¿Para qué informamos?
Hoy más que nunca el debate sobre el periodismo y su función en la sociedad sigue abierto. La pregunta es acerca del sentido de la noticia y qué efectos de realidad se quieren construir.
La búsqueda de más visualizaciones, likes, rating y el minuto a minuto parecen marcar buena parte de la agenda periodística actual. En ese marco se tiende a priorizar el impacto, el sensacionalismo, la emoción.
Noticias cada vez más breves, descontextualizadas, sin análisis, fragmentos de relatos que saltan de un tema a otro: el relato de una mujer llorando, un crimen morboso y un video que se viralizó puede ser parte central de la agenda informativa, si es que vende.
¿Te imaginás a Rodolfo Walsh corriendo detrás de si medían bien o no sus relatos? No. Porque el periodismo es o debería ser otra cosa.
En los últimos años, según el Monitoreo comparativo de programas noticiosos de canales de aire de la Ciudad de Buenos Aires de la Defensoría del Público hay una tendencia: se emiten cada vez más noticias en el mismo tiempo y con menos fuentes de información.
Mientras se privilegia la noticia como mercancía, la agenda de policiales e inseguridad es la que prevalece. Según el último informe del mismo organismo, otra tendencia que se sostiene en los últimos años es que “continúa evidenciándose el contraste, entre la reiteración de las temáticas preponderantes y la escasa visibilidad de otras perspectivas, asociadas a un tratamiento positivo y respetuoso de grupos sociales en mayor situación de vulnerabilidad, tales como, «Personas mayores», «Pueblos indígenas» o «Migrantes».
Las redes sociales complejizan el fenómeno. Operaciones, saturación de información y noticias falsas agregan muchas veces confusión en el marco de estos discursos impactantes y fragmentados.
► Seguir leyendo esta nota en Página/12