PASO, medios y aritmética

«Seis y dos son ocho y ocho dieciséis, y ocho veinticuatro y ocho treinta y dos». Como en la vieja canción infantil, los votos hay que contarlos, todos.

Los medios de comunicación, en cualquier formato, son intermediarios entre los fenómenos de opinión pública y sus audiencias. Un fenómeno de esta naturaleza puede ser un partido de fútbol, un incendio, una elección, un hecho de corrupción. En general, los consumidores de medios no viven en forma directa la información que corresponde a esos temas.

Entonces, ahí aparece la responsabilidad de los medios en cuanto a la forma que «intermedian» (informan) lo ocurrido. De los tres datos que componen ese contexto (suceso, medio y audiencia), solo uno, el medio de comunicación, tiene la potestad de manejar el contenido.

Es entendible, por lo tanto, que parcelas de la sociedad —en general políticos, intelectuales y sectores que son audiencia con cierta ansiedad por lo que suponen es la «verdad» o desean alguna «objetividad»—, desconfíen y teman acerca de la forma en que esa intermediación mediática se realiza.

Hasta ahí se entiende esta suspicacia, aunque muchas veces se agigante el poder de los medios y se los satanice, otorgándoles un imperium no siempre tan magno. Más en estos tiempos en que la inteligencia artificial y las empresas digitales/algorítmicas imponen dominios y componen claras construcciones de sentido.

De cualquier manera, y ante todas estas circunstancias, siempre es útil recordar ciertas precisiones de la escuela de Birmingham, que habla de cómo existe una cultura previa en cada consumidor de medios, que permite tomar, rechazar y negociar los mensajes políticos recibidos. Richard Hoggart, uno de sus maestros, dice que «todas las verdades son contextuales. Por tanto, no hay garantía de que lo que es verdad en un contexto particular sea verdad en otro contexto». Y ese contexto lo pone el receptor de los mensajes. Debido entonces a esa previa consolidación de su capacidad de ver el mundo, ese receptor encuentra valores y significados del mensaje a los cuales combina con los propios; o sea, los filtra, los decodifica de acuerdo con su conveniencia y eso provoca que la carga de valores contenidas en el texto recibido no tenga la impronta que el emisor hubiese preferido. Esto lo investigó en profundidad Stuart Hall, otro de los líderes de Birmingham en su trabajo sobre codificación/decodificación.

En oras palabras, no hay que asignarles tanto poderío a los medios y tener más confianza y respeto en las audiencias; sobre todo en sus niveles de clase trabajadora y de jóvenes, que obviamente no están formadas por descerebrados, bobalicones y compradores necios de cualquier cosa que le cuenten.

Todo este prolegómeno lo uso para decir que existe una falacia en torno a las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) y su interpretación cuantitativa. Y que es mal utilizada por los medios y es aprovechada por quienes no desean su realización. Esa falacia es creer que, de no existir candidatos únicos por fuerza política, se debilita «simbólicamente» el caudal electoral al estar dividido en varias opciones.

Ejemplo, nos quieren hacer creer que si en las PASO el partido A saca cien mil votos, sumados cinco candidatos, donde el primero obtiene veinticinco mil y el partido B obtiene treinta mil con un solo candidato, el hecho que los medios mencionen este dato como eje informativo central, hará que las audiencias crean que el partido B ganará la elección general. ¡Pues no es así!

Muy probablemente en las elecciones generales el partido A estará cerca de los cien mil votos y el B rondará nuevamente lo obtenido en las PASO.

Para eso están las primarias, para ordenar candidaturas, pero también para sumar votos del colectivo partidario, que son los que importan. Son los que en la general definirán el poder.

Y es tanto el temor a los medios que públicamente políticos y periodistas afirman que, al otro día de las PASO, cuando se informe y titule, los resultados individuales ya serán consagratorios para el siguiente turno general, sin tomar en cuenta que la ciudadanía sabe sumar y darle entidad y valor a los votos que saca su partido sea este expresado en uno o en más candidatos.

En el caso que me interesa, el del peronismo, resulta enigmático que se pretenda, en virtud del estado aciago en que se encuentra y en la orfandad de liderazgo electoral que muestra (salvo CFK los demás valen ciertamente menos), pensar que una sola candidatura puede sumar más que varias. 

Solo poniendo a diversas expresiones del polifacético y variado mundo interno justicialista se pueden evitar fugas de votos al exterior. A la vez que comprometen a quienes participan en las PASO, en un acompañamiento posterior, que puede o no cumplirse desde la dirigencia, pero seguramente tendrá validez para el votante.

Y volviendo al comienzo de esta nota, veamos que el fenómeno de opinión pública es la cantidad de votos que sacó un partido, en total. No el guarismo de cada candidato, dato este al que se le puede asignar enorme espacio informativo e importancia, durante veinticuatro horas y luego prima lo que realmente vale; es decir, cuántos sufragios tuvo cada fuerza.

Y ahí no hay manipulación posible ni ardid mediático alguno. Los votos están y es lo que cuenta.

Entonces, vamos a las PASO, sin pretensiones de unicato o dedos definitorios. Ya CFK dio todo lo que tenía y es hora que aparezcan, relucientes por el poco uso, los famosos «bastones de mariscal» tantas veces mencionados y tan escasamente blandidos.

Osvaldo Mario Nemirovsci

Osvaldo Mario Nemirovsci Diputado Nacional (MC) por Río Negro. Presidente de la Comisión de Comunicaciones e Informática (2003/07). Director de Propuesta para la Industrialización y Recuperación de la Cultura Audiovisual (Pirca).

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