El delito televisado. Cómo se producen y se consumen las noticias sobre inseguridad y violencia en la Argentina

«El delito televisado. ¿Cómo se producen y se consumen las noticias sobre inseguridad y violencia en la Argentina», es una obra que expone los resultados de un proyecto de investigación cuyo propósito fue indagar cómo los medios producen y hacen circular informaciones y opiniones sobre casos de delitos, violencia e inseguridad en los noticieros centrales de Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Mendoza. Para su realización fue preciso reunir un equipo académico durante cuatro años y fue editado por Gabriel Kessler, Martín Becerra, Natalia Aruguete y Natalia Raimondo.

En la Argentina la inseguridad se ha constituido como un asunto ineludible en la agenda pública, política y mediática de las últimas décadas. En consonancia con ello, los casos de delitos, violencia e inseguridad han adquirido un protagonismo destacado en los noticieros de la televisión argentina; una rama de la industria cultural que, a pesar de atravesar un proceso de transformación radical, continúa ocupando un lugar significativo en términos de acceso a la información y al entretenimiento. En la actualidad, e inserta en un ecosistema informativo donde el consumo noticioso tiende a ser cada vez más incidental y multiplataforma, la televisión se mantiene como la principal fuente de noticias, capta la mayor porción de la inversión publicitaria y, fundamentalmente, constituye un referente nodal en la construcción de la agenda pública.

Sin embargo, la lógica del espectáculo atraviesa, tamiza y modela los contenidos que se emiten por la televisión, aun cuando se trate de noticias; lo cual motiva un debate tan actual como necesario: ¿cómo cubre la televisión argentina los casos de violencia, delito e inseguridad? ¿Qué aspectos intervienen —de manera compleja y multifactorial— en su puesta al aire?

El libro responde a estos y otros interrogantes de manera articulada y sumamente minuciosa, como resulta característico en las obras previas de este conjunto notable de investigadores e investigadoras del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).

La obra expone los resultados principales de un proyecto que reunió, además de los mencionados, a otros catorce investigadores e investigadoras de nueve universidades del país durante cuatro años (de 2016 a 2020) con el objetivo de indagar —desde una perspectiva integral— cómo los medios de comunicación producen y hacen circular informaciones y opiniones sobre casos de delitos, violencia e inseguridad en ocho noticieros centrales de las ciudades de Buenos Aires (13 y Telefé), Córdoba (10 y 12), Rosario (3 y 5) y Mendoza (9 y 7). Dicho proyecto, titulado «De la propiedad a la recepción: estudio integral del circuito productivo de las noticias sobre delito e inseguridad en los noticieros televisivos de mayor audiencia de la Argentina», fue financiado por el Conicet, la Defensoría del Público Audiovisual de la Nación y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica del país.

El lector o lectora podrá encontrar en las páginas de El delito televisado… un análisis que atraviesa y enhebra de manera ejemplar el circuito productivo de las noticias sobre delito, violencia e inseguridad; esto es: las condiciones de propiedad de los canales, las rutinas en las que se construyen las noticias, el contenido de éstas y su recepción. Este tipo de abordajes no suele ser común en la literatura especializada y constituye uno de los aportes más significativos del libro.

A nivel estructural, la obra comienza con una introducción, se divide en nueve capítulos —escritos por los y las integrantes del equipo investigador del proyecto—, y finaliza con un epílogo especial a cargo del doctor en Sociología Silvio Waisbord. En la mayoría de ellos, los autores y autoras logran articular en su análisis más de una instancia del circuito productivo de las noticias sobre delito, violencia e inseguridad. Esta particularidad hará que el lector o lectora, aun no siguiendo el orden de lectura recomendado, pueda acceder, desde el contenido desarrollado en cada apartado, a la integralidad que caracteriza a la obra en su conjunto.

Al comenzar, el libro propone una visión panorámica que ubica y orienta la lectura. Así, las primeras páginas presentan el trabajo, formulan las hipótesis y preguntas de investigación que lo guían y exponen la estructura que lo organiza. Además, describen el contexto en el que se inserta la preocupación central de la obra y repasan algunos de los homicidios que impactaron —con distinto nivel de conmoción– en la opinión pública durante las últimas décadas, dado que abonaron, en su conjunto, al incremento de la preocupación por la inseguridad. Tal es el caso de Luciano Arruga (desaparecido y encontrado muerto en 2014), «la tragedia de Once» (2012), el femicidio de Wanda Taddei (2010), y el asesinato del militante Mariano Ferreyra (2010), entre otras muertes mencionadas.

