Un interesante experimento de The New York Times que involucra, entre otros, al economista Paul Krugman. Se trata de la invitación a reconocer errores. Por cierto, una poderosa herramienta retórica que tiende a matizar las posiciones más extremas del interlocutor de turno y promueve una deliberación racional.

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El refrán dice que «es de sabios cambiar de opinión». Quizás, pero no siempre es sencillo hacer un mea culpa. Y eso es lo que hace poco The New York Times le pidió David Brooks, Farad Manjoo, Paul Krugman y Zeynep Tufecki; que analizaran sus predicciones erróneas o malos consejos y reflexionaran sobre por qué cambiaron de opinión.
David Brooks, periodista del diario y también del Wall Street Journal. Antiguamente este autor era un defensor a ultranza de la revolución conservadora liderada a principios de los 80 por Ronald Reagan y Margaret Thatcher. En aquel entonces Brooks se montó a las ideas emprendedoras e innovativas que parecía prometer Silicon Valley, y que él vinculaba con los resultados más fascinantes del libre mercado. A principios de los noventa viajó a la Unión Soviética (luego Rusia) y se maravilló con los planes de privatización de un socialismo en retirada. Pero hacia 2003 Brooks empezó a notar que la máquina del capitalismo posindustrial, aún con su dinamismo sin igual, tenía defectos fundamentales. Notó que los estadounidenses con los niveles más altos de educación acumulaban más y más riqueza y colmaban a sus hijos de ventajas, sembrando una especie de sistema de castas. Empezó a escribir columnas sobre la desigualdad, pero sus amigos economistas de derecha no tenían mucho para decir sobre ella. Para cuando se desató la crisis financiera, los defectos del capitalismo moderno le resultaron más y más evidentes, y no tardó en apoyar políticas de intervención más decididas, como la que propició Obama para contrarrestar la crisis de 2007-2009.
Por su parte, Farad Manjoo confesó su desafortunado entusiasmo a principios de 2009, cuando no solo celebró el nacimiento y consolidación de Facebook, sino que además recomendó a todo el mundo que se uniera esta red social. En el presente Manjoo no solo se arrepiente de su consejo, sino que directamente afirma que internet y quizás el mundo serían mejores lugares si este monstruo de la industria de la comunicación social jamás hubiera aparecido.
El caso más interesante, por su protagonismo académico y mediático, fue el de Paul Krugman. A principios de 2021 el economista se vio envuelto en un intenso debate sobre las posibles consecuencias del Plan de Rescate Estadounidense por 1,9 mil millones de dólares llevado adelante para compensar los efectos de la pandemia sobre los ingresos de los ciudadanos. Un grupo advirtió que el paquete sería peligrosamente inflacionario pero otros especialistas, entre los que se contaba Krugman, estaban bastante tranquilos.
Krugman reconoció recientemente esta fue una mala apreciación. Su hipótesis era que el plan generaría un aumento mucho menor en el PIB de lo que sugerían las estimaciones, y de lo que fue la cifra final. De hecho, se ha acumulado evidencia de que muchos estadounidenses destinaron su cheque de ayuda a ahorrar o a repagar deudas, y no tanto a consumir.
Por último, Zeynep Tufecki reconoce que se equivocó sobre por qué las protestas funcionan. Pensé que una multitud de manifestantes conduciría a un cambio en la política.
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