Del GPS  a Google Maps

Las tecnologías reproducen relaciones de poder y refuerzan inequidades a pesar de que se presentan como neutrales. También las maneras de representar el mundo que nos rodea fueron y siguen siendo objeto del sesgo impuesto a raíz de una mirada particular: la del poder. La necesidad de reconocer nuevos derechos en el espacio digital.

Las tecnologías digitales se presentan como neutrales e inocuas. Sin embargo, cargan con los sesgos presentes en nuestra sociedad. Reproducen las relaciones de poder. Refuerzan las inequidades existentes y crean otras nuevas.

El GPS, por ejemplo, nos alerta marcando una zona como peligrosa cuando pasamos cerca de un barrio donde viven personas en situación de pobreza, reforzando el estigma que asocia pobreza y peligrosidad: por ahí no hay que ir.

La voz del GPS que nos asiste, además, es la de una mujer. La voz de Alexa, el asistente virtual desarrollado por Amazon, también es femenina. Siempre una mujer en el rol de asistente. Recordemos que en nuestra cultura patriarcal la brecha laboral por motivos de género sigue estando presente, los espacios de conducción y mejor remunerados tienden a ser ocupados por varones.

La representación del planisferio de Google maps que utilizamos es la desarrollada por el alemán Gerardus Mercator en 1569, presentada como una representación basada en cálculos matemáticos. Allí los países del hemisferio sur estamos subrepresentados, en dimensiones menores a las reales y con la línea del Ecuador desplazada hacia abajo y los del hemisferio norte están sobre representados. El centro y arriba del mapa tiene a Europa dominante, completa la centralidad el océano Atlántico, circuito comercial clave para su expansión.

Como señala el pensador Arturo Jauretche, «los planos, los mapas y los planisferios han sido ideados en el hemisferio norte. Entonces el hemisferio norte está arriba y el sur, abajo. En el infinito estelar que este planeta navega no hay ni arriba ni abajo; son los espectadores de la navegación los que resuelven qué es arriba y qué es abajo».

Las imágenes son lenguaje y las maneras de representar el mundo que nos rodea fueron y siguen siendo objeto del sesgo impuesto a raíz de una mirada particular. La representación se torna conocimiento que circula y valida al tiempo que desconoce o invalida otros conocimientos.

En su afán por controlar los contenidos publicados, el equipo a cargo de Facebook en 2016 estableció filtros. Sin embargo, rápidamente quedó en evidencia que los criterios se establecían desde el sesgo de quienes estaban a cargo de programarlos: en 2016 la red bloqueó la cuenta de Umawtufe Wenxu, periodista y músico mapuche, por considerar que su nombre no era real, sumado a los casos de censura de pezones femeninos desde 2010, dan cuenta de este hecho.

Según MichelF oucault «el ejercicio de poder crea perpetuamente saber e inversamente el saber conlleva efectos de poder». La verdad no está fuera del poder, ni sin poder. Es producida y transmitida bajo el control, no exclusivo, pero sí dominante, de aparatos políticos o económicos: universidades, ejércitos, medios de comunicación y, en la actualidad, las tecnologías de la información y las comunicaciones.

El doctor en comunicación, Daniel H. Cabrera, explica que la frase —célebre de nuestros tiempos— «se cayó el sistema» denota no solo que no es posible usar el servidor y, por lo tanto, no es posible realizar el servicio o transmitir información, sino que nos muestra la dependencia que tenemos respecto a los servicios de las redes informáticas. El efecto que puede provocar es el de la carencia fundamental, la pérdida de una parte vital que nos deja desamparados ante el universo, nos hace creer que todo está determinado por la tecnología.

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