El primer capítulo, que lleva el título «Estudio Integral del circuito productivo de las noticias: un desafío teórico y me-todológico», funciona como un insumo ordenador para la comprensión del resto del trabajo y constituye uno de sus aportes más valiosos. Allí, los editores y editoras junto con Ornela Carboni describen con minuciosidad la estrategia metodológica construida para el estudio integral del circuito productivo de las noticias sobre delito, violencia e inseguridad en los noticieros televisivos de mayor audiencia del país. Ello responde al doble desafío de, por un lado, articular las diferentes fases de ese circuito y, por el otro, de hacer converger perspectivas teóricas distintas, pero complementarias, como la economía política de la comunicación y la cultura, el análisis narrativo, el framing, la sociología del trabajo, la sociosemiótica, el standing y los estudios de recepción. Tanto el estudio integrado como la combinación teórico-metodológica de tradiciones complementarias, sin dudas, constituyen antecedentes valiosos para posteriores investigaciones.

En términos generales, en este apartado el lector o lectora encontrará que la investigación se dividió en cuatro fases coincidentes con las instancias del circuito productivo estudiado: 1) la concentración estructural y la centralización geográfica; 2) las rutinas productivas; 3) el contenido y la construcción discursiva de las noticias; y 4) la recepción de éstas. Para su abordaje, el proyecto realizó una triangulación teórico-metodológica como estrategia para lograr una mirada integradora capaz de dar cuenta de la multidimensionalidad del objeto. Dicha triangulación atravesó al proyecto en su conjunto y aportó complejidad y profundidad a la investigación. Así, el estudio incluyó: la identificación de la composición societaria de las empresas licenciatarias de las emisoras bajo análisis, sus vínculos y relaciones de dependencia y asociación; la realización de 45 entrevistas personales abiertas a actores clave de los noticieros estudiados y observaciones in situ; la construcción de una matriz de análisis para el análisis de los contenidos noticiosos a partir de perspectivas teóricas complementarias; y la conformación de doce grupos focales de diez personas en los cuatro centros urbanos abordados (distribuidos por edad, clase y residencia). Tanto la complejidad de la aplicación de cada una de estas técnicas e instrumentos construidos para el análisis como la sistematización de sus resultados constituyen aciertos sumamente destacados del libro y del proyecto en sí, de tal manera que se vuelve una lectura recomendada para todo lector o lectora asidua de la metodología de la investigación social.

En el segundo capítulo, que lleva el título «La televisión abierta de las grandes ciudades argentinas: estructura subordinada y contenido local», Martín Becerra y Santiago Marino describen las características de la estructuración del medio televisivo en la Argentina y las relaciones de asociación o dependencia entre las emisoras de cabeceras de los grupos audiovisuales más grandes del país (Grupo Clarín y Viacom) y los canales de televisión abierta de las principales ciudades de Córdoba, Rosario y Mendoza. Así, el lector o lectora encontrará en estas páginas una sistematización detallada de las características de propiedad de los canales estudiados, además de que podrá observar, a partir de la lectura, cómo dicha concentración económica y el control directo o asociado de los grandes grupos sobre las emisoras de los principales centros urbanos incide en el proceso de construcción de las noticias.

Esta línea de indagación continúa también en el tercer apartado, titulado «Concentración mediática y rutinas productivas: la desigual cobertura de los territorios provinciales en las noticias sobre delito». A lo largo de éste, Natalí Schejtman, Juan Martín Zanotti y Florencia Sosa identifican las relaciones de propiedad, asociación y provisión de programación entre los canales de televisión abierta de las ciudades de Córdoba, Mendoza y Rosario, y las emisoras de Buenos Aires. Allí, las autoras y el autor articulan las decisiones de la cobertura con la composición societaria de los canales, y las condiciones de producción periodística en relación a lo considerado «local» y «nacional». En este sentido, sostienen que las noticias sobre delito, violencia e inseguridad se concentran en los grandes centros urbanos provinciales (lo cual es condicionado, además, por los costos que suele implicar la cobertura en términos de traslado), aunque señalan que algunos casos locales, como los femicidios, logran traspasar la barrera que se alza al interior de las provincias. Este último asunto da cuenta de la relevancia que cobran los delitos de violencia de género al interior de la agenda pública, política y mediática, especialmente de los últimos años; un tema que el libro también irá destacando de manera particular en distintas partes de su recorrido, en consonancia con el contexto en el cual se inserta su discusión.

