La cultura digital, las nuevas prácticas sociales y los procesos de subjetivación. El abordaje de las ciencias sociales

Las ciencias sociales y humanas tienen la necesidad inaplazable de renovar sus instrumentos teóricos, de responder a las exigencias de una realidad compleja y repleta de nuevos desafíos y de preparar a las nuevas generaciones de científicos sociales para que estén en la mejor capacidad de aplicar sus conocimientos con creatividad y responsabilidad.

Indudablemente atravesamos un período de transformaciones. Los colegas más pesimistas dicen que «La evolución tecnológica parece racional, pero es un caballo desbocado» (Ferrer, 2012). Los más optimistas dicen que estamos en una época de desplazamientos tectónicos, que dejarán atrás autoridades vaciadas de contenido y sentido para dar lugar a la inteligencia colectiva y la apropiación masiva de la potencia expresiva (Piscitelli, 2010). También están los melancólicos y los apocalípticos; y, por supuesto, los místicos, que nos dicen que estos son tiempos de meditación y reflexión a la espera de una Nueva Era. Éstas y otras tantas alusiones a nuestro presente como una «época de cambios», han terminado convirtiéndolo en un significante vacío sobre el que se proyectan todo tipo de fantasmas, deseos, delirios místicos y voluntarismos ideológicos.

Ahora bien, nosotros, cientistas sociales reincidentes, ¿cómo definiríamos las mutaciones de nuestro presente? El vicio profesional nos lleva a preguntarnos por la índole y el grado de verificación posible de todo aquello que se le imputa a nuestra época. Porque convengamos que no se puede asumir que atravesamos «cambios que sacuden los cimientos de la civilización occidental» (Baricco, 2008), que «hay un nuevo sentido humano» (Marramao, 2011), que estamos asistiendo al »agotamiento de la moral universal» (Maffesoli, 2009), o que «el capitalismo viven una crisis terminal» (Žižek, 2011), sin hacer un mínimo ejercicio de historia comparada. Cambios como los que Baricco, Marramao, Maffesoli y Žižek le adjudican a nuestra época, convengamos que hubo muy pocos. Para encontrar una transformación más o menos equiparable habría que remontarse a principios del siglo XIV, cuando los descubrimientos científicos de Copérnico —por nombrar sólo uno de esa caldera histórica— alteraron el orden y las jerarquías del cosmos, abriendo el camino franco del renacimiento y de la modernidad.

Es por eso que nos resulta sustancial precisar el tipo de cambio que atravesamos: ¿Es un cambio cultural, político, económico o social; o abarca todos estos campos a la vez? ¿Es un cambio mensurable?, y en tal caso: ¿cuál es su verdadera magnitud? ¿Puede efectivamente el modelo capitalista, después de haber sobrevivido a todo tipo de embates y de haber consolidado sus dominios globales de un modo elocuente, estar en riesgo de extinción? ¿Qué rol juega la evolución tecnológica en este proceso?, ¿el cambio está relacionado, como sostienen algunos colegas, con la masificación de la tecnología digital interactiva?, ¿cuál es el impacto que tiene la irrupción tecnológica en los procesos de subjetivación? ¿Pueden los cambios tecnológicos trastocar los cimientos de la cultura occidental, teniendo en cuenta que la modernidad impulsó y asimiló revoluciones tecnológicas de gran envergadura; o sólo se trata de una mutación que afecta los estándares interpretativos y que más pronto que tarde será procesada y asimilada? Por todo este fárrago de dudas es que intentaré analizar las causas y la consecuencias de esta mutación.

Antes de empezar, sin embargo, sería bueno recordar que la disciplina que primero habló de una inflexión en la modernidad, fue la filosofía a mediados del siglo XIX con los llamados «maestros de la sospecha». Fue una mirada europea que develó los dominios que estaban en juego. El resto del mundo, era omitido o adolecía de un déficit metafísico esencial que nos impedía participar de la discusión. Se nos concedían —a lo sumo— el fomento de las estéticas nativas, la música popular y las fiestas rituales que venían a estudiar sus antropólogos. Menciono esto porque los diagnósticos sobre nuestro presente indican que es precisamente esa cosmovisión, cerrada sobre sí misma, la que hoy se desmorona y se desagrega en diferentes crisis glocales; pero también porque, a los fines de este trabajo, nos permite establecer un campo genealógico de análisis.

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Fernando Peirone

Docente e Investigador de la Universidad Nacional de San Martín. Fundador de la Facultad Libre de Rosario. La versión original de esta fue publicada en: https://unsam.academia.edu/FernandoPeirone

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