En el apartado siguiente, Laura Rosenberg y Nadia Koziner analizan el rol de las fuentes de información en el proceso de producción noticiosa para exhibir quiénes son los actores con capacidad para incidir en el tratamiento de los casos de delitos, violencia e inseguridad. Para ello, articulan el análisis de los contenidos con las entrevistas realizadas a los trabajadores y trabajadoras de los canales bajo estudio, y observan una contradicción: mientras las fuentes no oficiales tienen mayor visibilidad en las coberturas, en los testimonios se identifica a quienes forman parte de las estructuras del Estado (especialmente a las fuerzas de seguridad y al Poder Judicial) como los actores con mayor capacidad para legitimar sus encuadres. Es decir, las autoras comprueban que quienes aportan información relevante para las notas no necesariamente adquieren un mayor grado de visibilidad en las coberturas. Por un lado, esto representa un aporte interesante que complejiza el estudio de las fuentes informativas en las noticias; y, por el otro, motiva el interrogante acerca de qué sucede cuando los hechos de violencia tienen lugar en las áreas en las que se desenvuelven —en tanto actores— sus fuentes principales.

En función de desentramar las relaciones y debates existentes entre las categorías de clase y de territorio, y analizar cómo intervienen tanto en la selección y presentación de las noticias como en las percepciones de los periodistas, en el apartado titulado «Periodistas, clases sociales y territorios “inseguros”», Natalí Schejtman y Lorena Retegui observan una relación entre los modos de figuración de los actores que aparecen como víctimas y victimarios en las noticias, y el sector económico al que pertenecen. Es decir, señalan que mientras que en casos vinculados con sectores medios o altos las calificaciones que priman en las coberturas son las sociológico-laborales; en los que involucran a las clases bajas, por el contrario, resultan más frecuentes los apelativos moralizantes como «motochorro». Además, las autoras constatan, a partir de los testimonios de los trabajadores y trabajadoras, que las economías de tiempo en la producción, sumadas a la naturalización de conceptos, los prejuicios, e incluso las simplificaciones que se realizan con el objetivo de generar impacto en las audiencias también dejan su huella en los discursos que se emiten en los noticieros.

Este último punto referido al impacto traza una línea continua con el sexto apartado, que lleva el título «Noticieros: espectacularización y rutinas productivas». En sus páginas, Ornela Carboni y Gabriela Fabbro focalizan en los procedimientos de espectacularización y dramatización, a partir de la puesta en relación entre el análisis narratológico y lo atestiguado por los informantes clave en las entrevistas. Las autoras hacen énfasis en el tratamiento dramático que deriva en la descontextualización y fragmentación de los casos de delito, inseguridad y violencia en las noticias. Además, se refieren a las estrategias implementadas al respecto como la personalización, el uso de imágenes de alto impacto y la selección de temas sensacionales, entre otros recursos, que el lector o lectora podrá reconocer fácilmente como recurrentes en las coberturas televisivas de este tipo de casos. Nuevamente, en este apartado vuelven a tomar presencia, en articulación con las rutinas productivas, el escaso tiempo de producción, la naturalización de ciertos procesos (como la selección de temas) y el tratamiento espectacularizante como aquel que mayor impacto puede generar en las audiencias.

Los públicos tienen ciertos hábitos naturalizados en el consumo de este tipo de noticias. Además de la lógica del espectáculo, la identificación de estereotipos que delinean un «nosotros» en oposición a un «ellos» constituye otro de los más característicos. En este sentido, el capítulo séptimo, titulado «El binomio víctima-victimario y su figuración discursiva para la atribución de responsabilidad», analiza desde la sociosemiótica cómo son figurados los personajes centrales de las noticias, en clave de víctima y victimario, y la atribución de responsabilidades que se les adjudica. En él, Natalia Raimondo Anselmino, Francisco Arri y Natalia Aruguete observan que no existe una correspondencia lineal entre a quiénes se les asigna el rol de víctima o victimarios en las noticias y los agentes de la acción violenta. Dentro de las notas que son objeto particular de análisis de este apartado, los autores y autoras distinguen a aquellas vinculadas con la violencia de género y constatan al respecto que, en al menos tres de las cuatro notas, el epicentro sigue siendo el victimario varón.

Nuevamente este hallazgo da cuenta de que la visibilidad del tema, en tanto se trata de productos mediáticos, no necesariamente se corresponde con un tratamiento responsable acerca de este en cuanto a los encuadres que promueve. Así, puede que los casos sean narrados en las noticias a partir de encuadres individuales que omiten el contexto o problemática social en la que se inserta el caso, lo cual promueve el desarrollo de coberturas episódicas que incluso pueden presentar un sesgo de género que revictimiza a la víctima.

El capítulo siguiente hace foco en otro delito particular: la corrupción. Bajo el título «La construcción de la corrupción como problema mediático: contenidos informativos y percepciones de las audiencias», Esteban Zunino y Brenda Focás analizan el proceso de instalación de este asunto como problema público en los noticieros, mediante la articulación entre el análisis de los contenidos mediáticos sobre este tipo de delito y su recepción. Allí dan cuenta de que, si bien las audiencias suelen mostrar poco interés en estas noticias, es posible observar cierta consonancia entre el marco en que los medios las presentan («escándalo de corrupción») y el que resaltan quienes las reciben.

Por último, el noveno capítulo focaliza en la instancia de recepción de las noticias. Titulado «Recepción de noticias sobre delito, violencia e inseguridad», sistematiza las interpretaciones que las audiencias hacen de las noticias que consumen, atendiendo a sus usos e impacto. Allí, Brenda Focás y Gabriel Kessler constatan que los noticieros ocupan en la actualidad un lugar relevante en la vida de los entrevistados, quienes les exigen que «pongan orden» en medio de la serie de consumos fragmentados y dispersos a los que acceden durante el día a través de múltiples plataformas. Destacan, además, una agenda de delitos más diversificada en la que cobra relevancia, nuevamente, la violencia de género. En un escenario polarizado al interior del cual la «inseguridad» constituye un asunto de clivaje entre «kirchneristas» y «macristas», señalan que la violencia de género podría ubicarse entre aquellos temas capaces de motivar emociones que eluden la grieta.

El libro cierra con un epílogo a cargo de Silvio Waisbord, donde el lector o lectora encontrará un repaso por las contribuciones y hallazgos más relevantes de la obra, además de nuevos interrogantes y disparadores que el recorrido invita a seguir profundizando. A partir de la lectura, Waisbord plantea que la televisión «entrega una visión de cerradura» sobre el delito, la violencia y la inseguridad que distorsiona la mirada para comprender la seguridad pública. En tal sentido, se pregunta: «¿Cómo cubrir lo noticioso mientras se cubre lo importante, lo perdurable, lo subyacente?». Un interrogante que invita a sumergirse en la lectura.

En suma, El delito televisado… constituye una obra que aporta sólida evidencia empírica sobre procesos que aún se encuentran en curso. Esto la convierte en un insumo central para el debate sobre el circuito productivo de las noticias que se emiten por la televisión argentina a nivel general y, particularmente, sobre aquellas que refieren a delitos, violencia e inseguridad.

Por lo tanto, el libro representa un gran aporte para académicos, estudiantes universitarios de todos los niveles, periodistas y trabajadores de prensa, quienes podrán, a través de cada apartado, acercarse al trabajo de notables autores y autoras contemporáneos que se dedican a estudiar con rigurosidad procesos de este tipo dentro del campo de la comunicación y la sociología.

Jael Altieri y Celeste Gómez Wagner

Jael es docente e investigadora en el Centro de investigación Industrias Culturales, Políticas de Comunicación y Espacio Público de la Universidad de Quilmes (ICEP-UNQ). Celeste es Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y del ICEP-UNQ. Esta nota fue publicada originalmente en Realidad Económica Nª 348 (https://ojs.iade.org.ar/index.php/re).

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